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"El sol hacía su llegada con un hermoso amanecer de colores naranjos y rojos con toques de amarillo, una morena se encontraba admirando aquel cielo como si fuera una obra de arte, no había podido dormir bien en toda la noche, no solo por el miedo de que aquel hombre le hiciera algo, sino también por lo sucedido en aquella tarde en su hogar, por lo que descartó el seguir acostada en la cama y ponerse a apreciar el entorno que anteriormente estaba cubierto por una manta de oscuridad, mirando y contando las estrellas hasta perder la cuenta, con el sonido de los lobos a la lejanía y algunos grillos que se encontraban por ahí.

Escuchó como el chirrido de una puerta era abierta, aquél hombre se había levantado, decidió ignorarlo y seguir mirando el cielo en silencio, no debían ser más de las siete de la mañana. Un suspiro de tristeza mezclado con aburrimiento salió de los labios de la menor, quien todavía se debatía de lo que haría una vez saliera de aquella inmensa casa de tres pisos.

No tenía a donde ir, y aquel sitio que solía llamar hogar no sería el sitio más cómodo para estar luego de lo que ocurrió allí, no solo teniendo que recordar el cómo acabó su madre tendida en el suelo, sino que también tendría aquella criatura de grandes ojos y sonrisa retorcida que la estaría acechando sin parar.

Levantó la cabeza que se encontraba reposando sobre su mano y se giró al escuchar unos toques en su puerta, permaneció en silencio mirando atenta por si la puerta era abierta, al poco rato se escuchó cómo se alejaban de ahí, no sabía el porqué pero se sentía segura en esas cuatro paredes que la rodeaban, era como su zona segura.

Ya había inspeccionado cada rincón de la habitación durante la noche para matar el aburrimiento, también se había lavado los dientes y su cara, contado los libros que había sobre su cama sin interés de leerlos, no hallaba nada más que hacer, pues el cielo se había teñido de azul y los pájaros comenzaban a cantar, sin más remedio y con pesadez se levantó de su sitio y caminó hasta la puerta, comenzando a abrirla lentamente para hacer el menor ruido posible, miraba todo el pasillo y si bien sentía curiosidad por pasearse por aquellas habitaciones restantes, el temor de que la pillaran era mayor, por lo que decidió ir con ese tal Fergal, quien sospechaba que estaba preparando comida por el dulce aroma que sentía.

—Veo que estás despierta —Se sobresaltó ante la voz de Fergal que se encontraba detrás de ella, quien comenzaba abajar las escaleras acortando la distancia —Fui a buscarte en la habitación, pensé que habías huido —Una vez a su lado le sonrió —Buenos días por cierto —Prosiguió a bajar el resto de escaleras seguido de ella.

—Buenos días —Murmuró en un tono de voz bastante bajo, pero que el de ojos verdes pudo escuchar a la perfección lo que dijo.

Fergal se giró rápidamente y la miró con ambas cejas levantadas y exclamó: — ¡Puedes hablar!, pensaba que eras muda —Las mejillas de la menor se tiñeron de carmín mientras que bajaba la mirada —Ahora sí tengo el honor de saber tu nombre, ¿o todavía hay desconfianza? —Preguntó con un ligero tono burlesco.

La morena bajó unos cuantos escalones hasta que estuvo ligeramente a la altura para poder mirarlo a los ojos sin tener que levantar tanto la cabeza —Vayne.... Me llamo Vayne —Sus ojos marrones bajaron al ver como Fergal le extendía su mano con una sonrisa en su rostro.

—Un placer Vayne —La menor tomó s mano con timidez, sintiendo un ligero apretón por parte del hombre —Supongo que ya sabes mi nombre, te lo dije anoche —Le guiñó el ojo causando otro sonrojo por parte de la pelinegra, soltando así una carcajada —Vamos, que se enfría el desayuno.

En silencio caminaron hasta la mesa de la cocina, donde todo estaba acomodado simétricamente, donde la comida favorita de la pelinegra reposaba sobre un plato; Pancakes.

Succubus |Rhea Ripley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora