XIII

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Demi se hallaba durmiendo en la cama de Vayne, abrazando el cuerpo de la pelinegra pegado al suyo, había quedado en un sueño profundo mientras que la pelinegra solo acariciaba su rostro, esperando a confirmar que estuviera completamente dormida para ir por aquel sujeto del restaurante, sin que la australiana a su lado se percatase de su ausencia.

Para Vayne no fue difícil salir de sus brazos sin despertarla, en su lugar dejó una almohada para que no se sintiera tanto el vacio a su lado, la miró por última vez antes de retirarse e ir en busca de aquel Max.

La presencia demoníaca de Vayne asechaba los costosos y lujosos apartamentos de Ohio, no quería demorar tanto tiempo en aquél hombre, pues tendría que encargarse de los dos que lo habían acompañado.

Mirando desde las sombras de aquel lujoso departamento, presenció aquella figura masculina, que se encontraba en la cocina con una tasa de té, tratando de conciliar el sueño y calmar el temblor que tenía en sus manos, la súcubo carcajeó logrando llamar su atención, sintiendo como la presión de su corazón comenzaba a acelerarse —Hola, cariño —El castaño buscó a aquella fémina por todas partes, pero no lograba verla —No es nada personal, solo necesito que sufras horriblemente —Un escalofrío recorrió la espalda desnuda de americano, sintiendo como la cocina comenzaba a sentirse fría.

—Por favor déjame solo... ¡Te lo imploro! —Comenzó a llorar nuevamente, mientras se levantaba de aquella silla buscándola con la mirada.

Hasta que finalmente, una sombra que poco a poco comenzó a tomar forma femenina, se comenzó a acercar moviendo sus caderas a un ritmo hipnótico —Necesitas relajarte —Los ojos amarillos de aquella súcubo lo miraron fijamente, y una vez aquella mirada penetrante hizo contacto con los ojos marrones de Max, este comenzó a acercarse sin dudarlo, ya que para su mala suerte, había sido encantado por la súcubo —Deja que Vayne se encargue —Murmuró con una sonrisa, procediendo a tomar su rostro entre sus manos y llevándolo lentamente hasta la ducha de su habitación.

Dejó caer poco a poco el agua sobre aquella tina —Entra —Le ordenó al castaño, quien sin negar ni quejarse le hizo caso sentándose mientras el agua comenzaba a acumularse —Eres tan... Apuñalable —Murmuró mientras acariciaba aquél tatuaje que tenía en su pecho de una mujer desnuda junto a tres "X" —Pero tienes suerte de que seré rápida contigo, tengo que ir por tus amigos también —Le sonrió tomando su muñeca.

Sacó sus garras para poder cortar su piel desde la muñeca hasta el final de su antebrazo los gemidos de dolor no se hicieron de esperar por parte del castaño, quien -a pesar del dolor que sentía- seguía bajo los efectos de Vayne —Eres tan repugnante que ni tu sufrimiento sabe bien —Tomó su otra muñeca y repitió el proceso, para finalmente cerrar el grifo de agua, dejando al hombre semidesnudo desangrándose en aquella bañera —Nos vemos luego, corazón —Soltó una risa mientras se iba de ahí sin dejar rastro alguno.

La súcubo logró dar con cada uno de sus acompañantes, lavándoles el cerebro con su encanto para que olvidaran lo que ocurrió con Demi y ella en el restaurante, no tenía intenciones de matarle más que nada por precaución, la policía no era igual de incompetente que antes, y sospecharían que algo ocurrió cuando vean a cuatro personas muertas en su bañera.

Vayne volvió a su habitación una vez acabó con ese pequeño trabajito, mirando como la australiana seguía dormida en su cama, tal como la había dejado, admirando como su pecho y clavículas estaban repletos de mordidas, poco a poco fue retomando su puesto con una sonrisa en sus labios, le divertía marcar a la australiana cada que tenían encuentros, ver como su piel quedaba de color morada junto a las marcas de sus dientes le parecía excitante.

— ¿Cariño? —Un murmullo salió de aquellos labios, mientras se removía manteniendo los ojos cerrados, la adormilada australiana terminó por apretar aquél agarre sobre la cintura de la morena.

Succubus |Rhea Ripley|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora