N/A: Historia completamente reescrita.
-Hace cuatro años-
Girando las llaves entre sus dedos, Darius observó la puerta frente a él con el entusiasmo de un conejo viendo las fauces de un lobo.
No quería entrar, si era completamente sincero consigo mismo, prefería correr una maratón descalzo sobre vidrios que dar un paso dentro de su propia casa. Había estado soportando el tenso ambiente por meses, dejándose oprimir por la sensación de que había estado haciendo todo mal por un largo tiempo. Pero había llegado al tope de su propio bienestar emocional, estaba a dos segundos de soltarse a llorar por la impotencia que toda la situación le daba.
Pero al final del día era un Baker, demasiado testarudo para su propio bien.
Según su padre, los Baker traían en la sangre no solo la terquedad, sino también la manía de enamorarse fuerte y duro. Cuando uno de ellos, encontraba a aquel dueño de su corazón, solo le bastaba un vistazo para enamorarse. Ellos amaban con locura, irracionales pero al mismo tiempo, tan reales que dolía.
Se enamoraban una sola vez en su vida, amaban hasta el final. A veces, se equivocaban, por supuesto. Creían encontrar al indicado para ellos, cuando no lo era, pero la vida se encargaba por si misma de poner a la persona correcta en sus caminos tarde y temprano. Y cuando lo encontraban... era simplemente maravilloso.
Darius había encontrado esa persona especial, al único capaz de sostener por completo su corazón, a la tierna edad de siete años. No lo supo en ese instante, tardó años en percatarse, pero una vez que lo había hecho, todas las cartas estuvieron sobre la mesa. Él lo había dado todo, infiernos, él hubiese arrancado su maldito corazón directamente desde su pecho y lo hubiese dejado en las manos del chico si eso hubiese hecho falta.
Así de mal estaba.
Comprender la forma de amar de un Baker era una perdida de tiempo para aquellos que no pertenecían a su familia. Tenían una forma única de enamorarse, y una más increíble de amar.
Para su suerte, su querido amigo de la niñez había estado ocultando en su interior los mismos sentimientos hacia él. Era realmente absurdo que luego de años, solo hubiesen bastado algunas botellas de licor para que ambos se declaran mutuamente. Pero a la mañana siguiente, sobrios y conscientes de sus palabras, aun con la incomodidad de sus sentimientos completamente expuestos, ninguno de los dos dio un paso atrás.
Habían estado juntos oficialmente por casi dos años para ese momento, pero las cosas no habían ido como pensaron que lo harían.
Su historia no había sido el cuento de hadas prometido, el dolor había teñido demasiado de sus momentos felices y aunque el amor seguía ahí, ahora no parecían tener otra cosa que no fuesen resentimientos hacia el otro.
Aun frente a la puerta, Darius soltó un suspiro y giró la llave en la cerradura. Aunque últimamente dudase en la entrada, sabía a la perfección que siempre entraría. Él no podía simplemente girarse y marcharse. Aun siendo insultado, golpeado o ignorado al dar un paso en el interior, Darius siempre regresaba.
El silencio de una casa completamente en penumbras fue su respuesta, en el último tiempo eso era lo que siempre lo recibía.
—¿Noah? —llamó con voz suave al entrar en la sala, dejando su mochila sobre el sofá antes de quitarse la chaqueta—. ¿Teddy, estas aquí? ¿Noah?
No recibió respuesta, otra cosa a la que se había acostumbrado.
Dejando su chaqueta ordenadamente en el clóset cerca de la puerta principal, escuchó sus pasos sonar sobre el embaldosado mientras se dirigía a la habitación al final del pasillo. Dormir se había convertido en la actividad favorita del joven desde la última crisis. Sin importar a que hora llegaba, siempre lo encontraba envuelto en mantas y durmiendo profundamente.
Y entonces Darius lo despertaba, y soportando el humor que el chico cargase ese día, lo obligaba a ponerse en pie y llenar su estomago. Todo los días, sin importarle ser golpeado, insultado o observado con odio abierto, Darius lo hacia levantarse, lo vestía y cocinaba algo para él. Era su rutina.
Por eso fue su sorpresa cuando al entrar a la habitación, encontró la cama perfectamente tendida y ni siquiera un indicio de Noah. Su corazón saltó en su pecho, un segundo de alegría lo inundó al pensar que el chico finalmente había logrado salir de la cama por si mismo.
—¿Noah?
Revisó el baño, y las otras dos habitaciones de huéspedes, pero no encontró rastro del chico. Volviendo sobre sus pasos, miró en la cocina.
—¿Noah? —volvió a llamar, esta vez un poco más fuerte.
Su corazón empezó a tronar, pero esta vez de forma diferente. Su corazón se agitó en su pecho, esta vez por una razón diferente. Sabía que Noah estaba mal, lo había estado por un largo tiempo, y Darius había hecho todo lo posible por ayudarlo a salir de esa situación. Pero no lo había logrado, sin importar lo mucho que lo había intentado. No tenía idea de lo que el chico podía llegar a hacer sin supervisión.
Estaba a punto de tomar su celular para comenzar a llamar a sus conocidos cuando lo vio. Sobre la mesa de la cocina, perfectamente acomodado. Era un pequeño contenedor de comida, igual a los que Darius le dejaba a Noah cada mañana antes de irse a trabajar. Sobre la tapa, un sobre que decía su nombre al frente.
El miedo y la premonición de que su vida entera estaba a punto de cambiar lo inundaron mientras se acercaba y tomaba el papel. Rasgando el borde, sacó la hoja doblada en el interior y observó la perfecta y hermosa caligrafía de Noah plasmada allí.
"Mi amado Darius, nunca pensé que llegaría el día en que tuviese que separarme de ti..."
Su corazón se oprimió dentro de su pecho, sus ojos se inundaron con las lágrimas y aunque su cerebro se esforzó por comprender cada palabra, solo un par de frases tuvieron sentido en su mente.
"... no puedo seguir así..."
"... verte cada día solo me lastima más..."
Soltó un suspiro entrecortado, parpadeó y leyó los últimos párrafos allí plasmados.
"Lamento hacerlo de esa manera, pero debo irme ahora. No te enojes conmigo, ¿si? ¿Por favor? Estoy muy herido ahora mismo, y quedarme aquí solo me rompe un poco más cada día. Me iré un tiempo, no sé cuanto, pero solo será un tiempo, lo prometo, regresaré.
Pero hazme un favor, ¿puedes? Cuando regrese, trátame como un amigo.
Vuelve a ser mi mejor amigo, y olvidemos que alguna vez fuimos más que eso. ¿Puedes hacerlo? ¿Por mi?".
Su mundo entero se desmoronó, y dejándose caer al suelo de rodillas, dejó salir todas las lágrimas que había estado conteniendo por meses. Toda la impotencia y la tristeza lo abrumaron. Con la carta apretada entre sus dedos, lloró por lo que le parecieron horas. Lloró tanto, que al final ya no quedaron lágrimas, solo dolor.
Mirando nuevamente la carta, suspiró.
Había estado ocultando su amor por años, podía volver a poner sus sentimientos dentro de una caja en su interior y enviarlos al fondo.
Si eso era lo que Noah quería, entonces Darius se lo daría.
Aunque lo amara hasta el punto de doler, Darius se tragaría todos sus sentimientos y sería solo su amigo.