Capitulo Treinta y Cinco.

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¿Alguna vez has escuchado el término "sentirse entumecido"?

Sentado en uno de los sofás que decoraban su terraza, Noah aferró la taza tibia en sus manos como si fuese su salvavidas en medio de una inundación mientras sus ojos seguían pegados en la prueba de embarazo positiva sobre la mesa frente a él. En su mente, podía leer perfectamente el resultado en las dos pequeñas líneas muy marcadas allí, pero por más que lo había intentado, no lograba sentir nada al saberlo, no había nada, ni tristeza, ni ansiedad ni alegría, nada.

Pasar a través del resto de la fiesta de cumpleaños había sido extrañamente fácil para él, porque en realidad, su cabeza jamás terminó de procesar las palabras de Nee. Se sintió como si le hubiesen dicho que otra persona era quién estaba en la dulce espera y no él.

Y aunque no lograba sentir nada por eso, de alguna forma, podía sentirse triste porque sabía que debería estar sintiendo algo en ese momento. Había querido una noticia así por mucho tiempo, debería sentirse extasiado de finalmente haber logrado su deseo.

Entonces, ¿por qué no podía sentir nada más que vacío?

Aun no le habían dicho a nadie más sobre eso, más allá de Nee y Kai, los cuales, al ver la reacción de Noah y Darius a la noticia, habían prometido no decir nada sobre ello hasta que estuviesen listos para anunciarlo. Noah había agradecido su discreción, más que nada porque sabía cuánto le costaba a su jefe mantener la boca cerrada cuando de un chisme jugoso se trataba.

También porque sentía que, al igual que Nee y Kai, otras personas iban a esperar cierta reacción o muestra de dicha al anunciar tal suceso. Y él realmente no tenía deseos de explicar lo que no podía entender por sí mismo.

Quizás... quizás solo necesitaba un poco de tiempo para finalmente procesarlo.

—Deberías hacerte un examen de sangre, solo para estar seguros.

Apartando la mirada de su centro de atención, Noah giró la cabeza hacia donde Darius se encontraba, sentado en el borde de la piscina mientras secaba su cabello con la toalla que colgaba de su cuello. No lo miró en ningún momento, tampoco hubo alguna emoción enlazada en aquel consejo, como si estuviese recordándole una cita médica de rutina o algo así.

Darius tampoco parecía estar tomando la noticia como debería.

Volviendo a su taza, Noah asintió—. Ya llamé a la clínica —respondió—. Debo estar allí mañana en la mañana.

—Llamaré al colegio para avisar de mi ausencia y te acompañaré.

—No es necesario —negó—. Solo me extraerán sangre, no me darán los resultados al instante, puedo ir por mi cuenta.

—Noah...

Sacudiendo la cabeza, observó el líquido ambarino que aún se aferraba en gotas dentro de la taza en sus manos y admitió con voz tan suave y pequeña, que pensó que no iba a ser escuchado—. No quiero que vayas.

En el momento en que pronunció esas palabras, se arrepintió. No sabía de donde habían venido, jamás pensó que podría decir algo como eso, pero por más que lo intentó, no encontró las fuerzas para tomarlas de vuelta y disculparse.

El silencio se extendió por un largo momento, dándole la ilusión de no haber sido escuchado, cosa que se hizo trizas cuando Darius volvió a hablar—. Como tú quieras, Teddy —dijo—. Solo... llámame cuando termines, para saber si estas bien.

Tragando la incomodidad repentina en su garganta, asintió—. Lo haré.

El silencio se extendió entre ambos, solo el sonido lejano de la ciudad en funcionamiento pudo ser escuchado. Era como si hubiese algo entre ambos, como dos personas que no quieren verse una a la otra, pero están obligadas a hacerlo. Como dos amigos que tienen una tonta pelea y no quieren dar el brazo a torcer con el otro.

DariusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora