¿Realmente estaba haciendo esto?
De pie frente a la hermosa y moderna casa de dos pisos, Noah observó la ornamentada puerta de hierro y cristal como si fuese un monstruo apunto de devorarlo. Había devuelto la llamada de Nilo luego de que Darius había salido de su casa, el chico le había confesado lo mucho que necesitaba un asistente lo antes posible, así que habían quedado de reunirse la mañana siguiente para hablar de un posible contrato.
Y ahora allí estaba, de pie frente a la hermosa casa, dudando sobre la decisión que había tomado.
Una vez que entrara, su vida completa cambiaría, estaba seguro de ello. Aunque el pleito entre esos dos había sido hacia años y en realidad todo se debía a una tonta pelea entre niños, Noah podía apostar todo lo que tenía a que Darius haría un escándalo en el momento en que supiese que iba a estar trabajando para su enemigo declarado.
Y Darius era experto en hacer berrinches, después de todo, aunque ya era un adulto, seguía siendo el bebé mimado de su familia.
Si era sincero, había un trozo de él, ese pequeño rastro que parecía haberse moldeado debido a la continua convivencia con los traviesos niños Baker, que quería ver lo que iba a suceder.
¿Que haría Darius al saberlo?
¿Se quejaría, golpearía sus pies en el suelo y actuaría como un mocoso? ¿O finalmente tomaría el asunto como un adulto funcional e intentaría convencerlo de renunciar? Tenía la sensación de que iba a tener que tratar con un gran berrinche pronto.
Sacudiéndose a si mismo, se dijo que en realidad, eso no era algo de lo que debiese preocuparse aun, después de todo, ni siquiera tenía el trabajo aun. Era tonto estresarse cuando no sabía si obtendría el puesto.
Borrando cualquier rastro de duda, se dijo que trataría con Darius cuando el momento llegara y en vez de eso, extendió su mano y presionó el timbre. El suave sonido musical traspasó la puerta bastante fuerte, pero debió tocarlo dos veces más antes de que alguien finalmente abriera.
Desde el otro lado del umbral, un agotado Nilo le devolvió la mirada. Aun estaba en pijama, con su cabello alborotado atado en dos desniveladas coletas que lucían grandes lazos rojos y rastros brillantes de maquillaje en el rostro. Un bebé de no más de un año estaba enganchado en su cadera, llevaba su boca manchada de lo que parecía chocolate y por sus ojos negros repletos de lágrimas, no parecía muy feliz esa mañana.
Balanceando el peso del pequeño, Nilo lo miró por un momento con confusión antes de que una luz pareciese encenderse en su cabeza—. ¿Noah? —dijo, esperando que el otro asintiese lentamente antes de maldecir por lo bajo—. Mierda, yo realmente olvidé que íbamos a reunirnos hoy.
—Uh —Noah dudó—. Si llego en mal momento puedo venir luego, no hay problema.
—No, no —Nilo lo detuvo antes de que pudiese alejarse—. Esta es la razón exacta por la que necesito un asistente personal. Por favor, pasa y no pongas atención en el desorden, normalmente no se ve así.
Haciendo lo pedido, Noah entró a la casa, cerrando la puerta detrás de él y siguiendo al castaño hasta la sala, donde una bomba parecía haber hecho explosión. Había juguetes tirados por todos lados, los cojines del sofá habían desaparecido y estaba bastante seguro de que el florero en la mesa cercana había tenido flores enteras antes y no solo los cabos de las mismas.
En medio de todo ese desastre, un niño de unos cuatro años estaba sentado sobre la mesa de café, mirando entretenido el televisor. Al escucharlos entrar, el pequeño apartó la mirada de las caricaturas y le arrojó una mirada examinadora.