Capitulo Doce.

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Había veces en la vida, en que tomar decisiones estúpidas era simplemente inevitable.

Girando la pequeña tarjeta entre sus dedos, Noah meditó profundamente sus opciones. Sabía perfectamente que llamar al número escrito allí era un idiotez, de eso no había siquiera un atisbo de duda en su mente. Su dilema se centraba en decidir si era capaz de cometer tal error por propia decisión.

Luego de la crisis que había tenido el día anterior, su mente parecía finalmente haberse aclarado un poco. Comenzaba a pensar que quizás Reb tenía razón en eso, solo necesitaba llorar para descargarse. Así que el chico le había permitido soltar sus lágrimas durante todo el día. La siguiente mañana, lo había despertado, arrojado un par de analgésicos en su boca para el dolor de cabeza y empujado al baño para que se diese una ducha.

—¡El mundo no va a esperar por ti, Noah! —había dicho—. Si no empiezas a moverte, tus oportunidades se irán.

Luego de más de media hora bajo el agua tibia de la ducha, nadó a través de un centenar de pensamientos y posibles escenarios antes de finalmente llegar a algún tipo de paz mental que le permitió vestirse ordenadamente y aceptar el salir fuera a almorzar con Reb. Él chico había estado tan feliz cuando había cedido luego de la decimo novena amenaza que había lanzado. 

Ahora estaba allí, sentado frente al desayunador de la cocina, esperando que Reb terminase de vestirse y con demasiado tiempo libre para dejar flotar sus pensamientos. Volviendo a ver los números prolijamente escritos en el pálido cartón, presentó en su cabeza un posible escenario que hizo dolor su corazón. 

Por suerte, antes de que pudiese ir muy lejos en ese pensamiento, el suave sonido de golpes sobre la puerta de su apartamento lo sacudió. Poniéndose de pie, empujó la tarjeta dentro del bolsillo de los jeans que llevaba y se dirigió a la puerta. Además de él y Reb, pocas personas tenían acceso directo a su puerta sin ser detenidos por el portero en la entrada, y si no eran sus padres, tenía que ser uno de los hermanos Baker o Wolf.

En el momento en que llegó a la misma, jaló el picaporte y se detuvo de pie en el umbral, observando a la persona al otro lado. Darius se veía particularmente atractivo en una camisa de un suave tono café y pantalones negros, con su cabello perfectamente empujado lejos de su rostro y una sonrisa de infarto que mostraba un hoyuelo. 

—Hey, Teddy —saludó, su voz usualmente alegre como siempre. Su mirada verde se deslizó por el suéter corto que Noah llevaba y los pantalones de cintura baja que dejaban ver un trozo de su abdomen, brillando de una forma que hizo que el estomago del más joven se retorciera—. ¿Ibas a algún lugar?

Noah vaciló—. A almorzar fuera —respondió de forma corta. Recordándose a si mismo toda la charla interior que se había autodictado el día anterior, se hizo a un lado y le permitió entrar sin ceder a esa pequeña voz en su cabeza que lo incitaba a reclamar algo a lo que no tenía derecho—. ¿Que te trae por aquí?

Darius esperó a que cerrara la puerta y guiase el camino hacia la cocina antes de hablar—. En realidad, estaba cerca de aquí y decidí aprovechar el tiempo para verte —dijo—. Ambos hemos estado demasiado ocupados en nuestros trabajos últimamente, pensé que sería buena idea venir, aunque solo fuese un instante.

Asintiendo suavemente, una suave voz le recordó que no había sido solo su trabajo lo que había mantenido al otro ocupado. Pero nuevamente, aplastó a esa bastarda como una cucaracha y sonrió suavemente.

—Tienes razón, desde la cena en el restaurante no hemos tenido oportunidad de vernos —dijo simplemente, haciendo un gesto a la cafetera cerca—. ¿Quieres café? ¿Jugo? ¿Agua?

—Café está bien.

Asintiendo, Noah agradeció mentalmente el que le diese algo que hacer con sus manos y mantuviese a su cabeza ocupada en un lugar más apartado mientras preguntaba—. ¿Cómo has estado? ¿Cómo ha ido el trabajo?

DariusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora