Presente.
Para alguien que había crecido con hermanos como los suyos, la vergüenza ajena no era un sentimiento extraño para Darius.
Sentado en una de las mesas alrededor de la pista de baile, hizo girar el hielo dentro de su vaso de limonada mientras ignoraba adrede el espectáculo que su hermano mayor estaba montando. Damon se había marchado con su familia hacia un buen tiempo, dejándolo solo para soportar el bochorno de tener que aceptar el parentesco con la marioneta descoordinada que era Dorian al bailar.
Enserio, ¿quién había sido el bastardo que le había dicho al chico que sabía moverse?
No solo era torpe, era triste de ver en su intento de que sus dos pies izquierdos se movieran al compás. Personalmente, no se jactaba de sus propios pasos de baile, pero al menos no se lanzaba al centro de la pista para enseñarle al mundo su falta de talento.
La segunda vez que le echó un vistazo, llegó justo a tiempo para verlo hacer el "paso de la regadera". Había gente que nacía sin vergüenza y luego estaba Dorian, quién al parecer ni siquiera conocía la palabra. Suspiró profundamente, había días en que era realmente difícil aceptar su parentesco.
Meditando sus opciones, observó a sus padres siendo todo acaramelados unas mesas más allá, ignorando completamente -seguramente adrede- el desastre que era su hijo, y suspiró. Quizás era momento de hacer una buena acción e interceder para salvar la poca decencia que le quedaba a su hermano, si es que quedaba algo en realidad.
Estaba a punto de ponerse de pie para arrastrar a Dorian fuera de la pista, cuando una pequeña niña llegó corriendo y se detuvo frente a él. Llevaba un bonito y pomposo vestido celeste repleto de mariposas, las cuales también estaban espolvoreadas sobre su oscuro cabello y hasta en sus zapatos. Un vistazo a su rostro y Darius no tardó en reconocerla, aun cuando su aspecto actual distaba mucho de su usual imagen fría y correcta. Los niños Payne tomaban clases en el colegio donde él trabajaba, no era raro que los conociera.
—Jasmine. —dijo a modo de saludo.
—¡Profesor Darius! ¡Debes venir conmigo ya y... —ella soltó agitada, observándolo con alarma, pero su voz se perdió cuando miró más allá de él a la pista de baile—. ¿Que pasa con ese señor? ¿Está teniendo un ataque? ¿Deberíamos llamar a una ambulancia?
Siguiendo su línea de visión, Darius observó a su hermano mayor, su respetable y hombre de negocios, hermano mayor, haciendo lo que solo podía llamar el paso "Del gusano moribundo". Retorciéndose en el suelo, Dorian estaba haciendo una perfecta imitación de un pez fuera del agua, mientras un grupo de gente obviamente intoxicada, festejaba sus estupideces.
Soltando un suspiro, Darius negó—. No te preocupes por él, lo suyo no tiene cura, vino al mundo con esa falla.
Ella no parecía convencida, pero aun así negó suavemente y volvió a verlo—. De todas formas —dijo, regresando al tema que la había llevado hasta allí—. El chico que vino contigo, el bonito que se parece a una de las muñecas de Romeo.
—¿Noah?
Asintió en respuesta—. Creo que dijo que ese era su nombre —hizo una seña al lugar por donde había llegado—. Él esta en el baño ahora, devolviendo todos sus canapés al dios de la porcelana.
Eso logró que Darius se pusiera de pie en un instante, completamente alerta ahora. Olvidándose de salvar a su hermano de la vergüenza que sufriría en la mañana al recordar todas sus acciones, siguió a la pequeña niña a través de las mesas y hacia el pasillo donde estaban los servicios.
Había perdido de vista a Noah hacia ya un tiempo, luego de que este fuese arrastrado a la pista por uno de los propios primos de Darius. Dado que Wolf era prácticamente un Baker, el lugar estaba lleno de quienes compartían el apellido, por lo cual se había relajado lo suficiente como para sacarle la mirada de encima al joven. Obviamente, había cometido un error.