—Diablos, tengo que dejar de fumar, mis pulmones ya no son los mismos.
Atando el globo, muy rosado y brillante, en su mano, Darius le echó un vistazo a Reb sentado en la alfombra al otro lado de la mesa de café, con su aspecto desaliñado y mejillas rojas, e intentó no reírse. Habían inflado más de cincuenta globos entre los dos, gracias a que, según Blue, los globos nunca eran demasiados, por supuesto, él no estaba usando sus malditos pulmones para darles vida, así que si podía hablar mucho sin saber nada.
De todas formas, Darius ya estaba un poco harto de eso, sus malditos pulmones estaban comenzando a quejarse también y eso que él jamás había tocado un cigarrillo en su vida.
Y como si lo hubiese llamado con su mente, Blue entró a la sala con Shiloh enganchado en su cadera y Damon un paso atrás se dirigió directo a la cocina, hasta arriba de bolsas con diferentes cosas. Echando un vistazo a lo que hacían, el rubio repasó con su mirada los globos que habían inflado y pareció meditarlo por un momento.
—Necesitaremos más globos —dijo—. Quizás unos cien más, ciento cincuenta deberían ser suficientes.
El globo a medio inflar en sus dedos se soltó, produciendo un sonido de pedorreta al alejarse, sacando una risa cantarina de Shiloh que extendió sus manos intentando atraparlo.
—¿Acaso enloqueciste? —Reb reaccionó primero, lanzándole una mirada gruñona—. Estoy bastante seguro de que uno de mis pulmones se encuentra dentro de uno de estos globos ahora mismo, ¿y tú quieres que inflemos otros cien? ¿Perdiste la mente?
—Sin esfuerzo no hay satisfacción —el rubio aseguró—. Además, piensen que esto es por Noah, ¿acaso no quieren verlo feliz en su cumpleaños?
Reb gruñó—. Creo que cincuenta globos lo harán perfectamente feliz —dijo—. Porque no pienso inflar siquiera uno más.
Blue suspiró—. Bien, bien, no inflen más, yo lo haré —aseguró—. ¡Mono, ¿puedes traerme el inflador de globos?! ¡Está en el auto!
Darius gruñó suavemente—. ¿Tenías un inflador de globos a la mano y nos dejaste inflar todos estos de la forma antigua?
—¿Qué habría tenido de divertido si lo hubiesen hecho de la forma fácil? —sonrió de forma perversa, y antes de que Darius pudiese acercarse a él para asesinarlo, el chico empujó fácilmente a Shiloh a sus brazos—. Ve con tu tío Dada, cariño, papá tiene trabajo que hacer.
Balanceando el peso de su sobrino en sus brazos, Darius se quejó suavemente cuando el pequeño demonio clavó sus dientes de bebé en su barbilla. Últimamente, Shiloh había tomado la manía de morder a todo quién se acercará lo suficiente, esta vez, Darius había sido su víctima.
—¡Shiloh! —se quejó.
—Shiloh, no muerdas a tu tío —Damon amonestó mientras pasaba, deteniéndose en la puerta principal para agregar: — Si quieres golpéalo, pero no lo mutiles.
Como el cachorro grosero que era, Shiloh gruñó suavemente y solo lo liberó cuando Blue se acercó y le dio un pellizco—. Ya déjalo, no eres un cachorro rabioso —dijo, y antes de que el pequeño rubio pudiese quejarse, metió un juguete de goma en su boca—. Toma, muerde eso.
Mordisqueando la cabeza del pobre perrito naranja, Shiloh sonrió alegremente hacia Darius como si nada hubiese sucedido. Aun con su barbilla ardiendo y con el dolor de esos pequeños dientes que seguramente habían quedado marcados en su piel, Darius no pudo hacer más que suspirar.
—Si no fueses tan lindo... —masculló, entre divertido y derrotado.
Su sobrino era precioso, pero tenía la personalidad de un pequeño demonio y los dientes de un tiburón bebé.