Levantando su mano hacia el sol, Noah se entretuvo observando los rayos de luz pasar a través de sus dedos al tiempo que movía sus pies dentro del agua, agitando la tranquilidad de la misma. Estaba sentado en el borde de la piscina, en una de las tantas casas que pertenecían a su padre en Tailandia. Aunque habían escogido ese destino con una segunda intención detrás, él realmente disfrutaba del clima local y de los hermosos paisajes que podían verse a través de las ventanas.
El país era un lugar hermoso para vacacionar, más no para vivir cuando de él se trataba. Después de todo, la mayoría de su familia paterna aun residía por allí, lo que hacia imposible para él el siquiera pensar en tener una vida pacifica.
Era realmente triste pensarlo, después de todo, era su tierra natal, allí había nacido y vivido hasta los cuatro años, cuando Nate lo había tomado y llevado a vivir a Inglaterra con la excusa de encontrar mejores escuelas para él allí. Aun así, sus abuelos habían insistido en tenerlo algunas semanas en las vacaciones, las cuales solo habían sido días horrorosos que solo habían servido para hacerlo sentir peor consigo mismo y sus decisiones. Ellos eran personas realmente viciosas, que se esforzaban día a día por hacer la vida de otros miserable.
Desgraciadamente para él, había nacido para ser su victima fija, así que solo había tenido que acostumbrarse.
O al menos, hasta que fue lo suficientemente mayor para inventarse excusas y evitar esas visitas lo mejor posible. Muchas veces no había resultado y había sido arrastrado bajo su tutela por las dos semanas más horrorosas de su vida, pero otras, cuando si lo había hecho, había atesorado la sensación de libertad que tan simple acción le había provocado.
Y ahora allí estaba, regresando a Tailandia por propia voluntad y para su bendita luna de miel,
Háblenle de personas masoquistas.
—¿Teddy?
La voz de Darius fue acompañada por el sonido de la puerta corrediza que daba al jardín, Sus pasos se acercaron antes de sentarse detrás de él, poniendo una pierna a cada lado de su cuerpo y rodeándolo con sus brazos.
—Hey, ¿qué haces aquí fuera? Todavía es bastante temprano. —musitó cerca de su oído.
—Es temprano para ti —dijo, recostándose en su pecho desnudo tranquilamente—. Eres un perezoso.
—No soy perezoso, es el cambio horario —se defendió antes de suspirar—. Y el vuelo nocturno, y toda la fiesta anoche, fue una locura, aun estoy resacoso.
Noah tenía que darle eso. Apenas habían logrado dormir un par de horas antes de tener que arrastrar sus cuerpos pesados por la noche de fiesta al avión y viajar las doce horas -quizás un poco más- para llegar a su destino. Aunque habían dormido algo en el avión, apenas llegaron ni siquiera pensaron en hacer otra cosa que no fuese dormir. Para Noah, personalmente, ese descanso fue algo más bien interno que logró aflojar toda la tensión en su interior. Como si no hubiese logrado descansar en años, y finalmente hubiese podido dormir correctamente.
Aun no estaba seguro de si su nueva sensación pacifica se debía a un interludio, la paz antes de la tormenta, o quizás era el hecho de que sabía perfectamente que su nuevo estado civil le proporcionaría libertades con respecto a su familia que no había tenido antes. Estando casado, se encontraba a medio camino de lo que sus abuelos querían de él.
Ellos habían estado en la boda, no había tenido otra opción que invitarlos, no queriendo enfrentarse a la alternativa que ellos propondrían de saberlo por otros medios. De todas formas, ellos solo se habían quedado a la ceremonia -como si quisiesen asegurarse de que realmente lo había hecho- antes de despedirse con unas frías felicitaciones, despareciendo en sus autos caros, rodeados de su usual séquito.