Narra Izuku.

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Camino por las calles que cruzado un millón de veces, me doy cuenta de que sostengo la mano de alguien, miro y se trata de mi hermosa madre. Me siento aliviado y vuelvo a mirar hacia enfrente, pero el camino ha cambiado. Nuevamente, conozco el lugar, también he caminado por aquí un sin fin de veces. La mano que sostenía de pronto se siente más delgada y pequeña, pero realmente no han cambiado, lo han hecho las mías. Sostener la mano de mi madre mientras caminamos... Se siente tan frágil que me preocupa lastimarla, pero mi madre siempre ha sido tan fuerte... Puedo continuar caminando a su lado mientras sostengo su mano, mientras nos mantenemos unidos.
No tengo nada más, ella no tiene a nadie más.

Como si alguien llamara a mis espaldas, volteo con miedo hacia atrás, pero no hay nada, no hay nadie.

Incluso mi madre se ha ido.

Porque no hay nada que yo merezca o pueda dejar en esta vida.


Despierto casi queriendo correr lejos para buscar algo a lo que aferrarme.

Vuelvo a mis cabales y sé que solo estoy soñando. Siempre tengo el mismo sueño, pero después de unos segundos lo olvido.

Suspiro y trato de calmarme. Más que un sueño, parece que tuve una pesadilla. Mi corazón bombea sangre con rapidez e incluso estoy sudando. Tomo asiento en la esquina de mi cama, controlo mi respiración irregular y me dejo caer una vez más hacia atrás.

—¿Qué hago? -me pregunto en voz alta, pero sé que no tendré una respuesta.

Me arrastro hacia arriba y saco mi teléfono celular debajo de las almohadas. Cuatro de la mañana. No he dormido lo suficiente. Lo que me recuerda al pequeño Katsuki. ¿Se habrá podido dormir? ¿Qué era de su vida antes? Tengo muchas dudas sobre él que quisiera saber, pero involucrarme de más con un joven como él solo le traerá más problemas de los que este mismo se está buscando.

Si me lo permite... Lo llevaría conmigo de regreso a Japón.

De esa forma estaría más seguro que quedándose aquí en Italia.

—Es lo mejor, ¿No?

Me levanto de la cama y me meto al cuarto de baño, necesito una ducha y estar listo en una hora. Despertaré a Kirishima y haré que reúna a los demás, la búsqueda hacia aquel hombre debe continuar, tenemos que movernos rápido o no podré regresar a casa...

¿Eh?

No, no. Yo regresaré el miércoles. Incluso si mi madre no está despierta, yo...

¿Por qué estoy dudando?

Tomo asiento dentro de la tina vacía para pensar mejor.

¿En verdad estoy dudando?

Si es así, ¿Por qué?

Es casi el segundo miércoles del mes. Doy un paseo con mi madre esos días, siempre, sin falta.

¿Por qué estoy dudando ahora de ello?

No puedo creerlo. ¿Me he vuelto un estúpido a caso?

Esos ojos rubíes no dejan mi memoria.

Parecían tan heridos que no quise seguir viéndolos. Pero incluso de espaldas, podía sentir como intentaban desmoronar mis planes junto a mi seguridad.

A Katsuki no lo conozco, ni siquiera puedo comprobar que ese sea su nombre real; además de que no me atrevo a investigarlo.

Tengo miedo.

Nunca me ha gustado negar mis sentimientos, mi madre no me enseñó a hacer eso. No puedo negar mis sentimientos, aunque no lo demuestre, por dentro sé lo que siento.

Un hombre que está a punto de llegar a sus treinta, aterrado de ser traicionado por un mocoso de diecisiete.

Aterrado de tener que matarlo.

Escucho la puerta de mi habitación ser abierta, pero justo ahora estoy teniendo un ataque de ansiedad.

Mierda.

Mi arma...

Me quitó la camiseta y pienso usarla para ahorcar a la persona que haya entrado a mi habitación, pero apenas y me pongo de pie, Kirishima habla.

—Jefe... -dice con un tono de pena.

Y es por eso que odio que sea él quien tenga que encontrarme así.

No he dejado de sudar y sobrepensar las cosas.

—¿Qué quieres? No entres a mi habitación así, podría matarte.

—Toqué la puerta, pero no me escuchaste. Creí que algo había pasado y entré.

—... No escuché, lo siento. -tiro mi camiseta en el suelo y trato de actuar normal, pero es inútil. Eijiro me conoce bien.

—¿Quieres que te ayude a bañarte?

—No, estoy bien. -bajo mi cabeza al bajar mi pijama.

—¿Qué sucede? Estás muy agitado.

—Un mal sueño, solo eso.

—Nunca has tenido uno bueno, ¿Verdad? -se mete y abre el grifo asegurándose de que el agua no esté tan fría, aunque amo bañarme con el agua helada, sobre todo en momentos así. —Te ayudaré a lavar tu cabello.

—Kirishima, te estoy diciendo que no. Puedo hacerlo solo.

—Y yo sé que puedes, nunca dije lo contrario.

Nos miramos en silencio. El que desvíe primero la mirada será el que pierda, y yo lo hago, porque sé que no me va a escuchar de todas maneras; tampoco tengo ganas de discutir más.

—¿A qué viniste? Es muy temprano. -entro a la bañera y me relajo.

—Te reirás de mí si te lo digo.

—Jamás me he reído de ti. Anda, dime. Y es una orden.

—... Sentí que tenía que venir. Cuando toqué y no respondiste, me asusté y terminé entrando. La puerta del baño estaba abierta, sabía que estabas aquí. Te ves muy mal, Izuku. No has dormido lo suficiente, y no hablo solo de hoy.

—Estoy bien. Solo fue un mal sueño.

—¿Lo recuerdas?

—No. -cierro mis ojos y dejo que él se ocupe de mí.

Una de las razones por las cual terminé con Kirishima fue que me dejo consentir demasiado por él. Como si no fuera yo mismo. Como si no lo viera como persona o como mi pareja, sino como alguien a quien acudir.

Odio eso.

—Tu madre está bien. Sero volvió a llamar para preguntar y ya está mejor, pero sigue siendo una recomendación del doctor el dejarla descansar.

—Faltan como tres días hasta que sea miércoles, debería ser suficiente.

—No, Izuku, sabes que su situación no es para tomarse a la ligera.

—... Quiero verla. No la obligaré a salir, pero quiero verla.

Kirishima me abraza.

No le importa si se moja su ropa o si termina llenándose de jabón.

—Lo sé, Izuku. Podrás verla cuando termines las cosas aquí. Hiciste un trato con Katsuki, no puedes solo irte y dejarlo a su suerte. Sabes que si los capos se enteran, lo matarán.

—... No sé si estás preocupado por mí o por él.

—Por ti, obviamente. Es solo que tú estás más preocupado por él que por ti.

Y ahí otra razón. Me conoce bastante bien y sabe siempre en lo que estoy pensando.

Pero nunca me juzga o se opone.

Solo asiente y espera que actúe.

Kirishima Eijiro es el hombre más comprensivo que he conocido en toda mi vida.

Para bien o para mal, así es como es él.

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