Miércoles.

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—Primero que nada, ellos te conocen, ¿Cierto? -pregunta Izuku.

—No. No hay nadie en todo Italia que me reconozca.

—... ¿Y en Japón?

—Nadie.

—Serías perfecto para mis negocios, niño. -opina.

—Paso.

—Como si fuera a contratarte. -mira a Kirishima y Sero a solo unos cuantos metros de ahí. —¿Y bien?

—No te diré nada hasta que me compruebes que de verdad me ayudarás.

—Kirishima se está encargando de eso. -le recuerda. —No me ofendas, niño. Soy un verdadero hombre de palabra.

—No creo en los hombres.

—Y por eso es que eres inteligente.

—Si el bastardo aquel no estaba en la reunión, significa que están tramando algo. -supone Katsuki. —Él y su familia son de lo peor.

—¿Ellos mataron a tu familia y buscas venganza? -le pregunta con curiosidad el mayor. —Me parece que es una historia así. Después de todo sí que eres un fantasma.

—... No estás tan equivocado.

—¿De verdad eres japonés? -baja la ventana del coche y saca su mano en dirección a sus hombres indicándoles que regresen.

—No pienso coronarte por venganza. Sería solo agradecimiento. Tampoco es que tenga algo más que hacer...

—Tú podrías llevarte la corona y ser el jefe de toda Italia. -le dice Izuku casi interrumpiendo.

—No lo necesito. Odio la mafia. -confiesa Katsuki.

—Yo también.

—Ser un Yakuza no te diferencia mucho de los bastardos de Selcetta.

—No estoy tratando de hacerme la buena persona, sabes. Hablo en serio, odio la mafia.

Kirishima y Sero se acercan, pero siguen sin entrar al coche, esperan una segunda orden para hacerlo.
Izuku ha subido el vidrio justo después de haberles llamado, mantiene su vista en ellos mientras habla con el menor.

—¿Y por qué eres un yakuza entonces? -le pregunta Katsuki teniendo sus propias dudas. —No me digas, para matar a todos los tipos malos y hacer de la yakuza un lugar bueno. -finge reírse.

La risa sarcástica del menor hace irritar a Izuku.

—Alguien cómo tú no podría saberlo nunca, pero la yakuza solía ser algo bueno. Las escorias que hay hoy en día de yakuzas tampoco saben nada sobre eso. Y no tengo ningún plan como la mierda que has dicho, ¿Tengo cara de Robin Hood a caso? No me importa si la sociedad se va a la mierda por unos bastardos que no conozco, o si mi droga termina llegando a las manos de chicos como tú. Pensar que puedes controlar las acciones de absolutamente todos es un sueño muy estúpido.

—¿Y entonces cómo piensas controlar Italia?

—Tonto. Me refiero a que todos sean correctos. -le aclara. —Si les digo a mis hombres que sean buenos con sus esposas, ¿Tú crees que de verdad lo harán? ¡Por supuesto que no! Les importa una mierda y a mí más. Incluso si comienzo a matar a algunos como ejemplo, los cabezas hueca serán siempre eso.

—... Eres un tipo muy raro, Izuku. -se acomoda en su asiento como si fuera a dormir ahí.

—¿Ningún honorífico? -hace una pequeña seña con su mano hacia sus subordinados para que entren. —Soy mucho mayor que tú.

—Lo siento, no sé mucho de la cultura japonesa. -responde el pelicenizo con acento italiano, pronunciando mal unas palabras a propósito.

—Tu inmadurez no va contigo. -opina Izuku.

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