Fazio llego a lo que él llamaba ahora, “hogar”.
Silva mientras camina y quita su saco, dejándolo en el perchero de su habitación, entra al cuarto de baño y arremanga las mangas de la camisa negra que llevaba puesta, lava sus manos que están literalmente manchadas con sangre, aunque ya seca.
Su expresión es calmada, pero por dentro se encuentra bastante estresado.
Fazio odia a su familia y odia hacer las cosas que le piden que haga.
Si bien estos nunca le han hecho nada, ni le obligaron a nada como tal; Fazio siente repudiación por todos ellos.
Pero no es que Fazio odie ser un mercenario.
Es que él ama torturar a sus víctimas.
Cosa que su familia no le deja.
“Una muerte limpia” es lo que los Vassari hacen.
Y Fazio tiene que obedecer.
Además de eso, no hay nada de fondo; solo ese odio que creció con él.
Una llamada llega a su celular, el pelinegro no quisiera contestar. Otra cosa que odia es ser parte de la mafia, ya que nunca puede descansar debido a esto.
—¿Quién es? -responde y pregunta al no reconocer el número, pero es lo normal que sus aliados, compañeros, familia y subalternos le marquen de diferentes números cada vez. Le contestan del otro lado, hace sonidos de asentimiento y después cuelga. —¿Cuándo podrán dejarme en paz? -se pregunta en voz alta. —Bueno... -sonríe maliciosamente. —Será un buen negocio. Carne fresca. -se ríe mientras sale de su habitación.
Va hasta donde la nevera, y como siempre, lo único que encuentra es algo de comida sin terminar y tan solo una botella de vino, la cual guarda desde hace meses, pero nunca toma de ella y no piensa hacerlo.
—De nuevo no hay nada... –se queja con calma, pero azotando la puerta de la nevera. —Lo siento, Katsuki, no hay nada bueno para ti… -dice en voz baja, casi en un susurro. —Pero te enojarás conmigo si no hay arroz. Después de todo, eres un japonés que ama comer arroz. –dice en tono burlón. —... Tan lindo.
Es interrumpido una vez más por el ruido que hacen al llamar a su puerta.
Fazio se pone serio al instante.
No duda en ir hasta allí, revisa por la mirilla y confirma quien es la persona que le llama.
—¡Tony! –dice saludándolo y pretendiendo dar un beso en la mejilla a su hermano mayor cuando abre la puerta para él. Finge sorpresa por la visita, pero la verdad es que sabía que aquel hombre iría a verlo. —Otra vez por aquí, ¿Qué se te ofrece? Podíamos habernos visto en casa.
—Suena como si no quisieras que estuviera aquí. -acusa su hermano mayor. —Y si vengo hasta aquí personalmente, es porque has llegado muy tarde a casa últimamente, Fazzi. Me preocupa que estés engatusado con alguna mujer.
—Para nada, no es más que mucho trabajo. –cierra la puerta una vez el mayor pareciera querer revisar la casa adentrándose con rapidez. —Y hablando de trabajo, tengo un negocio bastante bueno, te lo contaré antes de contárselo a Lorenzo. –lo sigue con una sonrisa infantil en su rostro, tomando asiento después que él, en uno de los cuatro sofás. —Se trata de una nueva droga.
—¿Quién la ha enviado? -pregunta con curiosidad, sabe que su hermano Lorenzo es muy estricto en el asunto de los negocios, por lo que Fazio le cuenta primero a él solamente para esperar su aprobación. Si él no lo aprueba, su hermano menos lo haría. —¿Y de parte de quién es?
—Los mexicanos. Sabes que no se puede confiar mucho en ellos si vas hacia su país, pero en este caso, fue diferente. Me vi con Franco el otro día, me dijo que había un egresado nuevo en su grupo, que era mexicano, y que el tipo tenía la mano de Dios, ja, ja, ja. ¿Puedes creerlo, hermano? -se ríe con una expresión de felicidad deslumbrante. —Por supuesto, Franco lo puso a trabajar de inmediato, y tiene varias muestras de esa droga, pero ya sabes que Franco es un hombre muy italiano. No va a dejar que otro italiano pruebe aquello, y si bien podría dejar que el mexicano lo haga y muera por su propia ineptitud, prefiere guardarlo. También es bastante cauteloso...
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Odore Fantasma
Short StoryUn mafioso japonés llega a Italia para apoderarse de ella, pero de esto no trata la historia.