—¡Estoy en casa! -avisa Fazio en japonés cuando entra a su hogar. Pone las maletas en el suelo y va directamente hasta su habitación, mueve la cama y la alfombra, abre aquel escondite y baja. —¿Me extrañaste? -le pregunta a Katsuki, quien, aunque no estuvo bien durante esa semana que el mayor se fue, por lo menos descanso de los abusos de este, por lo que prefería morir ahí de hambre que volver a verlo. Mas su pesadilla ha regresado. —Hay buenos niños en Japón, pero como tú ninguno. -se le acerca, jala la cadena que tiene el menor en el cuello y tira de ella fuertemente hacia adelante. —Malditos japoneses de mierda, los envidio... Pueden acostarse con tantos como quieran, con una libertad que nunca vas a conocer, Katsuki.
El teléfono del mayor suena, haciendo que suelte al menor para contestar de inmediato.
—¿Qué pasa, Franco? -pregunta. —... ¡¿En serio?! Oh, maldición... No, no. Es bueno, pero... -voltea hacia el cenizo con una mirada llena de duda. —Ah, no, no pasa nada, solo... Estoy muy emocionado de que haya funcionado tan rápido.
El cenizo vio al mayor irse. Por dentro se sentía aliviado, pero a la vez temeroso. ¿Qué pasará cuándo vuelva?
Se hizo esa pregunta durante días, puesto que aquel hombre simplemente no regresaba.
Cuando por fin regresó, Katsuki sentía más miedo que al principio. Ha pasado ya un tiempo desde la última vez que le había siquiera insultado, así que cree su “castigo” será grande. Y no sabe si podrá soportarlo, con tantos días que no ha comido nada, no se encuentra en la mejor situación, aunque nunca lo ha estado desde que fue encerrado ahí.
Pero para la sorpresa del menor, Fazio solo baja cada dos días a dejarle comida, algunas veces incluso “lo baña”, ya que según este, Katsuki apesta peor que los cadáveres de su maletero.
Incluso el propio cenizo puede darse cuenta que ha pasado más de solo un mes. Aunque no puede ver el sol ni la luna, y tiene muchos problemas para siquiera cerrar sus ojos, puede decir que Fazio Vassari ha estado demasiado ocupado y el tiempo ha pasado más rápido de lo que lo habían hecho los últimos años para él.
Un día el pelinegro baja con un regalo para el ya no tan pequeño Katsuki.
—¡Feliz cumpleaños! -le dijo con una sonrisa la cual hizo al menor sentir escalofríos, flashbacks de sus horribles “cumpleaños” llegan a su memoria. —Tengo un gran regalo para ti, mi lindo Katsuki-chan... -se acerca a él y se pone de cuclillas, el cenizo agacha la cabeza con miedo. Se encuentra de rodillas en el suelo y su plato de comida está vacío, sabía que el mayor se fijaría en ello y no quería problemas. —Cortaré tu cabello Katsuki-chan, te ha vuelto a crecer, apesar de que lo corté hace un mes... Pero ese no es mi regalo sorpresa. -lanza unas llaves hacia él. —Esto es solo el principio.
Y tenía mucha razón.
La vida de (Bakugo) Katsuki cambió de una forma en la que no podía haberlo imaginado nunca.
Pasó de vivir en una pequeño cuarto encadenado día y noche, a un apartamento sin “ninguna” atadura.
Si Katsuki hubiera sido engañado por el menor de los Vassari, habría caído en aquella trampa, en donde Fazio pretendía amarlo de verdad y haber cambiado de opinión solo porque “había madurado”.
Viviendo como un preso, siendo monitoreado 24/7, y sin poder salir de aquel apartamento, tenía que fingir estar feliz, ya que el miedo seguía en él. Las amenazas de Fazio también.
Katsuki no estaba muy seguro si el mayor realmente había perdido la cabeza más de lo que ya lo había hecho desde su nacimiento, o simplemente pensaba matarlo pronto, pero desde que se habían “mudado” a aquel apartamento, Fazio le contaba todos sus negocios, le daba nombres y detalles como si algo más estuviera tramando.
Probablemente tenía unos dieciocho años cuando Lorenzo, el mayor de los Vassari terminó muriendo en un tipo de ataque enemigo. Fazio buscó consuelo en Katsuki, como si fueran una una pareja normal, como si nunca hubiera existido esa diferencia de edad ilegal y un maltrato de todo tipo recibido únicamente por el cenizo.
Sin embargo, nuevamente Katsuki no podía negarse a lo que sea que Fazio le pidiera.
Incluso pensó que preferiría ser golpeado a tener que consolar con cariño al mayor.
“Si cuando era un niño no le importaba la fuerza que usaba en mi... ¿Qué haría ahora? Necesito mantenerme vivo y encontrar la forma de escapar. Tal vez... Tal vez si fingo estar enamorado me dejará ir... ¿Me creerá?”
Fue lo que pensó, comenzando así un plan.
Muchas ideas se le ocurrieron, unas incluso lo convertían en un asesino.
Pero nunca pudo hacer nada de esto.
~
—Katsuki, tú y yo compartimos muchos secretos. ¿Sabes por qué es eso?
—... No.
Fazio sonríe.
—Tú y yo hemos estado juntos desde hace tiempo. Algún día, podremos casarnos. Y las parejas no pueden ocultar nada hacia la otra persona, porque realmente la aman. Nosotros nos amamos demasiado... ¿Cierto? -pregunta mientras come, del otro lado de la mesa se encuentra el cenizo quien también comía.
—Sí. -afirma sin titubear, mira su comida, la cual no puede realmente disfrutar debido a la presencia y palabras del mayor.
—Además, las parejas comparten juntos sus problemas y preocupaciones, así el dolor se vuelve menos...
—¿Dolor? ¿Algo te ha pasado?
—Veo que te preocupas por mi como siempre, mi pequeño Katsuki. Pero no es así. Yo estoy bien. Tengo que regresar a Japón... Algún día iremos allí juntos. -comenta mirando fijamente al cenizo. —Pero esta vez solo tardaré dos días, estaré de vuelta pronto. Recuerda que no dejaré de vigilarte ni por un segundo, no necesito dormir, ni siquiera tendré que parpadear para evitar que hagas algo que yo sé que no quieres hacer.
—Estaré esperando tu regreso. -responde Katsuki ante la amenaza ya tan repetitiva del mayor. —Y también nuestro viaje juntos. -finge una pequeña sonrisa que logra engañar al pelinegro.
—Me alegra oírte decir eso, mi lindo Katsuki-chan. Podría ser que eres el único japonés que no es un estúpido. -se recarga en el respaldo de su asiento, olvidando por completo su almuerzo. —Al principio de mis negocios con ellos, confíe en uno en específico, y él confío en otro, pero este último hijo de puta fue con la policía para hablarle de mis malditos negocios. -recuerda con odio. —Por suerte el bastardo en el que confíe tenía comprados a esos policías de mierda, y aquel hombre fue obviamente asesinado junto a su familia, también se encargaron de las personas involucradas... Una vieja historia. Me da nostalgia.
—¿Seguiste negociando con ellos? -pregunta sin sonar realmente interesado, termina su comida y levanta su plato llevándolo hasta el fregadero, de pronto es seguido por el más alto, quien se detiene cerca de él. Internamente Katsuki tiembla y ruega porque Fazio no quiera tocarlo.
—Sí. Pero hay alguien que intenta meterse en nuestros asuntos. Un bastardo muy astuto y discreto. Me parece que se llama Izuku Midoriya.
—¿Es un jefe de la yakuza?
—No lo sé... -regresa a su asiento. —Estamos investigando. Si lo es, mi familia lo traerá aquí, tenemos un plan en mente. Te lo diré después.
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Odore Fantasma
Short StoryUn mafioso japonés llega a Italia para apoderarse de ella, pero de esto no trata la historia.