Segunda Semana 5

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Las palabras de Mile se contradecían con sus acciones. Porque Mile no le dio a Apo espacio para respirar. Él absorbió los gemidos y respiraciones que fluían de Apo, como si todo lo que saliera de él estuviera supeditado a sus órdenes.

El estímulo en la apretada parte inferior de su cuerpo, el roce suave y en su espalda y sus orejas, parecían a punto de hacerlo perder la cabeza. Era un acto que parecía amistoso y amable, pero que no le dejaba ningún lugar para poder escapar. Estaba claro que podía rechazarlo con solo aplicar un poco de fuerza, pero Apo no pudo decidir la dirección de sus acciones debido al placer que nunca antes había sentido con un beso.

Sus ojos acalorados le dolían y picaban. La parte superior de su cuerpo seguía reclinándose ante el calor, que hacía que su cabeza se mareara. Y Mile envolvió a Apo de forma muy natural.

A Apo se le ocurrió que definitivamente alguien los vería. Para él, que ni siquiera era bueno para tomarse de la mano con otra persona, besarse era algo que ni siquiera se atrevía a imaginar en una situación habitual. Fue por la percepción de que era una molestia. En su manera de hacer de la vida íntima una virtud, era evidente que lo que estaba haciendo ahora, era muy indecoroso.

Sin embargo, ese pensamiento se dispersaba de su mente, cada vez que su lengua se enredaba con la de Mile y era succionada por él. Su virtud se derritió sin dejar rastro cuando Mile lo tocó. Y solo después de que se tragó su saliva dulcemente mezclada, y su espalda estaba tan palpitante hasta el punto de no poder soportarlo, Mile finalmente lo soltó.

Aunque logró respirar un par de veces, Apo jadeó e inhaló de forma errática, como si hubiera contenido la respiración por mucho tiempo. Cuando recobró el sentido, estaba apoyado en la barra, como si su cuerpo hubiera retrocedido por reflejo.

—Eres más sensible de lo que pensaba, Apo.

Su cuerpo estaba sensible por el beso intenso, que lo hizo sentir casi intimidado. Su piel, que se erizó por completo, reaccionó sensiblemente a su tacto. Los dedos de Mile descendieron por la delgada camisa de su traje, y se posaron a lo largo de sus firme espalda. Apo gimió, torciendo los ojos, mientras Mile doblaba gentilmente los dedos y lo acariciaba.

—Ah. —Un gemido se escapó de su boca, antes de que pudiera incluso pensar que debía detenerlo.

Apo cerró la boca demasiado tarde. Se quedó sin aliento, tratando de no hacer ningún sonido. Su pecho se agitó intensamente y se hundió gradualmente. Pero él parecía no poder darse cuenta de eso.

—Afuera, este acto... me gustaría que no lo hicieras.

Sin saber qué tipo de respuesta le daría Mile, Apo dijo esas palabras para recuperar su compostura. Pero Mile solo arqueó las cejas y sonrió juguetonamente. Sus labios que se curvaron con una suave sonrisa, ahora estaban rojos y húmedos como evidencia del beso que acababan de darse.

Apo pensó que quizás sus labios, tendrían el mismo color. Porque sus labios le ardían, e incluso sentía que estaban hinchados. Sin darse cuenta, alzó la mano para tocárselos, pero antes de que pudiera hacerlo, apretó el puño y luego lo abrió de nuevo.

—¿De verdad?

—Sí.

—Sin importar lo que pase, ¿no es así?

Apo exhaló levemente y parpadeó.

—Por favor, dame un ejemplo.

—Bien.

Mile se frotó la barbilla y luego tocó los labios de Apo. Como acababan de besarse, Apo se asombró por la sensación de sus dedos tocando sus labios.

DTR ||MileApo||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora