Extra (2) Manual for Mile Romsaithong 9

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El cuerpo de Apo fue empujado hacia atrás. Tensando las piernas para no caerse, se tambaleó y retrocedió.

Sus piernas quedaron atrapadas en la mesa y luego fueron empujadas de nuevo. Mientras tanto, sus lenguas se mezclaban sin parar. Las lenguas estaban enredadas de forma desordenada, emitieron un sonido húmedo de fricción. La saliva corría por su barbilla.

—Ah, ugh. —Apo jadeó sin aliento, porque Mile ni siquiera le permitía respirar.

Su espalda chocó con la puerta. Y mientras Apo era presionado contra la puerta y encerrado en sus brazos, Mile giró la cabeza y lo probó profundamente.

El cuerpo de Apo se estremeció, ante la lengua que parecía lamer su paladar y la parte blanda de su boca. Estaba a punto de ahogarse. Entonces, levantó la mano con dificultad para empujar el pecho de Mile. Sentía un hormigueo en la cabeza porque le faltaba oxígeno.

Mile gimió y abrió la puerta. Luego, agarró a Apo por la cintura y lo acostó en la cama. Después, se subió encima de él, con un movimiento elegante e impaciente. Entonces, se bajó los pantalones. Al final, su pene quedó suspendido sobre el rostro de Apo. Con el grueso trozo de carne le frotó los labios con fuerza.

—Boca. —dijo Mile esa única palabra, con una voz que no parecía la suya. Luego, le abofeteó la mejilla con su pene. Apo sintió que el calor se elevaba furiosamente en su interior.— Ábrela. —le ordenó Mile, mientras frotaba la punta roma de su pene sobre sus suaves labios.

Apo podía escuchar a su corazón latiendo en sus oídos. Parecía que Mile también estaba tratando de volverlo loco, porque sus feromonas se extendían por todo su cuerpo. Apo abrió la boca lentamente. Entonces, Mile empujó su pene a través del hueco entre sus labios, como si  estuviera penetrando su agujero.

Su mandíbula se ensanchó lentamente. Su lengua fue presionada por el pene que llenaba su boca. Apo gimió cuando se sintió asfixiado. La saliva fluía por su barbilla, que se había ensanchado hasta el límite. El pene había logrado entrar en su boca, pero lo estaba asfixiando.

—Ugh, ugh, ah...ugh.

—Sí... así. —dijo Mile en voz baja, como si estuviera muy satisfecho.

Entonces, extendió su mano cálida y le acarició suavemente el cabello como un elogio, y luego lo agarró con fuerza. Mile le alzó la cabeza. Entonces, le clavó el pene hasta la garganta. Abriendo mucho los ojos, Apo agarró a Mile por la muñeca.

—Ugh, uh, Ugh... ah... ugh.

Su lengua estaba aplastada, mientras la saliva bajaba por su garganta. Mile comenzó a mover su cintura en esa posición. Su cintura, que retrocedió lentamente, le apuñaló la garganta con fuerza y se hundió en su interior. Entonces, repitió el movimiento.

—Ugh, uh, ah, ugh. —mientras el pene de Mile salía de su boca, Apo trataba de tomar aliento.

El pene de Apo también se endureció, mientras él lo trataba con brusquedad. Como estaba ligeramente desnudo, el pene endurecido quedó expuesto entre sus pantalones. El líquido preseminal le empapó el estómago. Sus caderas se movieron.

El clímax de Mile llegó más rápido de lo habitual. Apo no pudo evitar tragarse el semen que fluyó por su garganta como un rocío.

Cof, cof- tosió.

Apo tenía la nariz tapada, y derramaba lágrimas como si el líquido hubiera pasado por sus vías respiratorias. Le dolía la boca. Tenía los labios ligeramente desgarrados y sentía el sabor de la sangre.

Incluso después de correrse, Mile seguía empujando el pene en su boca. Fue solo después de sacudirlo sin dejar una sola gota, que Mile lentamente lo sacó. La saliva se estiró tan larga como un hilo, conectando los labios de Apo y el pene de Mile.

El pene de Mile se movía a pesar de que acababa de eyacular. Como un depredador que ataca a su presa, Mile se estiró mucho. Apenas calmando su respiración agitada, Apo lentamente se echó hacia atrás.

Sus palmas buscaron a tientas y empujaron la sábana. Quería ver más de cerca a Mile. En la postura en la que se encontraba, solo podía ver una sombra. Pero al ver que Apo se apartaba de él como un fugitivo, Mile lo siguió de inmediato.

—¿A dónde vas? —dijo Mile, mientras le arrancaba los pantalones bruscamente.

Entonces, le levantó las piernas e incluso le bajó la ropa interior. Su pene duro y caliente lo tocó entre las piernas desnudas expuestas. El pene, empapado con la saliva de Apo, dividió el espacio entre sus nalgas, sin dar señales de reducir su tamaño.

—No puedes huir ahora.

—Mile, eso no es...

El intento de ver su cara se vio empañado por el acto de Mile, de intentar entrar por un agujero que todavía estaba bien cerrado. Apo sintió que un escalofrío le recorría la espalda. Mile parecía haberle dicho la verdad.

Su agujero, al que no se le había hecho ninguna preparación previa, y que generalmente era ensanchado generosamente, estaba tercamente cerrado. Parecía que se rompería si Mile lo penetraba de inmediato.

—Win, tú eres mío.

Pero los ojos de Apo se agrandaron, cuando escuchó esas palabras. Fue porque era la primera vez que Mile le mostraba una posesividad tan directa. Su corazón estaba latiendo rápido. Esas pocas palabras de Mile, suprimieron su rechazo instintivo de que su ano pudiera rasgarse.

—Deberías haberte ido cuando te lo pedí. ¿No crees?

Mile presionó su agujero apretado. Pero su interior no se abrió fácilmente, incluso con el movimiento que podría rasgar sus arrugas. Apo trató de relajarse de alguna manera.

—Mile, no, va a entrar...

Pero el desgarro no era el problema. Simplemente, no pensó que fuera a entrar. Apo miró a su alrededor con vergüenza. Entonces, vio el cajón de la mesa lateral donde colocaba el lubricante. No sabia exactamente en que condición estaba, pero sabia que Mile no podía hacerlo por él. Entonces, Apo pensó que debía hacerlo por sí mismo.

—Ah...

—Maldición. —Mile, que pronunció una mala palabra, se levantó violentamente.

Entonces, estiró su brazo más allá de Apo para abrir el cajón. Luego, se escuchó un traqueteo y lo abrió. Con prisa, Mile rebuscó en el cajón y sacó el lubricante.

—Es tan estrecho a pesar de que te penetro todos los días... ¿Qué voy a hacer?

Se escuchó el sonido de una tapa abriéndose, y Apo sintió que algo frío rozaba su entrepierna. Podía escuchar el sonido de su respiración agitada. Mile exprimió el lubricante y lo esparció sobre sus nalgas. Luego, su pene lo tocó de nuevo. La punta del glande se frotó con fuerza sobre el orificio resbaladizo.

Pero todavía no parecía que fuera a entrar. Apo se humedeció los labios sin confianza. Era la primera vez que Mile no lo preparaba con los dedos. No era razonable que lo penetrara en ese estado, incluso aunque lo hubiera aflojado un poco al principio.

—Ah, ugh... ugh, ah... ¡Ah...!

Pero para su sorpresa, el pene comenzó a entrar poco a poco por el agujero. El lubricante se deslizó por el orificio ligeramente abierto. Cuando la punta gruesa y roma del pene se introdujo en el espacio estrecho, el lubricante se derritió bajo una fuerte presión, y humedeció la pared interna.



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