𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐈𝐈

537 43 2
                                    

𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎

—¿Estás seguro de lo que vas a hacer? —Carlos me mira sentado en la cama de la habitación de invitados.

—¿Por qué no iba a estarlo?

—Hombre...—el madrileño me mira a través del espejo—. Vas a ir a casa de tu antigua amiga, de la cual admites que aún tienes ciertos sentimientos y va a estar su prometido.

—¿Y eso qué tiene que ver? —frunzo el ceño—. Va a ser su marido, es lógico que quiera que lo conozca o que esté ahí.

—Ya...

El madrileño me mira alzando una ceja y me doy la vuelta.

—Es solo una amiga a la que hace años no veo, Carlos —pongo los ojos en blanco—. Quiero retomar la amistad con ella, nada más.

—¿Tú te crees que yo me chupo el dedo?

—No, pero las cosas como son —me siento para poder ponerme las deportivas—. Nuestra relación se quebró de un día para otro, por parte de ambos. Ahora nos hemos reencontrado años después, obviamente no es la misma mujer que conocía hace diecisiete años atrás, ahora es diferente, ya no es ella. Tengo que conocer a esta mujer.

—Conocer o...conocer —hace comillas con sus dedos.

—Qué cabrón eres.

—Solo digo las cosas como son, Fernando —Carlos se incorpora en la cama—. En el fondo sigues enamorado de ella y te has pasado la vida buscando a una mujer que fuese como ella, o directamente a ella —se sienta a mi lado—. Aprovecha ahora.

—No —niego—. No voy a aprovechar nada. Ella está prometida y yo solo quiero volver a retomar la amistad con mi amiga. Quiero volver a conocerla y que esté en mi vida. Además, estoy con alguien...

—Todos sabemos quién es —Carlos suelta una carcajada—. Y si esta amiga es la chica esa de Imola con la que estabas déjame decirte que me parece mucho más interesante que la reportera de deportes.

—Quiero a Linda, llevamos casi cinco años juntos

—No lo niego —me mira serio—. Pero no te gusta tanto como te gusta ella.

—No sabes lo que dices —me pongo en pie y me acerco al espejo para colocarme el cuello de la camisa.

—Sí se lo que digo —habla a mi espalda—. El que no lo sabes eres tú.

—¿Qué tal con Layla? —pregunto.

—Bien, pero no me cambies de tema.

—Prefiero cambiar de tema antes de que sigas atosigando con cosas de las que no tienes ni idea.

—Para ti soy un crío ahora, pero creo que nunca he estado tan seguro de mis palabras en mi vida.

Sonrío y me doy la vuelta. Me acerco al madrileño y le doy unas palmaditas en el pecho.

—Aplícate esas palabras a ti mismo, Carlos —le dedico una sonrisa—. Que estás más que enamorado de Layla y ella de ti.

—No he negado eso.

—E intentad no sed tan obvios, ¿de acuerdo?

—¿Eh? —me mira confundido.

—Sois demasiado obvios, Carletes —suelto una carcajada—. Dejad de intentar esconder que no os gustáis mutuamente y de que estáis juntos. Es obvio que lo estáis, todos lo sabemos.

𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora