𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈

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Las vacaciones se pasaron más rápido de lo esperado. Durante los días que estuvimos en las Islas Canarias, Fernando y yo seguimos recibiendo las llamadas de Oriol, pero en este caso, uno de sus amigos policías pinchó mi teléfono para poder enterarse de todo lo que ocurría. Por otra parte, dejamos en claro el hecho de que debíamos fingir que durante las vacaciones habíamos tenido problemas irreconciliables, por lo que tuvimos que poner fin a nuestra relación.

Algunos periodistas nos siguieron, por lo que en muchas ocasiones tuvimos que fingir peleas o que nos encontrábamos molestos el uno con el otro. Esto pareció funcionar más cuando decidimos volver por separado a España. Fernando cogió un vuelo a Bélgica para la carrera en SPA y yo regresé al apartamento para comenzar a pensar en la excedencia.

Para poder comunicarme con Fernando sin tener a terceras personas por medio, nos hemos hecho con nuevos teléfonos, los cuales nos hemos encargado de darle solo a nuestros conocidos.

—¿Crees que te la concederán? —pregunta Fernando desde el otro lado.

—No lo sé —niego mientras conduzco—. Es algo que se tiene que pedir con cuatro meses de antelación o más tardar cinco años y no estoy muy segura de si me la van a poder conceder.

—¿Qué pasa si no te la dan?

—Que no podré dedicarme plenamente a la investigación —suspiro—. Lo tendría que hacer en momentos libres.

—Ya veo...

—De momento me voy a reunir con el decano de la facultad para hablar con él. Lo más seguro es que tenga que esperar estos cuatro meses. ¿Por qué no se me habría ocurrido esto antes?

—Porque no habías podido ver el cuadro, y bueno, en verano no se trabaja —se ríe.

—Lo sé, pero quizás podría haberme puesto mucho antes a investigar.

—No te preocupes, Lina —el tono de voz de Fernando me tranquiliza—. Por lo menos contarás con el sueldo.

—Dentro de lo malo...sí —me río—. Me gusta ver a los chicos entrar nerviosos cuando me tocan las clases de primer año.

—Tú también estuviste en su lugar, Lina.

—Lo sé —asiento—. Por eso me gusta verlos entrar con miedo y después descubrir que son mis clases las que más les gustan.

—Eso dice mucho de ti, cariño.

—Lo se.

Fernando y yo charlamos un poco más hasta que llego a la facultad. Aparco y me sorprende que, a pesar de estar a finales de agosto, ya haya algún que otro coche de mis compañeros.

Al poner un pie en la universidad, saludo a los conserjes que se encuentran allí. Me acerco para preguntarles sobre su verano y ellos, amablemente, me responden. Cuando llamo al despacho del rector, me siento tensa, ya que él y yo nunca hemos tenido una muy buena relación.

—¿En que puedo ayudarte, Adelina? —pregunta una vez que se ha sentado.

—Quería negociar una excedencia para llevar a cabo una investigación —me cruzo de piernas y lo miro.

—¿De qué investigación estaríamos hablando exactamente? —pregunta.

—Como sabrá, a finales del curso escolar pude participar en una exposición sobre ciertos cuadros realizados a los zares rusos a lo largo de su mandato, desde la creación del título del zar como tal.

—Lo tengo entendido, sí —asiente con la cabeza.

—Durante su preparación dimos con una obra que no esperábamos, se cree que podía tratarse de la verdadera persona que puso ese nombre al título del gobernante de Rusia.

𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora