𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐗𝐈𝐈

536 39 3
                                    

Salgo corriendo de casa y monto en el coche. Conduzco hasta el museo y tardo unos minutos más en aparcar. Salgo precipitadamente del coche con los tacones en la mano.

—Mierda, mierda, mierda —subo a la acera mientras me pongo los tacones.

Corro por la acera y al llegar al museo enseño la acreditación provisional que me han dado. Los guardias me dejan entrar y corro por el enorme hall hasta la sala de la exposición temporal. Las puertas se abren solas y entro en la habitación.

—Perdón, perdón —me acerco a Enzo.

—Tranquila —me dedica una sonrisa—. Aun faltan unos minutos.

—Lo sé —asiento—. Pero quería llegar a tiempo.

Termino de acomodarme los tacones y respiro con dificultad.

—Vienes acelerada —Enza suelta una carcajada.

—Hombre, vengo corriendo desde donde he dejado el coche y...—me abanico con la mano.

—Anda, tranquila —Enzo acaricia mi espalda—. Voy a por una botella de agua.

Enzo sale de la sala y a los segundos vuelve a entrar con dos pequeñas botellas de agua dándome una. Se lo agradezco y la abro para después beber más de la mitad.

—¿Qué tal en Austria? —pregunta.

—La verdad es que...bien, si —me rasco la nuca.

—¿Algo interesante en la carrera?

—Hm, no que sea para recordar —me encojo de hombros.

—Bueno, pensemos en la exposición —me dedica una amplia sonrisa—. Y luego, si sigues interesada en lo que te comenté sobre investigar el cuadro...

—No lo sé, Enzo —dudo—. Son muchos meses de investigación y no sé si tenga tiempo.

—¿No podrías pedirte una excedencia en el trabajo durante el curso? —se cruza de brazos—. No quiero presionarte, Adelina, pero es una gran oportunidad y no deberías dejarla pasar. No todos los días se puede descubrir una nueva rama de la historia.

—Ya pero, ¿qué cambiaria el hecho de que ella fuese la primera zarina?

—Si lo trabajamos bien...cambiaría mucho —responde—. Al menos en el orden de la historia de rusia.

—Es una gran responsabilidad.

—Lo sé —asiente—. Por eso no te quiero presionar. Piénsalo bien.

Enzo me da un leve pellizco en el brazo de manera cariñosa. A los minutos, uno de los empleados del museo nos informa de que van a abrir las puertas del museo y con ello, las de la exposición. Noto como comienzo a ponerme nerviosa y Enzo suelta una carcajada.

—Relájate, Adelina —se ríe—. Todo va a salir bien, es solo la inauguración de una exposición.

—Ya lo sé —admito—. Pero estoy nerviosa, nunca lo había hecho. Yo solo soy de estar detrás de los libros buscando información.

—¿Y no es eso un motivo para conseguir un poco más? —pregunta.

En el momento que voy a responder, escuchamos la puerta corredera abrirse y nos preparamos. Algunos periodistas entran seguidos por algunos críticos de arte. Comienzo a ponerme más nerviosa al ver uno que es conocido por ser bastante estricto con las exposiciones que visita, pues rara vez da una valoración positiva.

—Gracias a todos por venir —comienza Enzo—. Quería agradecer al Museo del Prado por cedernos este ala del museo para llevarla a cabo. Al principio creí que sería un disparate y que no les agradaría la idea, pero cuando me dieron el visto bueno hace dos años, empecé a recoger todas las obras que alberga la exposición.

𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora