𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐗𝐗

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Al despertar descubro que Fernando no está a mi lado. Me estiro en la cama y me restriego los ojos y después, cojo el móvil de la mesita de noche. Miro las redes sociales y compruebo si el piloto me ha escrito, pero no veo ningún mensaje. Me levanto de la cama y voy al baño a lavarme la cara y hacer pis. Al terminar, me pongo los pantalones cortos deportivos y un sujetador. Me recojo el pelo en una coleta. Busco por la villa y veo una esterilla así que aprovecho para hacer un poco de yoga. 

Me pongo en la playa de la piscina y me pongo a hacer algunas posturas fáciles de yoga para calentar un poco y después, comienzo a hacer algunas más complicadas. Al cabo de unos minutos, escucho la puerta de la villa abrirse, miro a través de mis piernas y, del revés, veo a Fernando. El piloto aparece con unos pantalones cortos y una camiseta de manga corta. Tiene los auriculares puestos y me mira con las manos en la cadera. Me incorporo y me doy la vuelta.

—Buenos días —saludo.

—Buenos días, cariño —se acerca a mí mientras se quita los auriculares—. ¿Has dormido bien?

—Sí —asiento.

Fernando me da un pequeño beso en los labios y me mira con una sonrisa en el rostro.

—¿Has desayunado?

—No —niego con la cabeza—. Quería esperarte. He supuesto que te habrías ido a correr un rato.

—Sí —se quita los auriculares de alrededor del cuello—. He estado nadando por la playa y corriendo un rato.

—Has empezado bien el día, sí —asiento con la cabeza.

—Tú lo has empezado del revés —comenta divertido.

—Quería hacer un poco de yoga.

—Esos pantaloncitos te quedan muy bien —me da un pellizco en el culo.

—Gracias —le doy un pequeño beso en los labios—. Anda, ve a ducharte y a ponerte algo seco.

—Ahora vengo.

Fernando me vuelve a dar otro pequeño beso en los labios y va hacia la habitación. Recojo la esterilla y la guardo en el armario de nuevo. Voy hacia la cocina y veo que las bandejas de anoche ya no están y que han sido reemplazadas por otras junto con una jarra con café, leche y zumo.

El piloto aparece a lo minutos con el pelo húmedo y solamente en bóxers. Se acerca a mí y mira en las bandejas.

—¿Cuándo han traído esto? —pregunto.

—He coincidido con los empleados cuando salía a entrenar —responde—. Les he indicado que dejasen las cosas en la cocina y se fuesen, aunque me he esperado a que saliesen.

—No me he enterado.

—Estabas profundamente dormida —acaricia mi mejilla.

Nos servimos el café en las tazas y nos sentamos a desayunar tranquilamente.

—Entonces, ¿cuál es el plan?

—Tenemos que ir al puerto a coger el yate y después lo vamos a llevar hasta donde nos indiquen por la radio.

—¿Has conducido alguna vez un yate?

—Sí —asiente—. Así que no te preocupes.

—No me preocupo —niego con una sonrisa—. Me fío de ti.

—Lo sé, cariño.

Terminamos de desayunar y dejamos las cosas juntas para que no tengan mucho trabajo. Nos ponemos los bañadores y cogemos las cosas necesarias. Salimos de la villa y caminamos por el paseo que lleva hasta el puerto. Una vez allí, Fernando me guía hasta un pequeño yate, un Burger 50 Cruiser. Un hombre nos recibe y los tres subimos a la embarcación. Dejamos que el capitán le de varias instrucciones al piloto ya que quiere llevarlo un rato.

𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora