𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐈𝐈

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    Me paso la palma de las manos por los pantalones mientras me miro en el espejo. Es una cena de viejos amigos, por lo que no debo ir demasiado arreglada, pero tampoco quiero dar una mala imagen, por lo que me he puesto unos pantalones de traje junto con una blusa burdeos. Todo acompañado de unos tacones de aguja negros. 

Me doy un último vistazo asegurándome de que el maquillaje esté intacto y de que el peinado esté en orden. Miro el reloj en mi muñeca y de repente noto como mi corazón se acelera, a penas me quedan quince minutos para ir al restaurante donde he quedado con Fernando.

Cojo el bolso y un abrigo. Salgo del apartamento tras conectar la alarma y bajo hasta la calle. Cojo el metro y me deja en la parada cercana al lugar donde hemos quedado, al salir camino hacia la Plaza de Celenque. Al llegar no veo a Fernando en ningún lado, así que supongo que estará en el interior del restaurante. Cuando entro una chica peruana se acerca a mí.

—Buenas noches —saludo.

—Buenas noches —me devuelve el saludo—. ¿Tiene reserva?

—Hm sí yo...

—Tenemos una reserva a nombre de Fernando —escucho la voz del asturiano a mi espalda.

Noto su calor a mi espalda y su olor inunda el pequeño hall del restaurante. La chica se apresura a mirar en la tablet, tras dar el visto bueno nos pide que la acompañemos. Nos guía hasta un reservado que hay en el exterior, el cual se encuentra decorado con plantas por toda la habitación.

Cuando nos sentamos, Fernando me mira con una pequeña sonrisa en el rostro. Me fijo en lo guapo que se encuentra. Se ha puesto una camisa blanca con el primer botón desabrochado. Unos pantalones azules de traje con un cinturón negro y apuesto lo que sea a que lleva unos zapatos de vestir del mismo color.

—Me ha sorprendido tu llamada —habla.

—A mi también

Fernando frunce levemente el ceño y me mira confundido.

—Lo siento —se disculpa.

Se por qué lo hace.

—No pasa nada.

—Sí, sí que pasa —asiente—. No he sido el mejor amigo. He tenido oportunidades para llamarte a lo largo de estos años y no lo he hecho. Lo siento muchísimo.

—Tus motivos tendrías.

—En algunas ocasiones sí —noto como comienza a mover la pierna, nervioso, pues el mantel comienza a temblar—. Pero en muchas no había. Lo siento.

—Entiendo que nuestras vidas se separaron, Fernando.

—Pero eso no quita que no dejases de ser mi amiga — me mira serio—. Y me siento muy culpable por el hecho de haberte descuidado. Éramos inseparables, y así debió seguir siendo, pero lo jodí.

—No, Fernando —niego—. Lo dijiste tú mismo esta mañana —lo miro fijamente—. La culpa no es solo tuya, también es mía.

—No lo hemos hecho bien —niega—. Aunque debes creerme cuando te digo que no he dejado de pensar en mi amiga durante estos años.

—No te creo —alzo una ceja y lo miro de forma divertida.

—No lo hagas —me dedica una pequeña sonrisa—. Pero es la verdad. Aunque nuestros padres me pusieran al corriente de tu vida, nunca he dejado de pensar en qué sería de mi amiga. No quería saber de ti a través de ellos, quería saberlo directamente de ti, pero nunca me atrevía a llamarte. Sabía que ya era tarde y que te había hecho daño de alguna forma.

𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora