𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐕𝐈

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Salgo del aula una vez que los alumnos se han ido. De camino a la facultad, ya que me he ido al edificio anexo, me encuentro con uno de los profesores del grado de geografía.

—Buenos días —me saluda el profesor.

—Buenos días, Jesús —saludo.

—¿Mañana dura?

—Clase con los de primero —hago una mueca.

—Eso merece un café doble —bromea.

—La verdad es que sí —me río.

El profesor de geografía me mira detenidamente y rápidamente sé lo que va a pasar, se lo que le ronda por la cabeza.

—¿Qué es lo que quieres exactamente, Jesús?

El hombre me mira con una enorme sonrisa.

—¿Es verdad eso que dicen de que eres cercana a Fernando Alonso?

Cierro los ojos unos segundos y suelto un suspiro. Los abro y miro a mi compañero detenidamente.

—No es algo que te importe —hablo—. Mi vida privada no es algo de lo que deba ir hablando, y mucho menos la de él.

—Solo quiero...

—No quieres solo saberlo —lo interrumpo—. Quieres hondar más tras la respuesta que te dé, así que prefiero no decir nada y dejarlo a la imaginación de los demás.

Me voy antes de que él pueda decir algo más. Al llegar a la facultad me encuentro a algunos alumnos que me saludan con una sonrisa. Voy hacia el departamento, entro y me encierro dentro. Suelto un suspiro al sentirme a salvo en un lugar donde, ahora mismo, nadie puede entrar.

Voy hacia mi escritorio, me siento y me tapo el rostro con las manos. Desde que salieron esas fotos con Fernando hace unos días, todo se ha puesto del revés. Mis compañeros me miran de otra forma y, aquellos con los que nunca me había hablado, ahora se están acercando a mí, obviamente por interés. A Oriol lo acosan algunos periodistas intentando saber más sobre mi relación con el piloto, algunos lo esperan a la salida del Hospital y el pobre tiene que rehuirlos. Por mi parte, algunos me esperan en la puerta de la facultad y ni que decir sobre los alumnos, sobre todos aquellos a los que les gusta la Fórmula Uno, pues vienen a mí intentando saber cosas sobre el asturiano o intentando conseguir algo.

Es todo demasiado para tan poco tiempo. Fernando no ha vuelto a dar señales de vida desde el mensaje que me envió diciendo que sus representantes se iban a encargar de todo. El hecho de que no diga nada me preocupa, pero a la vez me alivia, pues quiere decir que como bien dijo, sus representantes se han puesto manos a la obra a intentar acallar todo lo que salga relacionado con nosotros.

El sonido de mi móvil inunda la habitación, aparto las manos de mi cara y lo saco del bolso. Veo el nombre de mi madre brillar en la pantalla y dudo unos segundos antes de cogerlo.

—Mamá —hablo.

—¿Cómo estás, cariño?

Por el tono de su voz se que también está preocupada por lo que está ocurriendo. Por suerte a ellos no los han podido interceptar, por lo que se encuentran alejados de todo foco mediático. Los padres de Fernando también se encuentran un tanto tranquilos, al menos dentro de lo que cabe.

—Bueno, estoy.

—Ya verás como todo esto pasa —me intenta animar.

—Pero ¿y si no? —pregunto—. Me he pasado diecisiete años sin saber nada de él más allá de lo necesario y lo que veo en los medios. Sabes que me costó olvidar la forma en la que todo se fue apagando, y ahora solo por el hecho de haber coincidido en un mismo lugar, ha puesto mi vida del revés.

𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora