𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎

𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐋𝐈𝐗

    La vuelta a Madrid se hace complicada. Fernando se ha tenido que ir a Enstone a hacer unas cosas del coche. El entrar en mi apartamento, completamente solo y teniendo el recuerdo de que ahí fue donde mi expareja, una persona a la que quería, me ha disparado se hace cuesta arriba a pesar de que ya han pasado algunas semanas desde ese accidente, no puedo evitar sentirme aún con el miedo de que Oriol pueda volver a encontrar el como entrar en el apartamento.

    Miro a mi alrededor y suelto un suspiro antes de dirigirme hacia la habitación para deshacer la maleta. Al entrar, los recuerdos con Oriol invaden mi mente. No debería estar pensando en él después de lo que nos está haciendo a Fernando y a mí, pero no dejaron de ser cuatro años en los cuales nos compartimos todo. Lo que sí he pensado es que una persona se muestra tal cual es en el momento final de la relación, pero no esperaba que el verdadero ser de Oriol fuese ese y mucho menos enterarme de miles de cosas de su pasado, ninguna de ellas positiva.

    Deshago la maleta y pongo la lavadora con la ropa sucia. Hago algo de limpieza ya que el apartamento lleva mucho tiempo cerrado y se ha acumulado algo de polvo. Abro ventanas para que se airee todo y después, pienso sobre qué hacerme de comer. Mi móvil comienza a sonar y voy rápidamente a cogerlo. Fernando me llama por videollamada así que lo cojo rápidamente.

—¡Hola! —saludo.

—Hola, cariño —saluda.

—¿Muy duro el gimnasio? —me burlo al ver que vuelve a levar el quiqui que se hace para entrenar.

—Normal —responde—. Luego te envío una foto que me he hecho.

—Qué raro, tú haciéndote fotos en el gimnasio —me burlo.

—Ya sabes que a los seguidores debo darles algo —se ríe—. ¿Estás ya en casa?

—Sí, llegué hace un rato.

—¿Y me lo dices ahora? —alza una ceja.

—Me he liado poniendo lavadoras y limpiando la casa —me excuso—. Eso de pasarse tanto tiempo fuera de casa pasa factura.

    Fernando se ríe y me mira con una sonrisa en el rostro.

—Pero has tenido unos bonitos días, ¿verdad? —ladea la cabeza y me mira con cariño.

—Sí, sobre todo el día del coche.

—No sabía que pudieses conducir así, señorita.

—Aprendí del mejor —me siento y apoyo el móvil en el salero.

—Bueno, no te he dado clases nunca, cariño. Lo nuestro era más una competitividad.

—Siempre se nos ha dado bien, ¿no crees?

—Sí —asiente con la cabeza—. Podrías haber sido una gran piloto de Fórmula Uno.

—Es una pena que por aquel entonces no se apostase por las mujeres.

—Desgraciadamente es un deporte que sigue ligado solo a hombres —hace una mueca—. Aunque últimamente más mujeres comienzan a formar parte de él.

—Si hubiese seguido con eso, tendrías una digna adversaria.

—Habría sido maravilloso competir contra ti —me guiña el ojo.

—No creo que me hubiesen dejado competir contra ti —respondo—. Me habrían dejado como una reserva en el caso de que todos los pilotos estuviesen impedidos o hubiesen creado una solo para mujeres.

—Bueno, eso tampoco está mal —se encoge de hombros.

—¿Qué tal el coche?

—Bien —veo que se sienta en un banco—. Hemos estado revisando algunas cosas, espero que esté bien para la siguiente carrera.