𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎

𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈

    —¡Mamá! —la llamo desde la cocina—. ¿Hay que llevar la tarta?

—Sí —responde desde arriba—. Nos la encargó Ana para Fernando.

—¡Vale!

Cojo la tarta y la meto en la bolsa. Mi padre entra en la cocina vestido con un chándal y mi madre aparece a los segundos con ropa de deporte.

—¿A dónde vais? —los miro frunciendo el ceño.

—Todos los martes vamos a andar con Ana y José Luis —responde mi madre—. Así que no podemos faltar.

—Y entonces... ¿para qué voy a llevar esto ahora?

—Porque así ya lo tienen allí y solo vamos directamente.

—¡Esto se avisa, mamá! —me quejo.

—Anda, no digas tonterías —mi padre me dedica una sonrisa—. Además, así te pones al día con Fernando. Seguro que en el viaje de ayer no os dio tiempo.

—Fernando tendrá cosas mejores que hacer que pasar la mañana aguantándome.

—No digas tonterías —responde mi padre.

—¡Venga, venga! —me apremia mi madre.

Los tres salimos de casa y llamamos a la puerta de la casa de los Alonso Díaz. La puerta se abre dejándome ver a Ana y a José Luis.

—¡Buenos días! —saluda Ana.

—Hola —saludo.

—Pasa, cariño —se hace a un lado para dejarme entrar en casa.

—¿Dónde dejo esto? —pregunto mientras me dirijo hacia la cocina.

—Mete todo en la nevera —responde José Luis mientras se termina el café—. Fernando está terminando de hablar por teléfono, pero le hemos dicho que baje a ayudarte.

—Pero no entiendo por qué tengo que dejar todo aquí si no vamos a hacer la barbacoa hasta dentro de un rato —miro a los presentes con el ceño fruncido.

—Porque así tenemos todo aquí, cariño —responde mi madre.

Miro a los adultos un tanto desconcertada. José Luis deja la taza en el fregadero y se va, vuelve al minuto tras lavarse los dientes.

—¿Nos vamos? —pregunta.

—Sí.

Fernando aparece en el momento que nuestros padres están saliendo por la puerta. Los mira desconcertado.

—¿Qué está pasando? —pregunta.

—Nos vamos a caminar —Ana da media vuelta para despedirse de su hijo.

—¿Qué? —Fernando mira a su madre.

—Vamos todos los martes a caminar los cuatro, no podemos faltar —responde su madre.

—Pero ¿ni siquiera hoy?

—No —responden los cuatro.

—Volveremos en un rato, id preparando las cosas para la barbacoa —habla José Luis desde la puerta.

Nuestros padres se van y cuando el piloto y yo nos quedamos solos, nos miramos de la misma forma. No entendemos el extraño comportamiento de nuestros padres. Se de sobra que mi madre no ha dicho nada, pero están actuando raro.

—¿Y a estos qué mosca les ha picado? —pregunto.

—No lo sé —niega.

—¿Qué habéis traído? —pregunta Fernando mientras camina hacia la cocina.