𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐗𝐗𝐈

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𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎

La primera semana de vacaciones llega a su fin y todo ha sido una aventura. A parte de descansar en la playa y en la villa, también hemos podido explorar la isla, descubriendo así lugares e ir hacia las otras dos islas que conforman el conjunto. Por las mañanas, Adelina y yo hemos adoptado una rutina donde yo me voy a correr y a nadar por las mañanas a la playa, y cuando vuelvo a la villa, ella se encuentra haciendo ejercicio o yoga. Después, los días que no vamos de excursión o hacemos actividades, pasamos la mañana en la playa, donde jugamos con las palas y nos enredamos a hacer competiciones de castillos de arena.

—Fernando —Adelina baja de la habitación de arriba con el libro en la mano.

—¿Qué pasa? —aparto la mirada del iPad.

—Oriol me sigue enviando mensajes —me enseña su móvil.

Suelto un suspiro y me paso la mano por el pelo. Dejo el iPad a un lado y aprieto la mandíbula. Desde hace cinco días, Oriol llama a Adelina una vez al día y le envía miles de mensajes. La chica comienza a desesperarse ya que nunca responde a las llamadas o a los mensajes y el hecho de que esté acosándola de esta forma me empieza a cansar. Dejé pasar el hecho de que intentase obligarme a que dejase a Adelina solo por el hecho de que no consigue superarla, pero esto ya es pasarse de la raya.

—Me está empezando a enfadar —me inclino hacia dejante a la vez que bajo los pies de la mesita.

—¿Debería coger la llamada la próxima vez que llame?

—No —niego—. Ese hombre me está empezando a cansar y tiene que aprender que ya no eres su novia.

—Oriol no es mala persona, Fernando —ella se sienta a mi lado.

—No lo sería en la relación, pero ahora sí —la miro—. Entiendo que todo ha pasado rápido y que le pueda joder el hecho de que hayas podido rehacer tu vida tan rápido, pero tiene que aprender que ya no estáis juntos, que estás conmigo.

—¿Y si ha ocurrido algo?

—¿Qué va a ocurrir, Lina? —frunzo el ceño.

—Que le haya pasado algo.

—Sí, lo que le pasa es que no acepta que seas feliz con otro hombre —me echo hacia atrás y me cruzo de brazos—. Y no me vengas con que cada persona tiene su tiempo porque eso ya lo sé, pero tiene que entrarle de una puta vez en la cabeza que no está contigo.

Adelina me mira y deja el móvil sobre la mesa. Se sienta a mi lado y me mira.

—Entiendo que te moleste mi pasado, Fernando.

—No me molesta tu pasado, Adelina —niego con la cabeza—. Todos tenemos uno. Lo que me molesta es que no termine de aceptar que estás con otro hombre y que eres feliz. No debería seguir insistiendo en algo que sabe que ya no va a tener. Debería alegrarse porque estás feliz.

—¿Y si cambio de móvil?

—¿Qué cambiaría con eso? —la miro—. Si dio con mi teléfono, ¿quién te dice que no daría con tu nuevo número?

—No lo sé —suelta un suspiro.

—Si es lo que quieres, cuando volvamos a España nos hacemos con uno nuevo.

—Sería una solución temporal —habla—. Aunque creo que debería hablar con él.

—¿Para qué? —frunzo el ceño—. ¿Para que te intente extorsionar con cualquier gilipollez como hizo conmigo?

𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora