𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎

𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐈

Oriol me mira preocupado al ver que la copa se ha estrellado a nuestros pies, rápidamente llama a alguien y un camarero viene con un paño para recoger los cristales rotos.

—Lo siento —me disculpo.

—No se preocupe, señorita.

El chico termina de recoger los cristales y se va, pero vuelve a los segundos con una fregona para limpiar bien el suelo. Oriol me sujeta por la cintura y nos alejamos del chico para que pueda terminar de limpiar el estropicio que he causado. Miro hacia el escenario donde se encuentra el piloto dando una pequeña charla, pero sus ojos se fijan en mí. El estallido de la copa no ha pasado desapercibido para nadie, y mucho menos para él que se encuentra en alto.

Otro camarero llega con una copa de vino blanco y me la da con una sonrisa, se lo agradezco y prácticamente me la bebo de un trago. Oriol me mira un tanto impresionado, pero no dice nada. Dejo la copa sobre una de las mesas y miro a mi prometido.

—Voy al baño —anuncio.

—¿Necesitas que te acompañe? —acaricia mi cintura.

—No, no te preocupes —acaricio su mejilla y le doy un pequeño beso en los labios.

Salgo de la sala y pregunto por los baños, una de las empleadas de hotel me lo informa amablemente y se lo agradezco. Una vez dentro, cierro la puerta y me apresuro hacia uno de los cubículos, entro y cierro con pestillo. Bajo la tapa y me siento. Escondo mi rostro entre mis manos. ¿Qué cojones hace Fernando aquí?

Comienzo a mover las piernas, nerviosa, y me muerdo las uñas. La última persona a la que esperaba ver en una gala como esta esta es a Fernando. No me dijo nada, pero tampoco pregunté. No entiendo qué tiene que ver la Fórmula Uno con la leucemia por más que digan que es uno de los benefactores de esto.

Escucho abrirse la puerta del baño y luego unos pasos. Me pongo en alerta, intentando descifrar si se trata de una mujer. Miro hacia la rendija de la parte baja de la puerta y veo la sombra de unos pies.

—Lina

Su voz resuena por todo el baño. Cierro los ojos y maldigo.

—Lina, sal de ahí, por favor.

—¿Qué haces aquí? —pregunto.

—Bueno, he venido a buscarte, te he visto...

—No me refiero en los baños, Fernando. Me refiero a qué haces en esta gala.

—Soy benefactor de la causa —responde—. Por lo que me han invitado.

—¿desde hace cuánto tiempo?

—Desde siempre —responde—. Además, esto también es buena publicidad para Alpine.

Cierro los ojos mientras suelto un suspiro.

—¿Puedes abrirme, por favor?

—No.

Escucho como suelta un suspiro.

—Adelina, por favor.

—No quiero verte, Fernando.

—Deberíamos hablar de lo ocurrido.

—No hay nada de lo que hablar —niego—. Ha sido un error.

—Lo sé, y por eso quiero disculparme —habla—. Estaba en un momento bajo y no he sido consciente de lo que he hecho. Lo siento mucho.

—Te conozco, Fernando —hablo—. Y no ha sido porque te encontrases en un momento bajo, por eso no puedo mirarte.

Ambos nos quedamos en silencio.