𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐋𝐈𝐈

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    Fernando me mira incrédulo, lo puedo ver en su rostro. Una sonrisa comienza a formarse poco a poco y puedo ver como le brillan los ojos.

—Lina...—habla mientras viene a abrazarme.

Noto como me estrecha entre sus brazos intentando no hacerme daño. Pongo mis brazos rodeando su cintura y apoyo mi cabeza en su pecho, escuchando así el latir de su corazón.

—¿Qué haces aquí? —pregunta.

—He venido a apoyarte —respondo.

—Pero necesitas descansar, cariño —pone sus manos en mi rostro y me mira.

—Me aburro en casa, y el médico me dijo en la última revisión que todo estaba bien —respondo—. Además, estoy de baja y no puedo incorporarme.

—Lo sé, cariño, pero someterte a un viaje...—frunce los labios y el ceño.

—Estoy bien, cariño —le doy un beso en la punta de la nariz.

Cuando Fernando se separa de mí, se hace a un lado para dejarme entrar en la habitación de su hotel. Cierra la puerta y lo primero que hace es quitarme la maleta de la mano y dejarla a un lado. Pone sus manos rodeando mi cintura y me obliga a caminar sobre la impoluta cama. Me sienta y se acuclilla frente a mí.

—¿Qué pasa? —pregunto al ver que me mira con una sonrisa en el rostro.

—Nada —niega con la sonrisa aún en el rostro—. Estoy muy feliz de que estés aquí conmigo —me da pequeñas caricias con el pulgar en la pierna—. No sabes cuánto.

—Era una sorpresa, por eso no te dije nada —agarro su rostro entre mis manos y lo miro.

—No lo decía por eso, Lina —habla—. Que también, pero no era el principal motivo.

—Creo que entiendo cuál era.

Fernando me dedica una pequeña sonrisa y me da un beso en los labios. Se pone en pie y se tumba a mi lado llevándome con él.

—¿Qué tal los entrenos? —pregunto.

—Cansados, pero los libres empiezan mañana —responde—. Hoy han sido entrevistas y firmar muchas cosas de merch.

—No todo es un mundo de flores —me burlo.

—No, pero estoy acostumbrado —niega.

—¿Y para mi no hay nada? —hago un mohín.

—Para ti siempre hay cosas, Lina —se ríe.

—¿Sí?

—Sí —asiente con la cabeza.

—¿Y qué es lo que tengo?

—Ya te dije en su momento que tu siempre tendrías pases ilimitados —responde.

—¿Incluso cuando no voy? —acaricio su mejilla.

—Siempre los suelo dejar apartados —responde—. Y si finalmente me dices que no vienes, los sorteo en las redes sociales para que alguien pueda disfrutarlos.

—Eso es un gesto muy bonito —hablo.

—Es una forma de darles uso —me encojo de hombros—. Pero esta vez no los he sorteado.

—Eres un hombre listo, estoy segura de que te olías algo —arrugo la nariz y él me da un toque con el dedo en la punta.

—Puede que a tu madre se le escapase algo el otro día —se ríe.

𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora