𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 𝐈𝐕

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𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎

Sigo saltando a la comba mientras mi mente no está aquí, sino en la conversación de anoche con Lina. Me tropiezo y escucho como mi entrenador suelta una risa.

—¿Se puede saber donde tienes la cabeza hoy, Fernando? —me dice en inglés.

—Lo siento —me disculpo.

Me recompongo y continúo saltando a la comba para terminar la serie que me ha puesto. Tras esto me dirijo hacia la máquina para poder entrenar el cuello. Tras una serie, mi entrenador me indica el fin.

—Lo has hecho bastante bien —me muestra en la tablet la estadística del entreno de hoy—. Has estado rápido en los reflejos, así que eso nos beneficia bastante. Estás como siempre, quizás un poco más lento, pero eso lo podemos arreglar.

—Tenemos hasta finales de abril para entrenar —comento.

—Sí, pero no tenemos que relajarnos —me dedica una mirada dura—. No debemos relajarnos.

—Lo sé.

Me limpio el sudor con la toalla y bebo de la botella. Tras intercambiar unas cuantas palabras más me deja solo. Voy a ducharme a la habitación y al salir me siento en la cama con la toalla alrededor de la cintura. Cojo el móvil y miro a ver si Lina ha dicho algo, pero no hay rastro alguno.

No debería estar preocupándome por un mensaje de ella, pero lo estoy. Han sido diecisiete años sin saber nada sobre ella, solo a través de terceros y el haber cenado con ella anoche ha revuelto cosas que creí haber dejado atrás, pero de nuevo están presentes y haciéndome distraerme de lo que debo hacer.

—Joder —me echo hacia atrás en la cama y pongo mis brazos sobre mis ojos.

Lina siempre fue una gran amiga para mí, pero unos años antes de debutar con Minardi empecé a fijarme en ella de otra manera. Para mi desgracia me tuve que ir y aunque los primeros años seguíamos en contacto, este poco a poco se fue haciendo a un lado hasta que fue inexistente. Ella al principio seguía llamándome y cuando podía se lo cogía, hasta que un día dejó de llamar.

Mi agenda cada vez era más apretada y casi no tenía tiempo para dedicarme a la familia más allá de los momentos de descanso de la temporada. Cada vez que iba a Oviedo esperaba verla, pero nunca estaba cuando yo iba.

—Fernando —escucho a mi entrenador llamar a la puerta de mi habitación.

—¿Qué? —pregunto.

—¿Puedes abrirme?

Quito el brazo de mi rostro, me incorporo y voy hacia la puerta. La abro lo suficiente para que me vea.

—¿Qué quieres ahora?

—Eh, relaja.

Mi entrenador irrumpe en mi habitación y va hacia el pequeño salón que hay. Se sienta en el sofá y sube los pies a la mesa de cristal.

—¿Qué quieres? —me cruzo de brazos.

—¿Me vas a decir por qué estás en babia? —pregunta—. Pareces Carlos.

Una pequeña sonrisa se forma en mi rostro.

—No creo que nadie pueda compararse con Carlos en eso —comento.

—La verdad que no —niega—. Pero estás a su altura desde el domingo pasado en Imola.

—Puede ser, sí.

—¿Es por Linda?

Miro a mi entrenador un tanto impresionado.

—No, no es por Linda —niego.

𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora