𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 𝐗𝐕𝐈

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     Ha pasado un mes y medio desde lo ocurrido en el Gran Premio de Cataluña. En ese tiempo, Oriol pasó por el apartamento para llevarse las cosas, pues la casa era mía. Le devolví el anillo y él se lo llevó. 

    En este tiempo he tenido que aprender a vivir sin él, echándolo de menos cada vez que volvía a casa. Mis compañeros de la facultad también se han dado cuenta de lo ocurrido, por lo que me apoyan en todo momento cada vez que me da un bajón. Intento poner buena cara ante los alumnos, pues no merecen saber más allá de lo que ya sepan, aunque tampoco me extrañaría que a estas alturas ya lo sepan.

En este tiempo Fernando tampoco se ha puesto en contacto conmigo tal y como se lo pedí. Solo lo vi en la televisión cuando retransmitieron el Gran Premio de Mónaco donde quedó decimotercero. También supe que habían tenido un problema en el Casino de Mónaco, pero no llegué a enterarme de más y la prensa tampoco sabe nada más.

Los alumnos se encuentran a principios de exámenes, por lo que he estado más ocupada preparando los exámenes, corrigiendo trabajos y entregando las notas de estos. También el hecho de estar de reuniones con el resto de los profesores del grado me ha hecho no pensar demasiado en lo ocurrido.

—Adelina —Juan Pablo viene hacia mí con dos tazas—. No les quedaba sacarina —deja una de las tazas frente a mi y se sienta.

—No pasa nada —le dedico una pequeña sonrisa.

Juan Pablo me mira fijamente.

—¿Estás mejor?

—Bueno, a ratos estoy bien —admito—. No han dejado de ser cuatro años.

—Lo entiendo —me mira con compasión—. No he pasado por lo mismo, pero entiendo lo que puede ser.

—Espero que no lo pases nunca, de verdad.

—Gracias.

Cojo mi taza y bebo un poco del café. Juan Pablo me mira y me dedica una pequeña sonrisa.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Nada —niega—. Solo que me duele verte así.

—Bueno, yo misma me lo he buscado.

—No digas eso —frunce el ceño—. No elegimos de quien nos enamoramos.

—Lo sé —me muerdo el labio inferior y miro la taza—. Y odio que eso haya echado a perder cuatro años.

—No te culpes, Ade —habla—. No podías saber que el verlo iba a remover todo.

—El problema es que no lo ha removido todo, Juan Pablo —lo miro—. No lo ha removido porque estaba siempre ahí, solo que no lo quería ver. Amaba a Oriol, pero mi corazón no le pertenecía al cien por cien. Era y siempre ha sido de una persona.

Algunos alumnos pasan, nos saludan y nosotros le devolvemos el saludo.

—En las cosas del corazón no podemos decidir.

—¿Pero después de tanto tiempo?

—Eso ya no lo sé —se encoge de hombros.

Hace una mueca y después coge su taza de café-

—¿Has vuelto a saber algo de él? —pregunta.

—No más allá de la carrera en Mónaco —respondo.

—Haré otra pregunta y quiero que me respondas con sinceridad —se incorpora en la silla—. ¿Te sientes preparada para volver a saber de él?

Me toma por sorpresa, pero es algo en lo que no he pensado en todo este tiempo. ¿Estoy preparada para volver a saber de Fernando? Es algo que me llevo preguntando durante diecisiete años y ahora que lo he hecho, lo echo de menos. El asturiano me ha dejado en claro que me quiere y que el haberse metido entre nosotros lo ha hecho a sabiendas de lo que podía ocurrir. Sabía lo que había y aun asi se arriesgó dejando de lado sus principios y su moralidad.

𝐎𝐍𝐒𝐑𝐀 | 𝐅𝐄𝐑𝐍𝐀𝐍𝐃𝐎 𝐀𝐋𝐎𝐍𝐒𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora