Capítulo XVIII. La noche antes de la boda.

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Samary.

- "Tranquila esta todo preparado, traje, maquilladora, prácticamente la asesora contratada por la familia Nikolaus lo ha hecho todo. Será sencillo, tú sólo tienes que aparecer decir "si quiero", besar al novio, y en media hora pasaras de ser Samary De Angelie a convertirte en la señora Samary Nikolaus."- me dijo Vale, mientras yo la miraba como si estuviera loca.

- "¡Sencillo!, ¿has dicho sencillo?, ¿qué parte de toda esta locura ves tu sencillo?"- le pregunté mientras volvía rellenarme la copa de vino.

Desde hacía dos semanas, desde mis últimas palabras cruzadas y furiosas con el Demonio, no había vuelto hablar con él, me había limitado a enviarle un par de correos, que él había contestado con un visto y suficiente. Para colmo esas malditas palabras que le dije, por último, en un intento vano de recobrar mi orgullo herido, las tenía grabada a fuego en mi mente, y no dejaba de repetírmelas una y otra vez.

- "Mira Demonio, a todos podrás manipular con tus jueguecitos infernales, pero yo no soy uno de ellos, maldita sea."- dije en ese momento, sólo para que él muy estúpido, sólo, se riera, con esa sonrisa que no sabías si lo ibas a golpear, pero a besar, ambas no eran buenas para la imagen que había creado de mí, y para mi orgullo de mujer menos.

- "Bueno, guapa, esto tiene un propósito, y prometiste qué harías y darías todo, por vengarte de esos dos malditos. Buenos pues resulta que el pago que te toca dar es a ti misma, y no a cualquier persona, vas a entregarte y para siempre, incluso le vas a dar un hijo, a el hombre por el que, muchas mujeres, suspiran, al que muchos empresarios temen, y finamente, y los más importante, al único que hace que ese cuerpo y mente virgen tuyo, piense y sienta cosas que podría mandarte directa al infierno por pervertida. Pero ¿sabes lo que más me choca de todo esto, la que más extraño me parece?"- me preguntó, yo ni la miré, y ni le contesté, sabía que no hacía falta, cuando Vale se ponía así de elocuente, no se callaba nada, me lo iba a decir, quisiera saberlo, o no. –"Es que, ante el primer cabreo que tienes con el Demonio, huiste como una rata."- la miré con reproche.

- "Mira quien vino hablar, la que se tenía que reunirse con el padrino, para concretar algunas cosas, y lo hizo por WhatsApp, para evitar estar en la misma habitación que él. ¿Qué mierda de primera dama de honor eres tú?."- le dije para bajarle los aires de suficiencia que tenía.

- "Esa no es la cuestión, yo no soy la que se va a casar, guapa, y deja de beber tanto vino, que mañana te casas y el alcohol te va a resecar el cutis, te recuerdo que mañana habrá miles de fotógrafos. La boda del año, ¿recuerdas?."- dijo con una sonrisa de anuncio de dentífrico.

Mi respuesta fue clara, tras sacarle la lengua, me iba a beber el vino directamente de la botella. No había tomado apenas un sorbo, cuando el timbre de la puerta detuvo mi clara intención de emborracharme, sinceramente lo hacía para coger valor ante lo que me esperaba. Simplemente, necesitaba estar tan anestesiada, o borracha, lo primero que ocurriera, para que no me diera tiempo a pensar, y evitar así salir corriendo, estaba aterrada. A menos de catorce horas, yo ya sentía la presión, no sólo por casarme, ni por el motivo que lo hacía, ni siquiera por lo que, tenía que admitir, me hacía sentir ese hombre, sino porque este sería mi segundo matrimonio en menos de cinco años, y el primero ya sabemos todos como acabó.

Esperé a que Vale atendiera al responsable de tocar el timbre de la puerta, y así la rubia me dijera quien había tocado la puerta, pero como tardaba, fui hasta el recibidor para ver que la retenía. Vale, estaba en la puerta mirando una gran caja con un enorme lazo, que estaba delante de nuestro piso en el pasillo, pero lo que me preocupó era que estaba totalmente paralizada, y me acerqué a ella.

- "¿Que pasa rubia tonta nunca has visto un paquete de regalo?"- le dije mirando la enorme caja de papel de regalo dorada y con una lazo cruzado rojo, desde luego nada original.

Casada con el enemigo de mi esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora