Capítulo XXV. Alcohol, sexo y otras locuras I.

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Valerie.

Poco a poco comencé a abrir los ojos, la luz que entraba por la ventana era insoportable.

- "Pero ¿Quién ha puesto al maldito sol delante de mi ventana?"- extrañada que hubiera tanta luz, ya que por mucho sol que hubiera, en mi habitación nunca entraba tanta luz. Tras un segundo de recapacitación, supuse lo más lógico e inevitable, no estaba en mi casa, en mi piso.

Eso me hizo abrir los ojos de golpe, mirar a mi alrededor, lo que como me dejaba el maldito dolor de cabeza, que sentía. Para un segundo después, querer morir bajo terribles sufrimientos, ¿qué demonio hacia yo en la cama desnuda y con el pervertido durmiendo a mi lado? Ambos como dios nos trajo al mundo.

- "¡Mierda! ¿Qué has hecho Vale?, ¿Que mierda has hecho con tu vida?"- pensé.

Lo que había hecho estaba claro, y muchas veces, debido a la presión y la relajación muscular que tenía en varios sitios de mi cuerpo, sin olvidarnos de la sensación de saciedad que aún me duraba. Deseaba que los recuerdos no llegaran, ¿o sí? La verdad es que ni sabía lo que quería en este momento, lo que si quería hacer era salir de esa cama, de ese cuarto, y de la vida del pervertido lo antes posible, a ser posible ayer, antes de haber metido la pata hasta el fondo.

Además, que deseaba que mi mente no recordara lo buen amante que era el pervertido, cosa que suponía, por lo que me costaba moverme mientras me vestía con cuidado para no despertarlo. La sensación de que, lo había ocurrido anoche, fue algo más que sexo, esto fue lo que me hizo apresurarme. Iba todo bien, hasta que me percaté de algo que no había visto, en mi mano izquierda había dos anillos, uno con un diamante como un garbanzo, y otra, una maldita alianza de boda.

- "¡No, no, no, no ...!" - literalmente entre en bucle, imágenes salteadas llegaron a mi mente. - "¡No, no! ¡que no sea cierto!, no"- corrí a la venta y abrí la cortina sin importarme despertar a mi compañero de cuarto, si mis sospechas y mis recuerdos eran ciertos estábamos en más que problemas.

Y mis sospechas fueron confirmadas, delante nuestro hotel, como un cuadro que se cuelga en la pared, se encontraba el Cesar Palace, el maldito Cesar Palace. Estábamos en Las Vegas, la ciudad del pecado.

- "¡Joder, pervertido!, ¿Cómo coño acabamos aquí? Maldita sea."- mi gritó hizo que Bacon diera un bote en la cama, y se girara hacia donde llegaba mi voz, totalmente atontado, ciego por la luz que entraba por la ventana, su cara de incredulidad al verme fue hasta gracioso.

- "¿Que hace tú...? ¿No nos habremos acostado? ¿Qué está pasando aquí? ¿Esto es una broma? ¡Mierda! la cabeza me mata."- sus preguntas no hacía más que hacerme darme cuenta de que no volvería a probar el alcohol en la vida.

- "Si esto te parece irreal, te aconsejo que te mires la mano izquierda, pensaran que estas en una pesadilla"- le dije terminado de vestirme.

Mentalmente hice una cuenta atrás desde tres, y no había llegado a uno cuando un grito animal resonó en la habitación, del susto se sentó en la cama de golpe.

- "¿Pero qué coño es esto, joder?"-

- "Yo tengo dos, y uno debió de costarte como medio coche, por como es el pedrusco de grande"- Le dije en señándole mi dedo anular de la mano izquierda. - "sabes lo mejor, que seguro que por alguna lado de la habitación hay un certificado de matrimonio... de Las Vegas"- los ojos del pervertido se abrieron totalmente, y se levantó de la cama tal como Dios lo trajo al mundo.

No pude evitar girarme de la vergüenza, aunque tengo que ser sincera, antes de girarme no pude evitar apreciar que ese hombre lo tenía todo, como debía estar, mejor dicho, ese hombre estaba injustamente más que mejor de lo que cualquier hombre debía estar por el bien de la salud mental de las mujeres.

Casada con el enemigo de mi esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora