Capítulo XXXII. En casa de las castradoras II: El retorno de recuerdos.

2.6K 229 13
                                    

Valerie.

El trayecto fue rápido, seguro que el pervertido no lo hizo más largo de los normal, pero ¿Por qué me parecía que no terminábamos de llegar a mi cuarto, a mi cama y a los dos desnudos disfrutando el uno del otro?

¿Quizás por qué hacía tanto que ansiaba esto, que una décima de segundo de espera más de lo normal, para mí, era un mundo? Nada era comprensible para mí, sus besos, y sus caricia se me hacían conocidas, deseadas. Mi cuerpo absorbía su tacto, como si reconociera a su dueño, en un momento me vi depositada en la cama, el intentó alejarse, para quitarse la ropa, pero ni eso le dejé, si hacía falta arrancaría esas prendas con mis dientes, pero Bacon Martin tenía prohíbo alejarse de mí, y sólo había una razón, no quería ni deseaba recuperar la razón, quería perderme en todas esas sensaciones, y quedar tan agotada, que ni me diera tiempo de repetirme a mí misma el "Te lo dije".

Lo agarré fuertemente y le quité el suéter que olía tan bien, olía a su perfume mezclado con ese olor tan varonil que desprendía su cuerpo. Con rapidez y por encima de la cabeza, la prenda acabo en el suelo, mientras yo no apartaba mis ojos de los suyos.

- "Me vuelves loco, guerrera, llevo más de una hora controlándome para no venir a buscarte, desde que mi cerebro decidió soltar en torrente todos los recuerdos de esa noche, tras colocar tu ropa en mi armario, y que el perfume me tenía uno o dos de tus prendas, me nublaran mi mente y lo inundaran de recuerdos que me hicieron perder la cabeza, no aguanté más y tuve que venir a buscarte porque, ni yo me creía lo que mi mente me estaba contado, tuve que comprobarlo nada más verte. Eres como una droga para mi mente y mi cuerpo, me vuelto adicto a ti, Valerie."- si tenía alguna duda de que esta noche mi entrega a este hombre seria total, se borraron tras sus palabras.

Mis manos rodearon su cuello, y lo atraje hacia mí.

- "¿Por qué hablas tanto?, hazme recordar, Bacon, por favor."- le suplique, y un gruñido escapó de su labios, mientas sus labios bajaban a mi cuello, y rompía literalmente, uno a uno, los botones de mi camisa de seda.

Sinceramente o lo hacía él o lo hubiera hecho yo. Entre el pervertido y yo, en estos momentos, la ropa no hacía más que estorbaba, mi piel exigía estar en contacto con la suya, era como una urgencia, pronto sus caricias empezaron a nublar mi mente, confundiendo el presente, con lo que había pasado esa noche, volviéndome literalmente loca.

Mi cuerpo, no paraba de temblar, y sus labios recorriendo mis pechos, la piel de mi abdomen, toda yo. Me hizo gemir sin control, mientras, recuerdos de caricias similares por toda mi piel, en lugares que ni yo conocía que me pudiera hacerme sentir ese esa locura de placer, ese enloquecimiento de los sentidos, nada con él era suficiente.

Me hizo suplicar, rogar, exigir, pero algo estaba más que claro, no podíamos parar, nada podía detenernos, estaba más que segura que si él se paraba, yo moriría entre agónica frustración.

Sus labios obraron magia en cada rincón de mi cuerpo, pero cuando se dirigió al centro de mi placer, el mundo convulsiono a mi alrededor, solamente me tocó, y yo estalle, como una mariposa abriendo su alas, el mundo se llenó de color, y los temblores de mi cuerpo se hicieron más intensos, como si miles de corriente eléctricas los recorrieran, poco a poco caí a la tierra, y estaban sus brazos para recogerme, algo me decía que siempre sería así, que ese hombre siempre estaría ahí, que siempre me protegería.

- "Ni se te ocurra parar ahora, pervertido, esto no ha hecho más que comenzar."- le dije aun recuperado mi respiración.

- "Lo sé preciosa guerrera, contigo, nada es suficiente."- me dijo sentándose y arrastrándome para sentarme a horcajadas sobre él, mientras lo sentía entrar en mí.

Casada con el enemigo de mi esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora