2| Ojos azules.

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2.

Diane:

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Después de un largo día de clases podía ser feliz otra vez, caminé hasta mi casa con toda la energía del mundo. Estaba desperada por llegar y poder comer.

Busqué las llaves de la casa y tardé un poco en encontrarla, ¿en donde las había guardado? Tenía que tenerlas conmigo ¡si las había dejado dentro de casa o perdido era mi perdición! Sonreí victoriosa, estúpidas llaves que pensaban que no las encontraría. Abrí la puerta y el chirrido de ella hizo que mi mamá se asomara. Por lo visto hoy no había tenido mucho trabajo.

Dejé mi mochila en el sofá, por fin, en casa.

—Rose, cariño, ¿cómo te fue en el instituto?

Si, Rose es mi segundo nombre, ella siempre me llamaba así.

Diane Rose.

Odio mi segundo nombre.

Nunca se lo pondría a mi hija. Eso sería algo que NO HARÍA, o sea, ¿quién en su sano juicio le pone de segundo nombre a su hija Rose? Que es rosa ¡Diane Rosa! ¡no suena bien!

—Bien, ¿cuando llegastes?

—Hace rato hija. Cámbiate de ropa para que podamos cenar, he hecho lasaña.

—¿Hiciste o compraste?

Mi mamá no sabe cocinar, las veces que ha cocina a quemado la comida. Una vez estuvo a punto de incendiar la casa. Por eso la que cocina siempre soy yo, hay que cuidar la casa, no quiero que mi mamá la incendie y después no tengamos donde vivir. Sin embargo tampoco es que sepa cocinar muy bien, ¿mejor que ella? Claro.

—Bueno, compré, pero no importa. Anda que después se enfría.

Subí las escaleras y me dirigí a mi habitación, me puse mi pijama y acomodé mi cabello. Dios, mis dos pelos no aguantaban más, los tenía en pausa. El día que se me ocurrió hacerle mechas y decoloración a mi cabello no creció más.

Mientras estábamos comiendo mi mamá me estaba contando como le había ido en el trabajo y después se fue a dormir, estaba muy cansada. La entendía, era agotador tener tantos pacientes y poder ayudarlos. Al fin a cabo era un trabajo que podía salvar vidas y mejorarlas. Amo mi mamá, siempre queriendo ayudar.

Yo me quedé en el salón revisando mi teléfono, no estaba tan cansada como ella. Una notificación llegó y era un mensaje de Ale.

Ale y yo somos mejores amigas desde siempre, lamentablemente sus padres y ella se mudaron a París hacía unos meses.

Ale habla francés a la perfección, mientras que yo... bueno, no. ¿Qué? Amo Francia, pero no manejo el idioma, ¿es mi culpa? No, es la de la profesora de idiomas que no enseñaba bien. Si sé decir tres palabras en francés creo que es mucho.

Ale es mi única amiga, mi verdadera amiga. Así que ahora que estaba a kilómetros de distancia me daba cuenta la falta que me hacía en mi día a día.

A decir verdad no tengo amigos, solo la tengo a ella y a Tatiana. Soy el tipo de personas algo cerradas con mis amistades, pero es mejor así. Cuando a una persona la dejas pasar a tu vida solo puede hacer dos cosas: valorar tu amistad o destrozarlo como si no valiera nada, y lo digo porque ya me ha pasado.

Por ti hago lo que sea| EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora