Extra 1: El pasado de Diane.

168 18 2
                                    

Diane:

A temprana edad comprendí muchas cosas.

Primero: Nada sale cómo lo previsto.

Pues, cada vez que ponía la alarma para poder llegar temprano y que mi maestra de primaria no tuviera problemas conmigo, no la escuchaba y seguía durmiendo.

Igual llegaba tarde.

Entonces, nunca salía como previsto.

Segundo: No existen amistades perfectas.

Eso lo entendí cuando conocí a Ale. Ella es la única amiga con la que me siento cómoda y puedo ser yo misma, a pesar de tener distintas personalidades eramos y somos aún, marida y mujer.

Tercero: No existe el amor de verdad.

Bueno, si existe, solo que es difícil de conseguir. Es cómo buscar oro en una mina. Tienes que picar y picar en el lugar donde solo consigues piedras. Pongamos que las piedras son los hombres mentirosos, infieles, machistas... y picas hasta lo fondo, donde por fin consigues oro, que son los hombres atentos, fieles, amorosos... pero tienes que pasar primero por todas las piedras hasta llegar al oro. ¿Y si después de tanto picar no lo consigues? Gran interrogante, simplemente tienes que intentarlo y no quedarte con las ganas de conseguir el oro.

Todas esas cosas las comprendí con solo 8 años, ya que mi mamá es psicóloga y siempre me charla sobre la vida, me da consejos, me prepara la vida.

Y yo no creo que este lista.

Lista para pasar por tantas cosas y en el camino conseguir piedras en ves de oro.

Lista para las decepciones.

Lista para vivir.

-¡Rose! Hija, vente-llamó mi mamá.

Estábamos en un museo lleno de pinturas y obras magníficas de arte.

A mi mamá siempre le ha llamado la atención eso, a mi... no tanto.

En saltitos llegué hasta mi mamá y tomé su mano para podernos ir del lugar.

-¿Podemos ir por dulces?-pregunté con voz chillona.

-Si.

-¡Yei!

Compramos algunos dulces y regresamos a la casa.

☆☆☆

-¡Diane!-me gritó Ale, corrió hacía mí con un peluche que siempre tenia a mano ya que lo amaba un montón.

-Hola, ¿y Mary?

Mary era otra de mis amigas, más no tan cercana cómo Ale. Ella, Ale y yo éramos buenas amigas.

-Con sus amigas-volteó los ojos-, ¡vamos a jugar!

-¿Sin ella?

-Bueno, vamos a buscarla.

Caminamos hasta donde estaban unas niñas que al vernos comenzaron a soltar risas y susurrando cosas.

-Miren, la rarita de las estrellas y su amiguita que no suelta su peluche-dijo una y las demás empezaron a reirse.

-Mary, ¿quieres jugar con nosotras?-pregunté, ignorando el comentario anterior.

-Yo...

-No puede, esta con nosotras.

-Pero podemos jugar todas juntas...

-No, ¿acaso no entiendes? No queremos ni nosotras ni ella jugar con ustedes-dijo otra niña y Mary solo se quedó callada.

Por ti hago lo que sea| EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora