Mikaela vive tranquila en la hermosa new York, a sus 26 años ha hecho muchas locuras, espera ansiosa su salto a la fama junto a su orquesta de música, la cual no ha tenido mucho éxito, eso la lleva a trabajar de mesera medio turno, pero...¿que pasa...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mikaela
No sé hasta qué hora estuvimos allí, solo sé que tuve que ayudar a Robert a caminar, pues se estaba cayendo demasiado
Además, que se reía y me mandaba a callar a mí, cuando él era el escandaloso, cuando llegamos a la habitación fue solamente milagro, lo lance en la cama para luego buscar ropa más cómoda, tanto para él como para mí
—¿Qué haces? —pregunto Robert tirado en la cama
—buscando los pijamas, deberías ir a ducharte mientras busco—dije tomando las prendas de ropa
—¿No irás conmigo?
Su rostro era tan tierno estando así ebrio, parecía que toda su amargura desaparecía
—no, porque ya eres un hombre adulto que debe ducharse solo.
—pero estoy ebrio, no puedo mantenerme en pie—comento mientras hacía un pequeño puchero—deberias ayudarme.
—Robert, ve a ducharte por favor, que yo igual deseo darme una ducha—dije para luego tomar su mano—vamos, arriba.
Trate de hacer que se levantará, pero fue inútil, esos músculos eran pesados
—vamos Robert, por favor—dije luchando para levantarlo—por favor muro de músculo, levántate.
Escuché la carcajada de Robert, diablos, era la primera vez que le decía así en la cara, creo que el poco alcohol que había tomado no me hizo pensar
—¿Desde cuándo me tienes ese apodo? —pregunto entre risas
—cállate y ve a ducharte por favor.
Intente una vez más levantarlo, pero él término jalando de mí y haciendo que cayera sobre su pecho, olía demasiado a alcohol, pero no era desagradable
—así es más cómodo, me duchare mañana—dijo rodeando mi cintura con sus brazos
—Robert Clark, ve a ducharte ahora—dije tratando de separarme, pero él no me lo permitió
—lo haré, pero déjame quedarme así unos cinco minutos más.
Finalmente me rendí y me recosté de su pecho, si era muy cómodo estar así abrazados
—¿Sabes que igual te vas a duchar? —pregunte aún sin moverme
—sí, pero al menos ya no será tan pronto—murmuro con pereza
