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Crystal Frost/ Arin Drakon

Crystal Drakon (Frost)

Seguía aturdida por todo lo que Morgana Le Fay nos había contado. Me negaba a creerla, una anciana no iba a decidir si Arin era mi alma gemela o no. Nosotros no éramos los estúpidos protagonistas destinados a estar juntos y salvar al país, fuimos obligados a casarnos, no hay nada en nuestro matrimonio, salvo un acuerdo entre familias y una necesidad de querer ocupar ambos vacíos con nuestro cuerpo. Pura atracción y necesidad, en cualquier otra situación me encontraría de la misma manera.

-Crystal, concéntrate.- me regañó Arin.

Desde que habíamos vuelto a la cabaña se había empeñado en intentar combinar nuestros poderes, obteniendo un nulo resultado. Mi cuerpo se había agotado y el sudor acumulado en mi frente era la prueba. Cansada tanto mentalmente como físicamente, lo ignoré y me alejé, haciendo que dijera con rabia:

-Por dios, mujer, tómatelo en serio.

Perdiendo el control grité:

-Olvida la maldita profecía.

Sin quererlo y perdiendo el control, un destello de mi poder, salió disparado hacia Arin dándole directamente al pecho. Jadeó ante la sensación y lo vi retroceder varios pasos. El corazón se me encogió y con una horrible preocupación me acerqué a él corriendo.

-¿Estás bien?

-Sí- murmuró.

-Estás ardiendo.-dije una vez pude tocarle el brazo.

El cansancio de estos días y mi ataque lo había debilitado. No tenía un mal aspecto, pero su cuerpo quemaba. Un sentimiento de culpa me apoderó, Arin podría haber estado ya enfermo, pero el frío por su cuerpo solo lo habría empeorado más. Con quejas por su parte, conseguí llevarlo a la cama donde me había dejado dormir. Lo obligué a sentarse mientras le ayudaba a cambiarse la ropa. Tragué lento cuando me arrodillé y le saqué los pantalones.

-No estoy enfermo-dijo recostándose ya con poca ropa puesta.- No necesito que me cuides. Yo nunca me enfermo.

-No parecía molestarte mientras te cambiaba-dije poniendo una pequeña toalla mojada en su frente.

Sus ojos se clavaron en mí.

-Jamás me molestaría que te arrodillaras ante mí.

Rodeé los ojos mientras sonreía. Al menos estaba lo suficiente cuerdo como para hacer bromas. O eso pensé, pues con el paso de los minutos y horas, se encontraba peor, balbuceaba cosas incomprensibles que escuchaba desde la pequeña cocina improvisada que había al lado de la habitación. Jamás fui buena cocinando y tampoco sabía qué hacer con los pocos alimentos que encontré. Así que antes de envenenarlo, salí a pedirle a Harry que se encargara de conseguir comida para el rey.

-Crystal-murmuró.

-Estoy aquí.

-Necesito tu toque.

Mis labios se entreabrieron un poco ante la sorpresa, y sin negarme, me senté en el borde de la cama junto a él y coloqué la palma de mi mano en su frente. Me concentré en enfriarlo y él jadeó ante la sensación. Con sus rojos ojos me miró y preso del delirio que la fiebre le hacía pasar, dijo:

-Lo siento.

-No puedes disculparte por enfermarte.-dije sin apartar mi mano.

-Soy el rey, esto es patético.

-Sigues siendo persona.-contraataqué.

-No sólo lo siento por esto-dijo apartando su mirada- fui muy injusto contigo des del principio. No me di cuenta de que eras la más afectada.

Frozen flames.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora