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Crystal Frost

Los golpes a palacio empezaron cuando ya me estaba rindiendo. La oscuridad del sitio me estaba consumiendo y me volví loca intentando derribar la puerta con mis poderes.  Era imposible. La poca cantidad de brujos que había en palacio se colocaron delante de la puerta susurrando que no debían dejarme salir o todo acabaría. 

La impotencia y la furia me invadieron al escuchar sus palabras. Me negaba a ser una prisionera en mi propio palacio. No podía permitir que Kael me controlara de esta manera. Miré a mi alrededor buscando una salida, una forma de escapar de esa habitación oscura y opresiva.

En mi interior, sabía que mis poderes estaban debilitados. Los brujos habían hecho algo para limitar mi magia, y eso me llenaba de rabia. Pero también sabía que no podía rendirme, no sabiendo que Arin estaba cerca. Volví a levantar los brazos mientras intentaba expulsar toda mi energía y soltaba un grito de frustración. Solo salían chispas de mis manos. 

-¡Dejen de interferir con mis poderes! -exclamé con voz firme y amenazadora-. Soy la reina de este reino, y no permitiré que me mantengan prisionera.

No sé si fue la exigencia en mi voz o que se apiadaron de mí, pero la puerta se abrió. Una luz se coló por la puerta haciendo que retrocediera unos pasos. El cuerpo de Kael ocupó el lugar y me miró fijamente.

-Me has mentido. 

Sabía a lo que se refería. Kael no era estúpido, solo había estado ciego por su estúpida obsesión. Una obsesión enfermiza que me asustaba. En sus ojos ardía la rabia y la humillación, sabía que lo había usado. 

-No te he mentido. Te he manipulado.-dije dando un paso en frente. - No te quiero a mi lado.

Ya no tenía sentido fingir. Estaba agotada, esto debía de acabar de una vez. No podía seguir mirando a Kael sin mostrar lo mucho que lo odiaba. Odiaba como sus ojos recorrían mi cuerpo como si fueran para él. Odiaba su estúpida obsesión con reclamarme suya como si fuera un objeto.

Él solo soltó una carcajada cínica que hizo que me temblara el cuerpo. Dio dos pasos y se acercó a mí, su aliento se mezclaba con el mío y mi espalda chocaba con la mugrienta pared. Me sentí encerrada y tuve miedo por primera vez. La mirada de Kael era aterradora, había sido bueno conmigo porque creía que yo le correspondía, pero ahora su mirada demostraba que el daba igual lo que sintiera, que él me seguía queriendo para si mismo. 

-Estás confusa. No pasa nada.-dijo mientras me tocaba la cara.-Solo por eso te voy a perdonar.

El roce de su mano en mi rostro me hizo sentir repulsión y mi piel se erizó por completo. No podía creer lo que estaba escuchando, no podía permitir que me tratara de esa manera.

-No necesito tu perdón, Kael. No te debo nada -le respondí con voz temblorosa, pero decidida a no dejarme intimidar.

Sus labios se curvaron en una sonrisa maliciosa, como si disfrutara de mi incomodidad.

-No tienes opción, Crystal. Eres mía, y nadie más te tocará -dijo con un tono amenazador.

Sentí un escalofrío recorrerme, pero me negué a ceder ante sus amenazas.

-No puedes seguir con esto, Kael -dije con voz temblorosa, pero llena de determinación-. No soy tuya, ni lo seré nunca. Mi corazón pertenece a Arin, y no puedes cambiar eso.

Kael apretó los puños y los levantó con bastante velocidad, intenté zafarme de él pero su cuerpo me arrinconaba. Cerré los ojos esperando el golpe pero nunca llegó, su puño impactó pocos metros más encima de mí, directamente en la pared. Abrí los ojos y lo vi. Estaba sonriendo, su cuerpo apretaba más contra el mío dejándome saber que le excitaba la situación. Las lágrimas se me escaparon pero evité su mirada. Estaba sola, me duplicaba de fuerza y de tamaño de cuerpo. No podía usar mis poderes y los testigos que había, estaban a favor de él.

Frozen flames.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora