Alexander Hastings
-¿Enchanted Flames?-le pregunté a Arin.
-Sí. Es un lugar poco conocido. Erela te puede llevar.
-Genial. La necesito ahora.
Mi amigo entrecerró los ojos y me miró con algo que no supe descifrar.
-¿Son tus intenciones buenas?
-Más que buenas. Joder, Arin no eres su padre, bastante nervioso estoy ya.
-No quiero que le hagas daño a Once. No tiene un padre que se preocupe por ella, así que tomaré yo ese puesto.
-Lo sé, Arin. No te preocupes, no tengo ninguna intención de hacerle daño a Once. Al contrario, quiero estar con ella y cuidarla.-murmuré mirando hacia otro lado.
La carcajada que Arin se estaba aguantando estalló ganándose una mirada de odio por mi parte. Indignado cogí y salí de la oficina, una pequeña sonrisa asomaba con salir de mis labios, pero no la dejé.
-Bien, confío en ti, Alexander. Solo asegúrate de que realmente la haces feliz. Ella se merece todo el amor y la felicidad del mundo.-dijo detrás de mí. Arin me dio una palmada en el hombro y sonrió.-Sé que eres un buen hombre, Alex. Solo asegúrate de demostrárselo a Once.
Asentí lentamente y me fijé en como su sonrisa no llegaba sus ojos. La ausencia de Crystal aún lo afectaba por muchas sesiones de terapia que hiciera. No dije ningún comentario, no era el mejor momento. Dejé que me acompañara hasta donde estaba Erela y le diera las indicaciones que necesitábamos para llegar al lugar.
Llamé a Once, quien me estaba esperando en la sala, cuando Arin se fue y con delicadeza la ayudé a subir encima de Erela. El contacto de su cuerpo me quemaba. Una vez a bordo de Erela, nos dirigimos hacia Enchanted Flames. El viaje fue silencioso, y mientras sobrevolábamos el paisaje, mi mente no podía evitar pensar en Once y en todo lo que significaba para mí. Estaba emocionado y nervioso al mismo tiempo, pero también estaba decidido a demostrarle cuánto me importaba.
Jamás había tenido una relación seria, jamás había sentido la necesidad de limitarme a una simple mujer. Jamás había sentido las cosas que ella me hacía sentir, y no podía huir de ello. Me volví loco los últimos días durante la batalla contra Kael y me aterraba el pensamiento de que le pudiera pasar algo como lo que le pasó a su hermana.
Una vez llegamos a Enchanted Flames, Erela aterrizó suavemente en el claro iluminado por las luces mágicas. Bajé de la dragona y luego ayudé a Once a bajar, preocupado por su seguridad y comodidad. Nos adentramos en el claro, donde las luces danzantes creaban un ambiente mágico y romántico. Era un precioso río de lava con una cascada de ensueño. El lugar estaba desolado y ambos nos preguntamos como era posible.
Once intentó explorar todo el lugar mientras yo la seguía y me reía de ella. Cuando nos cansamos nos tumbamos en el césped mientras oíamos la cascada de fondo.
-No sé que voy a hacer ahora. No tengo trabajo.
-Puedes buscar otro trabajo, serías una increíble maestra.- Ella me miró confusa y yo dije:- Se te da bien cuidar a los demás.
-No es verdad.-sus ojos brillaron y me alarmé al ver que eran lágrimas acumuladas. - No pude cuidar de mi hermana. No pude cuidar de Espelth, yo fui la causa de su muerte.
Mis dedos se movieron de manera automática cuando vi como sus lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Las sequé y acerqué su cuerpo al mío. Dejé que apoyara su cabeza en mi pecho y que mojara mi camiseta.
-No tienes la culpa. El culpable ya pagó.-susurré.- No te culpes, no soporto verte llorar.
Ella asintió e intentó dejar de llorar. Seguí diciéndole cosas mientras jugaba con su pelo. Ella se calmó y se aferró a mi cuerpo haciendo que el corazón se me acelerara. Maldecí mentalmente, seguramente escucharía mi corazón sin freno.
Una vez que Once se calmó, nos quedamos en silencio, disfrutando del momento y la tranquilidad del lugar. La magia de Enchanted Flames nos envolvía, y sentía que este era el momento perfecto para expresar lo que estaba sintiendo.
-Once, quiero que sepas que estaré aquí para ti en cada paso del camino. No tienes que pasar por nada sola, ¿de acuerdo? No eres responsable de lo que le sucedió a Espelth, eso fue culpa de Kael, y él ya ha pagado por sus acciones. No puedes cargar con esa culpa en tus hombros, no mereces sentirte así.
Ella levantó la mirada hacia mí, sus ojos todavía llenos de tristeza.
-Pero no pude protegerla. Yo la traje aquí, la metí en todo esto, y al final...
-Once, escucha. No importa lo que haya sucedido, no puedes cambiar el pasado. Pero puedes decidir cómo enfrentar el futuro. Y si lo permites, estaré a tu lado para ayudarte a superar cualquier obstáculo y a encontrar la felicidad de nuevo. No tienes que hacerlo sola, porque yo estaré contigo.
Abrió su boca para decir algo, pero no pudo. Choqué mis labios con los suyos. Se quedo quieta y yo moví mis labios sobre los de ella, pasados los segundos ella me imitó y movió sus labios. Algo de mi se encendió al notar lo torpe que eran sus movimientos.
El beso fue suave y tierno, lleno de ternura y cariño. Mis manos se posaron con delicadeza en su rostro mientras la besaba, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba cada vez más. El calor de su boca contra la mía era intoxicante, y me perdí en el momento, sintiendo una conexión profunda con ella.
Cuando finalmente nos separamos, nuestras frentes se apoyaron una contra la otra, ambos tratando de recuperar el aliento.
-¿Qué ha sido eso? -preguntó Once con una mezcla de sorpresa y curiosidad en su voz.
-Eso... fue un beso -respondí con una sonrisa.
Lo sé, era obvio que sabía lo que era un beso, pero también sabía que para ella significaba mucho más. Era la primera vez que lo compartía con alguien que le importaba.
-Lo sé, pero... fue diferente -dijo, sonrojándose levemente.
-Lo fue. Porque fue un beso de alguien a quien le gustas muchísimo. - vi el miedo en sus ojos.- Sólo déjate llevar.- Dije antes de volver a besarla. Sonreí cuando ella me mordió los labios tímida.
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Frozen flames.
FantasyTodos sabemos que el hielo y el fuego son elementos totalmente opuestos, y también sabemos que los polos opuestos se atraen... Controlador, temido y ardiente son los adjetivos que describen a Arin Drakon, el rey de Pyrotia. Sabía que como deber de u...