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Crystal Drakon (Frost)

El castillo había quedado vacío, dejándome sola con mis pensamientos y mis sollozos ahogados. Alexander había entrado en la habitación susurrándome que Arin se había marchado por una amenaza al país, y a pesar de que nos encontrábamos en una posible guerra, nada conseguía desconcentrarme de mi propio dolor. Tampoco lo entendía, no habíamos creado un vínculo fuerte. No estábamos enamorados del otro, ambos nos quedamos a las puertas de ello antes de que todo se devolviera en nuestra cuenta. Además, sabía desde un principio que mi familia estaba maldita, yo no iba a ser la excepción. No entiendo por qué me dolía tanto.

-Debéis de estar conectados- dijo Alexander meciéndome la espalda.- Es la única solución que encuentro.

-¿Conectados? -pregunté yo.

-Sí-dijo Espelth asustándome, no sabía que se encontraba sentada en el borde de mi cama.- Sois polos opuestos. Lo que significa que no hay punto intermedio, o estáis conectados, y lo sentís todo de una manera más profunda. O no estáis destinados y por mucho que lo intentéis jamás llegaréis a sentir algo por el otro. Y no creo que sea la última opción.

-Pero Arin-dije mirándola- él me odia.

-Nada importa cuando estáis conectados, ningún sentimiento podrá romper la conexión por muy fuerte que sea.

Los tres nos quedamos callados. Nada de lo que dijeran conseguiría arreglar lo que había pasado, solo podía pensar en como iba a conseguir demostrarle a Arin que yo no lo había traicionado. Me quedé observando la luna cuando volví a ver una sombra en la ventana. Justo detrás de la espalda de Espelth. Alexander también lo vio, pues se levantó haciendo que imitara su gesto y gritó hacia la ventana.

Espelth no se movió del lugar, pero simplemente giró su cabeza quedando inmóvil observando a la silueta del hombre tapado de negro. Con el cabello grisáceo casi blanco y el único ojo que se le podía ver, observó a la antigua reina sin decir ni una sola palabra.

-¿Qué quieres, K?-pregunté yo enfadada.

¿Cómo podía volver a aparecer después de lo que había hecho? Seguía en un trance extraño mirando a la mujer y sin apartar la mirada dijo:

- ¿No te alegras de verme, princesa?

Sin perder el tiempo, Alexander se acercó a él y consiguió derrumbarlo en el suelo. Elevó la mano a punto de hacerlo arder en llamas, pero K fue más rápido y le dio una patada en el estómago, haciendo que este fallara el tiro y cayera hacia atrás. La cortina que había tocado el fuego provocado por mi amigo empezó a arder y en pocos segundos se convirtió en un gran incendio. Bajo los gritos de Espelth empecé a usar mis poderes intentando congelar las llamas. Cuando el fuego se disipó saqué a Espelth de la habitación, me giré y vi a un Alexander inconsciente siendo arrastrado por el hombre vestido de negro.

Un sollozo murió en mi garganta cuando vi una jeringuilla clavada en su cuello. Espelth me agarró de las manos y noté sus aceleradas pulsaciones. Debía de actuar razonable o la pobre mujer moriría de un infarto en mis manos.

-Id a la sala central, en unos momentos os alcanzo.-dijo K.- Princesa, no has nada estúpido o Alexander sufrirá las consecuencias.

Me mordí la lengua para no soltar todos los insultos que en mi cabeza rondaban y con mucha dificultad asentí. Asesinándolo con la mirada y con una culpa increíble, le di la espalda y obligué a la abuela a caminar junto a mí hasta la sala.

Sonreí al ver que había unos guardias junto a Once que lloraba y sin pensarlo me acerqué a ellos. K, no era tan inteligente después de todo. Con una pequeña esperanza les ordené como la reina que se pusieran en marcha y que atraparan al intruso que se había colado en palacio. Ninguno se movió y empecé a estresarme y a gritar aún más fuerte. La situación me superaba, Once no dejaba de llorar, yo estaba a punto de imitar su acción y Espelth logró sentarse susurrando que dejara de gritar. Sin importarme nada me acerqué a coger una de las espadas de los soldados consiguiendo que me rodearan y me apuntaran con todas las armas como si yo fuera la verdadera amenaza. Con una ceja alzada y perdiendo el control congelé a los soldados que tenía enfrente, pude moverme en el momento exacto en el que los de detrás se acercaban a mí y utilicé la fuerza del hielo para matarlos ahí mismo. Si no iban a ayudar a la corona, eran inservibles.

Frozen flames.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora