25

1.9K 158 7
                                    

Crystal Frost

Estuve toda la noche alerta. Asegurándome que el hechizo que Once le había lanzado a Kael, funcionara. Que no se levantara y le diera por tocarme mientras yo estaba dormida. Tampoco podría haber dormido. No solía tener la mente en blanco en ningún momento, y menos de noche. Mis pensamientos se acumulaban justo cuando quería acostarme, haciendo que me fuera difícil.

No se despertó, al menos no antes de que se infiltraran los primeros rayos de sol. Me levanté del sofá viéndolo dormir en mi cama. Haciendo el menor ruido posible, abrí la puerta y me escabullí. Once se encontraba delante de mí, como todas las mañanas. Con una pequeña sonrisa, hizo una reverencia.

-Buenos días.-dije yo.- Asegúrate de quemar las sábanas cuando se despierte.

-Lo haré. Por cierto, han trasladado a la dragona a su torre. Alexander sigue encerrado, pero lo están alimentando.

Asentí y me dirigí inmediatamente a la torre. Pasé por el pasillo en donde se encontraba la entrada a las mazmorras. Me fijé en la triple cerradura que había y suspiré. Alexander me preocupaba, pero sinceramente, estaba mejor encerrado que fuera. Era temperamental y solo conseguiría que lo mataran. Cuando quise retomar mi camino, Edward se interpuso en él.

-Imagino que has tendió una buena noche.

-La mejor de todas.-le respondí con sarcasmo. No soportaba verlo más de cinco segundos sin querer matarlo. No sentía simpatía alguna por él. Es más, me alegraba que abandonara a mi madre cuando supo que yo venía en camino, pues nos ahorró a todos un favor inmenso. No hubiese soportado ver como mamá pasaba el resto de su vida con un hombre como él, tampoco me imaginaba haber pasado una infancia feliz a su lado.

-Creo que ya sabrás que la dragona ha vuelto a su lugar. Eso sí, encadenada.- No comenté nada. Lo que menos me apetecía era tener una conversación con él, y menos a altas horas de la mañana.- Nos ha dado un poco de problemas. No deja que nadie se le acerque, desde que le han quitado el bozal, ha quemado a cuatro de mis hombres.- Sonreí sin poder evitarlo. Ella también estaba luchando. Ella también debía de echar de menos a Arin.- Con esto te estoy avisando.

-¿Avisando, exactamente sobre el qué?

-Sobre su mantenimiento, la dragona no nos sirve de nada. Por mí, estaría muerta. Pero Kael no me deja. Tú te encargarás de ella.

-Con todo el placer del mundo.-dije empezando a caminar. Su mano rodeó mi muñeca provocándome arcadas.

-No te creas que no sé qué hay otro dragón volando por palacio. En lo que sea que estás pensando, olvídalo. Jamás podrás domar a un dragón, eres una mujer. No lo olvides.

Con fuerza, solté su brazo. Él solo sonrió burlonamente y se alejó sin dejarme decir nada. <<Eres una mujer.>> Aquel sería su error, subestimarme por ser mujer. Disminuir mi valor y pensar que yo no podría ser una amenaza por el simple hecho de ser del sexo opuesto. Por eso no me habían matado. Ni me habían secuestrado. No me tenían en cuenta. Solo se aseguraron de agarrar a Arin.

Con pasos rápidos me apresuré a la torre. Subí las escaleras lo más veloz que pude y con una mano en mi pecho y mi voz entrecortada, vi a Erela. Esta estaba preparada para atacar, cuando me reconoció. Divise un brillo en sus ojos y empezó a hacer todo tipo de ruidos raros. Sonreí mientras me acercaba a ella. Seguía estando encadenada, pero podía mover su cabeza con total libertad. Cuando la toqué empezó a sacudirse e incluso sacó su gigantesca lengua y me lamió la mejilla.

-Puaj.-exclamé mientras me reía y aprovechaba la tela de mi vestido para limpiarme.

Estuve un buen rato con Erela. Cuando noté que la luz que entraba por el gran ventanal, dejaba de hacerlo. Ambas dirigimos nuestras miradas al lugar encontrándonos con bastantes escamas azules. Entonces el dragón bajo su cabeza y Erela emitió un ruido asustada.

Frozen flames.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora