Crystal Frost
Él es el usuario anónimo.
Él es el usuario anónimo.
Él es el usuario anónimo.
Esa frase rondaba en mi cabeza desde que Alexander- el pelirrojo y mejor amigo de Arin- la había mencionado. Ante tal sorpresa no había podido emitir ninguna reacción que no fuera una mirada atónita y abrir mi boca. No dije nada y Arin tampoco, con su mirada inexpresiva de siempre, se encerró junto al otro hombre en una de las habitaciones dejándome como a una estúpida en el pasillo.
Tenía aún más sentido si lo pensaba. Arin tenía el suficiente dinero como para hacer tales encargos sin que se le arruinara su economía. Pero, ¿por qué en anónimo?. Era más beneficioso para él que todo el mundo supiera que ayudaba al pueblo, al fin y al cabo es lo que un buen rey haría, y él, es un rey.
¿Quizás era tímido?
Borré aquel pensamiento al instante. No tenía lógica. Arin era de todo menos tímid . Todo el mundo decía que era un insensible, que era aterrador y muchos le tenían por ello. No tenía escrúpulos y eso lo había demostrado. No le importaría pasar por encima tuyo si se lo propusiera. Pero entonces, si tan atroz era, ¿porque ayudaba a un simple local?
Me acerqué a la puerta cuando vi a un hombre -al que identifiqué como el consejero real del que Arin ya me había hablado- salir de la habitación. Apresuré mis pasos y este cuando me vio simplemente hizo una reverencia sin apartarse del lugar.
-Lord Oren-dije sonriendo y agradecida de haber recordado su nombre.
-Su Majestad.
-Necesito pasar-comenté al ver que no se movía.
-Dudo que puedas ser de mucha ayuda ahí dentro, señorita. Están en medio de algo serio.
Lord Oren, el consejero real de la familia Drakon, era un hombre que rondaba los sesenta años. Era la viva imagen de como mi mente representaba a un misógino; bajo, con sobrepeso y medio calvo y con una mirada de superioridad ante las mujeres. Y un sinfín de frases sutiles pero manchadas de machismo.
-Dudo que usted pueda decidir cuando puedo hablar con mi marido.-dije intentando ser educada. Quería creer que él no tenía culpa de lo machista que era, pues se notaba desde lejos la educación que había tenido. Y se encontraba en una edad delicada, esa edad en donde eres más testarudo y no habrá persona que te haga cambiar de opinión. Así que quise tomar el buen camino y mantener una charla cordial. No podía hacer que todo el mundo de palacio me odiara.
-Señorita Crystal no se ofenda, pero usted no tiene ni idea de asuntos de la realeza- en eso tenía razón, pero no iba a aceptarlo en voz alta-. Las mujeres dedicaros a los sectores que sí conocéis, el rey ha dejado bien claro que puedes redecorar el palacio como quieras e incluso puedes cambiar el menú del chef.
Y ahí estaba de vuelta el machismo. Tampoco pretendía hacerme cargo de los asuntos reales, no estaba capacitada, y no por ser mujer, sino porque jamás se me había inculcado un protocolo real, por lo que era evidente que en aquel ámbito fuese una inexperta. Pero no iba a permitir que se me tratara de esa manera y se me prohibiera la entrada en lugares, cuando al final esta también era mi casa. ¿Verdad?
-Mire, Lord Oren- comencé a decir- su opinión contra la mía no es nada, usted podrá ser un hombre. Pero yo soy la futura reina, aquí tú no das las órdenes, las doy yo. Así que déjeme pasar y haré como que esta charla nunca hubiese existido.
La mirada del consejero se endureció y por un segundo pensé que iba a perder los estribos y me iba a atacar verbalmente, de una manera menos delicada de la que ya me había estado atacando. Pero no lo hizo, las pocas neuronas que el hombre tenía, conectaron y simplemente escupió:
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Frozen flames.
FantasiTodos sabemos que el hielo y el fuego son elementos totalmente opuestos, y también sabemos que los polos opuestos se atraen... Controlador, temido y ardiente son los adjetivos que describen a Arin Drakon, el rey de Pyrotia. Sabía que como deber de u...