Kael Coldwell
Mi pecho subía y bajaba bastante rápido debido a mi respiración acelerada. Me costaba respirar el aire cálido de Ignisville. Habíamos perdido de vista a la mayoría de brujos, los guardias habían logrado capturad a una minoría. Pero eran bastante leales, sabían que después acto de rebeldía el trato que teníamos no seria el mismo, no seria todo tan pacifico después de que hubieran atacado a mi padre.
-Su Majestad, algo extraño les está pasando a los rehenes.-uno de los guardias me avisó.
-¿Qué quieres decir con "algo extraño les está pasando"? -pregunté, intentando controlar mi respiración agitada.
El guardia frunció el ceño, mirándome con seriedad.
-Su comportamiento es errático. Algunos de ellos están mostrando síntomas de debilidad y desorientación, y otros parecen haber perdido por completo el control de sus poderes. No sabemos qué está sucediendo, pero parecen estar sufriendo algún tipo de efecto secundario inesperado.
Lo único que nos iluminaba en aquél bosque era la luz de la luna y el poco brillo que emitía mi collar morado. Los guardias estaban en fila junto a los rehenes, no dejaban de moverse, como si quisieran escapar su propio cuerpo. Uno de los hombres se pasaba las manos como si quisiera arrancarse la piel.
Cuando quise acercarme a preguntarle que les pasaba, todos los brujos capturados cayeron de golpe. Los guardias se asustaron y dieron un paso atrás sin soltarlos. Estaban muertos, los habían matado los propios brujos para que no los traicionaran. Gruñí de la rabia mientras pateaba la mano inerte de uno de los muertos.
-¿Qué hacemos, señor?
-Quémenlos. Yo vuelvo a palacio.
Cogí uno de los caballos y volví al castillo lo más rápido que pude.
El viento azotaba mi rostro mientras intentaba procesar todo lo sucedido. El trayecto fue silencioso y solitario, con mis pensamientos llenos de interrogantes y dudas. Al llegar al castillo, descendí del caballo y me adentré en el interior, sintiendo un nudo en el estómago. La última vez que había salido de aquí, había dejado a mi padre al borde de la muerte. No soportaría ver como mi único padre también moría frente a mí.
Aún siento los escalofríos cuando me vienen los recuerdos de la muerte de mi madre. Yo estaba con ella, siempre había estado con ella. Me adoraba más que a nadie y eso me hacía bastante feliz. Era muy pequeño e ingenuo por lo que me costó ver la realidad de su matrimonio, me costó comprender porque me alejaba de Arin y porque era tan brusca con él. Siempre me decía lo mismo; <<los hombres de fuego son egoístas y dañinos. Sólo tienes que pensar en su poder, el fuego no es una bendición, es una maldición. Todo lo que tocan lo destruyen.>> Y tenía razón, todo lo que tocaba el padre de Arin lo destruía. No era capaz de controlar su fuego, creaba innumerables incendios cuando estaba enfadado y arruinaba todo, arruinó a mi madre. Y me arruinó a mí.
Mis pasos resonaban en el palacio en un silencio inquietante, y una sensación de malestar se apoderó de mí. Me dirigí hacia donde había dejado a Crystal, pero algo llamó mi atención en el camino: un rastro de sangre fresca. Mi corazón se apretó en el pecho al verlo, y con una mirada llena de preguntas, me acerqué a Crystal.
Nuestros ojos se encontraron y su negación silenciosa me rompió el corazón en mil pedazos. La angustia se apoderó de mí mientras trataba de procesar lo que estaba sucediendo. No necesitaba palabras para entender que algo terrible había ocurrido.
Un nudo se formó en mi garganta mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas. Quería saber lo que había sucedido, quería encontrar una manera de enfrentar la situación juntos. Pero en ese momento, las palabras parecían inútiles, y solo el silencio cargado de dolor llenaba el espacio entre nosotros.
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Frozen flames.
FantasyTodos sabemos que el hielo y el fuego son elementos totalmente opuestos, y también sabemos que los polos opuestos se atraen... Controlador, temido y ardiente son los adjetivos que describen a Arin Drakon, el rey de Pyrotia. Sabía que como deber de u...