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Crystal Frost

Me costó bastante mentalizarme de lo que debía hacer. Había pensado bastante y junto a Once llegamos a la conclusión de que debíamos de cambiar de actitud ambas. Debíamos de simular que nos habíamos rendido ante la situación y que lo aceptábamos. Debía fingir que intentaba abrir mi corazón a Kael y hacer como si quisiera que mi matrimonio funcionara.

Los primeros días fueron terribles. No soportaba la sensación de proximidad. Quería gritar cada vez que me tocaba, pero me contuve. Cada abrazo falso, cada beso forzado, era una afrenta a mi verdadero sentir. Sin embargo, lo soportaba, sabiendo que era necesario para llevar a cabo mi venganza.

Kael, por su parte, estaba extasiado. Creía que finalmente había logrado conquistar mi corazón. Sus ojos brillaban de felicidad y su sonrisa era radiante. Cada vez que me acercaba, él se mostraba más y más enamorado. Pero detrás de mi aparente dulzura, ardía el fuego del rencor.

Mientras tanto, Once, mi fiel aliada, se mantenía cerca, observando cada movimiento y asegurándose de que mi farsa fuera creíble. Juntas trazamos meticulosamente cada paso de nuestro plan, sabiendo que la venganza se cocinaba lentamente y que la paciencia era clave.

Pasadas las semanas mi actuación se intensificó. No solo fingía amor y comprensión, sino que también planeaba meticulosamente cada paso para desmoronar su vida. Estaba dispuesta a utilizar cada secreto, cada debilidad en su contra. Solo debía esperar el momento exacto. No solo quería hacerle sufrir, quería destruirlo por completo.

Parecía que las cosas se habían calmado en el país. Pasaron dos meses desde que el reino recibió la noticia de la falsa muerte de Arin. Ya no se hablaba de él. Kael, pareció entender mis necesidades y a empezar a confiar en mí. No se opuso a que tuviera visitas del dragón y su bebé. Eran los únicos momentos que tenía para olvidarme del mundo. Durante una tarde de vuelo me animé a interactuar con el dragón macho, aún me costaba acercarme hacia él. La primera vez que me dejó subirme a él, decidí llamarlo Aquilo. Los vuelos con él, no eran nada similares a los que había tenido con Erela. Las alas de Aquilo eran increíblemente más grandes y con una fuerza mayor. Tenía una velocidad asombrosa y podía elevarse a alturas impresionantes. Era una experiencia emocionante y liberadora. Con el tiempo, la relación entre Aquilo y yo se fortaleció. Aprendí a comunicarme con él a través de señales y palabras simples, estableciendo una conexión especial.

-Princesa.-dijo Kael devolviéndome a la realidad. Nos encontrábamos dando un paseo matutino, que de alguna manera se habían vuelto rutina. Era el único espacio que quedaba fuera de palacio en el que podía caminar libremente y olvidar que seguía siendo una prisionera.- Creo que nuestra relación debería ir un paso más allá. Hasta ahora solo nos hemos acariciado un par de veces.

Intenté mantener mi cara serena y buscar la excusa más creíble.

-Kael, aún no confiamos en el otro al cien por cien.

-He hecho todo lo posible para que confíes en mí.

-Lo sé y lo aprecio.-mentí.- pero aún tratas a Once como a una simple sirvienta. Ella es parte de la familia. Y aún tienes encerrado a Alexander.

Kael me miró con expresión de sorpresa, pero su rostro rápidamente se tornó serio.

-Princesa, entiendo tus preocupaciones, pero debes comprender que Once y Alexander no son asuntos que se puedan resolver de la noche a la mañana.

Sus palabras resonaron en mí, y aunque comprendía su punto de vista, sentía una profunda tristeza por la situación. Una vez más, me encontraba atrapada en una jaula invisible, incluso en medio de este paseo aparentemente idílico.

Frozen flames.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora