Capítulo 23

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Helios corrió hacia donde estaba su padre, este había caído en el suelo con un grito de dolor, Elián sentía como si todas sus terminaciones nerviosas estuvieran bajo una constante tortura de miles de aguijones picándolo en cada parte de su piel, ni siquiera podía reactivar su cambio a la forma de lobo para mitigar el dolor, ¿qué le había hecho esa hechicera?

— ¡Papá, mírame! — Le pidió desesperado el castaño —Por favor papá concéntrate en mi voz—. Siguió pidiéndole, porque había momentos en los cuales el alfa se perdía.

Los centinelas y alfas que habían participado en la refriega se estaban moviendo rápidamente, apresaron a los rebeldes que quedaron atrás, uno de los centinelas corrió al orfanato a cerciorarse que los niños estuvieran bien y otro fue a buscar un auto para trasladarse de manera rápida al centro de salud, tenían que prestarle ayuda a su alfa que no se veía para nada bien.

La llegada al centro de salud la hicieron lo más rápido que pudieron, allí ya los esperaba Lance listo para atender al alfa de la manada, él estaba de guardia esa noche y por ello apenas se escuchó la primera detonación estuvo listo para recibir a los posibles heridos, pero jamás se imaginó que uno de ellos iba a ser su amigo y en las condiciones en que estaba llegando.

—¿Qué le paso? —, pregunto mientras tomaba sus signos vitales.

—Se enfrentó a Adriel Salvan, no fue una pelea limpia, papá iba ganando, pero la hechicera esa que anda con él hizo algo que logro que terminara con la batalla, cayó al suelo gritando de dolor, perdió la transformación en un instante...

—Bien, Helios quiero que te vayas a la sala de espera y me dejes trabajar...

El joven alfa hizo lo que le habían pedido, pero no se quedó quieto, su papá estaba fuera de combate así que, era su deber como futuro líder ocuparse de las cosas, se encargó de coordinar la llegada de los heridos y mandar a un centinela para que se hiciera cargo de llevar a los prisioneros a los calabozos que habían acondicionado para mantener a los cambia formas que le hacían daño a la manada, en el ínterin también mando a buscar a su madre, ella debía saber lo que estaba pasando con su compañero.

La cual, llego tan solo unos minutos después acompañada por Amaris y Eleonor, las tres con lágrimas en los ojos, preocupadas por lo que había sucedido — ¡Hijo! ¿en dónde está mi Elián?

—Mamá, necesito que te calmes... Lance lo está revisando y hasta ahora no ha salido a decirme nada, debemos confiar en que papá es fuerte y saldrá de esta—. Le dio un abrazo a su progenitora y hermana que estaban hechas un mar de lágrimas.

Amaris solo se quedó a su lado y puso su mano en el hombro, demostrándole su completo apoyo ante la situación, la verdad es que jamás se esperaron que esa noche iban a tener un ataque por sorpresa, en un momento estaban tranquilos durmiendo en su enorme cama con su pareja y al otro estaban corriendo por la habitación buscando ropa para salir rápidamente a la casa principal y ver que estaba pasando, cuando Helios y su suegro salieron por la puerta principal, sintió un vació en medio de su pecho, en ese momento tuvo miedo; miedo a que alguno de ellos volviera herido.

Ana también había llegado al centro de salud desde hace unos minutos para hacerse cargo de los heridos, afortunadamente de acuerdo a los informes de Oliver, el beta de la manada, los niños estaban bien, Val había logrado llevarlos a todos sanos y salvos al sótano con la ayuda de Carmen, otra de las cuidadoras que se encontraba de guardia esa noche, quitándoles una preocupación de sus hombros; las heridas de los hombres que habían llegado tampoco eran graves, unos cuantos puntos de sutura, un poco de calmante y estarían como nuevos en poco tiempo, su regeneración haría su magia, sería como si no hubiera pasado nada.

Los Elegidos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora