Capítulo 12

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La casa Archer estaba siendo ampliada, por tal motivo había muchas habitaciones vacías del lado donde quedaba el baño, las cuales Helios descubrió sin querer, pero que le dieron una idea de a dónde podía llevar a su novia y robarle los besos que tanto quería darle desde que la vio al principio de la noche, una de las ventajas del sitio que había encontrado era que estaba insonorizado, se podía oír el ruido del exterior, pero lo que pasaba allí adentro no se escuchaba afuera.

Ya lo había probado y estaba satisfecho con los resultados, no sabía cómo habían conseguido eso los Archer, pero le servía para sus planes, no quería que ninguno de los estúpidos alfas escucharan ninguno de los gemidos de su omega, estaba dispuesto a sacarle muchos de esos a su novia esa noche, tomaría la palabra de su suegra y su cuñada, usaría esos sobrecitos que les habían dado.

— ¡Helios!, ¿por qué me trajiste aquí? —, pregunto la pelinegra sorprendida mientras observaba todo a su alrededor.

Era una habitación simple con acabados de madera que contaba con un sofá, algunos libreros y unos ventanales que en ese momento estaban tapados con una especie de plástico, así que ellos no podían ver hacia afuera y nadie podía ver hacia adentro, a simple vista se podía inferir que era una sala de estar sin terminar porque aún le faltaban muchos detalles.

—Estamos aquí, porque desde que te vi he querido hacer algo y no he tenido la oportunidad—, contesto caminando hacia ella a paso lento, la tomo de la cintura, para luego hacerla caer en el sofá verde que predominaba en la estancia.

— ¡Ah sí!... ¿y eso que es? — Amaris se pasó la lengua por sus labios rosados con gesto insinuante, ella también lo quería, su alfa estaba guapísimo esa noche y había estado todo el tiempo mandándole miradas asesinas a todas las estúpidas omegas que lo veían con ojos brillantes, sobre todo Lin, a la cual le corto sus intenciones de acercarse llevándose al castaño a bailar.

—No lo sabes—. Se subió al sofá colocándose a horcajadas sobre la pelinegra sin dejar caer su peso, acerco su nariz para recorrer desde su mejilla hasta sus labios, levantó la mirada pidiendo permiso mientras sus bocas apenas se rozaban, quería besarla y quería hacerlo en ese preciso instante.

—Helios—, gimió Amaris su nombre con los ojos dilatados.

Esa era la señal que el alfa estaba esperando, termino de acortar la distancia que los separaba y se fundieron en un ansioso beso, la pelinegra llevo sus manos a los cabellos del castaños y tiro de ellos en medio de su excitación, estaba completamente entregada a las sensaciones que recorrían cada terminación nerviosa de su cuerpo y tal como le pasó en su casa sintió un poco de humedad en su parte intima, nada del otro mundo, pero si era una sensación extraña, lo cual, era algo que tendría que preguntarle a su madre así se muriera de la pena.

Helios, fue recostando a su chica en el sofá quedando sobre ella mientras sus besos ya no se limitaban solo a sus labios, pues había comenzado hacer un camino que iban desde su mejilla hasta el cuello, no tenía mucho acceso debido al sweater que la chica había decidido usar, pero no le importaba.

Sus manos traviesas ya se estaban ocupando de eso, o al menos ya se la había sacado de la falda empezando a recorrer su abdomen, grabándose a fuego en su tacto, lo bien que se sentía tocarse piel contra piel, volvieron a sumergirse en un nuevo beso, uno que termino cuando el alfa se colocó de rodillas y se quitó su propia chaqueta ante la hambrienta mirada de la omega, que solo lo observaba con lujuria y decidió también levantarse para empezar abrir uno a uno los botones de la camisa de su novio.

Ambos estaban haciendo aquello por primera vez, por ello solo se estaban dejando llevar por el instinto, al terminar con su labor, comenzó a recorrer cada uno de esos firmes músculos que siempre había sentido a través de sus abrazos, pero que nunca había podido tocar a su antojo, se sentía tan bien, que empezó a emitir un poco de su olor a caramelo.

Los Elegidos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora