Capítulo 36

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—¿Lilith porque lo hiciste? —, pregunto Adriel ya en su forma humana tomando la cabeza de su compañera entre sus piernas.

La hechicera fue la recibió el impacto de bala, en medio de la pelea que mantuvo con Amaris, ella misma en uno de sus movimientos del forcejeo acciono el gatillo, sin darse cuenta que el cañón estaba apuntando en su dirección, la bala limpiamente penetro su piel para perforar uno de sus órganos vitales, estaba perdiendo mucha sangre, tanta, que ya no sentía nada en su cuerpo, estaba como entumecida sabiendo que había llegado su final.

—No lo sé, solo sentí la necesidad de acabar con ella, perdóname alfa, al parecer no voy a poder cumplir mi promesa de estar junto a ti durante tu reinado—. Llevo una de sus manos llena de sangre, con las pocas fuerzas que le quedaban, toco la mejilla del hombre que más había amado en la vida, tanto que estuvo dispuesta a dar su vida por él.

—¡Cállate!, por supuesto que vas a estar conmigo, esa herida se va a cerrar en unos instantes, nuestro factor de regeneración te tendrá como nueva en tan solo unos minutos...— Las lágrimas corrían por las mejillas de Adriel, sin importarle que sus hombres y enemigos lo vieran en ese estado.

—Tú y yo sabemos que eso no va a ser así, hace mucho que mi gen cambia formas dejo de funcionar de manera correcta en mí, sino fuera así, estuviéramos llenos de cachorros en este momento, yo misma construí mi destino, mi señor se cobró cada uno de los favores que me hizo, quizás si lo hubiera escuchado no estaríamos en esta situación—. Sonrió con un hilo de sangre rodando por sus labios.

—¡No hables!, sabes muy bien que yo nunca te hubiera permitido que volvieras a sacrificarte.

La abrazo contra su pecho derramando más lágrimas de dolor, estaban viendo un lado sensible del temible líder de los rebeldes, aquel hombre perdía lo único que le quedaba en ese mundo, no podía engañarse, sabía muy bien que Lilith moriría, ya no tendría a su lado a su compañera, a la única que lo entendía.

En el campo de batalla reinaba el silencio, todos los cambia formas estaban atentos a los acontecimientos que se desarrollaban frente a sus ojos, Amaris se había alejado de la escena, tenía algo de sangre en sus manos, se sentía triste por la situ...

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En el campo de batalla reinaba el silencio, todos los cambia formas estaban atentos a los acontecimientos que se desarrollaban frente a sus ojos, Amaris se había alejado de la escena, tenía algo de sangre en sus manos, se sentía triste por la situación, aquella mujer que estaba tendida en el suelo pudo haber sido ella, estuvo tan cerca de morir, de no regresar con su hijo, de no estar al lado de su alfa, el peso de la guerra cobro otro sentido sobre sus hombros.

Por ello, se acurrucó en los brazos de Helios cuando este llegó a su lado, necesitaba sentirlo cerca, hacerle saber que estaba aún allí, dejo salir un poco de su aroma a caramelo tratando de calmar la tensión que se vivía en el ambiente, era un acto involuntario que siempre tenía, no le gustaban las peleas, no le gustaban la tristeza, su abuela tenía razón, era una pacificadora, si estaba en esa guerra era por estar al lado de su compañero, por defender lo que creía correcto, por brindarle un mejor futuro a su niño.

Otra que estaba entre la espada y la pared era Ana, cuando vio el cuerpo de la bruja caer, su primera reacción fue querer correr hacia donde estaba la herida, su instinto médico saliendo a la luz, no podía quedarse con los brazos cruzados sabiendo que pudo hacer algo, pero antes de que pudiera moverse de su sitio fue retenida por la mano de su abuela, por esta vez no debía intervenir, después de todo se trataba de su enemigo.

Los Elegidos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora