Capítulo 31

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Estaban a un día de la batalla, la tensión que se vivía en toda la manada era grande, sobre todo en casa de los líderes, Elián se estaba recuperando satisfactoriamente, pero a paso lento, necesitaba todavía de la silla de ruedas, cosa que lo tenía muy preocupado, no quería que su hijo se enfrentará a Adriel Salvan, sobre todo porque este tenía a su lado a esa hechicera.

Helios aún era muy joven, le había caído una responsabilidad en sus manos que no le correspondía y no sabían de lo que era capaz el enemigo, aún no habían llegado a conocer todo el alcance que tenía el hombre; el castaño jamás se enfrentó a una pelea cuerpo a cuerpo que no fuera meramente de práctica, así que esperaban que el instinto se hiciera cargo de la situación y lo guiará en lo que tenía que hacer.

Otra cosa que les preocupaba, era la participación de Amaris en aquel asunto, la omega desde que comenzaron los planes de batalla no había parado de decir que ella también iría, su deber era estar al lado de su alfa, se sentiría muy inútil si no fuera así, por ello se había juntado con Tara la omega de la manada Dustin para que le enseñará a defenderse, quería tener por lo menos alguna herramienta a su favor llegado el momento, cosa que tenía completamente preocupada a su madre, que no podía dejar de pensar que dos de sus hijos estaban en el ojo del huracán, pues ella consideraba a Roland como otro de sus retoños.

El único que parecía ajeno a todo era el pequeño Aqmar, o eso querían creer, porque el niño era un poco sensible, podía sentir la tensión que estaba viniendo de sus padres y por ello trataba de alegrarlos a su manera, en esos momentos se encontraba jugando entretenido con las orejas de su tío Roland quien estaba en su forma lobuna, al niño le encantaba sentir el suave pelaje contra su barriguita, lanzando pequeños gritos de alegría, eso era lo único que confortaba a los mayores, ver la felicidad de ese inocente les daba una razón para luchar, querían ofrecerle a ese niño una vida de paz y tranquilidad rodeado de su familia.

—Roland deja de llenar de babas a Aqmar, es asqueroso de observar—, dijo Amaia que ya no podía contenerse al ver lo que estaba haciendo.

Su hermano adoptivo solo le lanzó un gruñido y se levantó de dónde estaba, el pequeño al ver qué se alejaba, también se puso de pie y con paso tambaleante lo siguió hasta que logro agarrarlo de la cola, siendo arrastrado por su tío alrededor del jardín mientras él solo reía a carcajadas al sentir el roce del pasto en su pancita.

Pero la diversión se acabó rápidamente cuando Eleonor salió al jardín y vio lo que estaba sucediendo, se sentía indignada, no podía creer como el hermoso conjunto de Gucci que había comprado con sus ahorros se había convertido en un trapo lleno de tierra y césped, así que sin pensarlo mucho salió corriendo y tomo a su sobrino en brazos.

—¡Roland!, ¡Me debes 500 dólares!, mira lo que hiciste con el traje nuevo de mi bebé—. Le señalo al niño que no paraba de reír.

—¿Esos harapos cuestan 500 dólares?, un trapeador tiene más estilo que eso.

En ese momento Eleonor sintió como si su corazón se fuera a detener, vio toda su vida pasar frente a sus ojos en tan solo 20 segundos, en lo único que pensaba era en cómo alguien tan joven y siendo una cambia formas moriría de un infarto.

—¿Cómo es posible que no sepas de moda?, eres...eres... eres... Ahhh—, grito mientras pisoteaba enfadada.

Al oír los gritos de la omega, Amaia rodó los ojos comiéndose una paleta, se había dado un descanso en la lectura puesto que sus bellos ojos ya no podían más, habían sido días muy ajetreados ayudando a su abuela y a Julieta a preparar el antídoto para Elián, aunado a la gran cantidad de talismanes contra la magia negra que habían hecho en tan solo una semana, estaba segura que se auto impuso sin saberlo un curso intensivo de cómo ser una hechicera.

Los Elegidos de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora