75° Quirks (100K👁️)

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En este mundo los Alfas desarrollan "peculiaridades" cuando conocen a sus parejas, y esas peculiaridades se borran hasta que marcan a su pareja.

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Magnus no quería un mate.

Es decir, él quería un mate, como todos, pero lo que no quería era lo que conllevaba conocerle.

Había oído las historias: Alfas respetables que no podían evitar hacer el ridículo cada vez que su pareja estaba cerca de ellos,  Alfas extremadamente serios cuya peculiaridad era hacer chiste estúpidos cada vez que su mate estaba cerca, Alfas rudos que se volvían un bombón en cuanto veían a su mate...

Las peculiaridades variaban, y siempre parecía que era lo opuesto a la naturaleza del Alfa.

Y la peor parte era que las peculiaridades no se quitaban sino hasta que tú mate te daba su consentimiento para marcarle.

Generalmente, los Omegas tendían a apiadarse del Alfa en cuestión, y dejarse marcar en los primeros meses, para que los Alfas pudieran vivir una vida normal.

Pero así como había Omegas compasivos, había otros que no lo eran tanto, y Alfas que eran lo suficientemente estúpidos como para maltratar a sus Omegas, lo que resultaba en Omegas que tardaban años en dar el permiso, si es que lo hacían.

Magnus no los culpaba. Sabía que las peculiaridades era la manera de la naturaleza de darle poder a los Omegas, evitando que fueran atados a Alfas que no los trataran bien, y que a comparación del poder que los Alfas solían ejercer sobre sus Omegas, no era nada.

Sin embargo Magnus, siendo un hombre poderoso, no podía permitirse eso.

Jamás se había permitido imaginarse cual sería su peculiaridad, y mucho menos había buscado a su mate, prefiriendo abstenerse del mundo de las citas, solo teniendo aventuras, para evitar activar accidentalmente su peculiaridad.

Pero, como suele suceder, el destino tenía otros planes.

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Magnus dio por terminada la reunión, y salió del edificio.

Había sido agotadora, pero la compra de esa compañía le permitiría incursionar en un campo nuevo, lo que le serviría para hacer crecer su compañía aún más, e incrementar el alcance de su influencia.

En ese momento de su vida, tenía todo lo que podía querer: era joven, tenía una carrera prometedora por delante, mucho dinero para gastar, un gran piso para él sólo, y un vehículo con un chófer a su disposición.

Lo único que te falta es un mate.

Magnus aplastó ese pensamiento.

No se iba a poner a la merced de alguien más sólo porque su estúpido lobo quería satisfacer sus instintos. Él era mejor que eso.

Decidió caminar a una plaza cercana para despejar su mente, y decirle a su chófer que lo recogiera ahí una vez hubiera llegado.

Pero no llevaba ni dos cuadras cuando, al pasar por un callejón, escuchó un lamento que lo hizo detenerse.

Si bien no buscaba un mate, eso no lo detenía de ser compasivo y ayudar a los que lo necesitaran, como su madre le había enseñado.

Curioso, decidió entrar al callejón, y lo que vio lo dejó congelado.

En el piso, vestido con harapos, se encontraba un pequeño Omega, con el cabello negro, y los ojos más azules que hubiera visto.

Era hermoso.

Magnus supo que había sido un error cuando miró los ojos del hermoso hombre y sintió que algo dentro de él se removía.

El Omega era su mate.

Trató de huir, antes de que su peculiaridad se revelara, pero una dulce voz lo detuvo.

—¡Espere!

Y cuando dijo que lo detuvo, lo decía en serio.

En cuanto el Omega habló, Magnus sintió su cuerpo clavarse en su lugar, como en un hechizo.

Maldita sea.

Cada vez que trataba de moverse experimentaba una horrible sensación de estar mal, como si realmente estuviera destinado a estar quieto hasta que el Omega dijera otra cosa.

Así que decidió esperar.

—¿Sí?— dijo, sin voltear a verlo.
—¿Tiene algo de cambio? No he comido en tres días y...— una sensación mucho menos desagradable se instaló en Magnus: la necesidad de proveer y proteger que cualquier Alfa sentía alrededor de su Omega, activada en este caso por las palabras del pequeño Omega.

—¿No preferirías que te trajera algo de comer?— la sorpresa del Omega era palpable —Solo dime qué quieres, y lo conseguiré— Magnus no podía creer lo que decía, pero cualquier cosa era mejor que la horrible sensación de haberle fallado al Omega.

—Yo... quisiera un sándwich de pollo y un jugo de naranja... Y tal vez unas galletas de chocolate... Tú...¿realmente puedes conseguirlas?— Magnus asintió, sintiendo que las encontraría y se las traería, aún si fuera la última cosa que hiciera.
—Por supuesto.

¿Qué le estaba pasando?

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Y no fue sino hasta la tercera tienda que visitó, buscando el bendito sándwich de pollo que supo lo que sucedía.

Aparentemente, el Omega era su mate, y su peculiaridad era que el Omega le ordenara que hiciera lo que quisiera, teniendo que cumplirlo al pie de la letra.

Genial.

Magnus, que había tratado de evitar toda su vida cualquier Omega, ahora terminaba en las manos de un Omega callejero.

Simplemente genial.

¿Qué dirían sus hombres de eso?

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Hello!

Este es el 75° capítulo que publico, y solo quiero dejar la marca porque probablemente después se recorrerá si hago extras.

Y en otras noticias...

¡100K vistas! 😮

La verdad he estado bastante desconectada de Wattpad últimamente, y por eso les agradezco mucho su apoyo.

Realmente no me creo todavía que haya llegado tan lejos.

Y como ya es costumbre...

¿Quieren algún capítulo para celebrar?

Gracias por leer 💜

Alfa & Omega~ Malec ????Donde viven las historias. Descúbrelo ahora