Bakugou Katsuki ingreso a Yuei, la prestigiosa academia de héroes, siendo el sucesor de All Might y el actual número uno juvenil. Tuvo sus primeras impresiones acerca de sus rivales y la guía de su mentor e idolo de la infancia, el cuál le aconsejab...
Es un tacto áspero contra sus caderas. Firme y dominante. El sonido de la pelvis al chocar en su interior es tan vergonzoso que tiene que morderse los labios para no gemir e insultar a la persona que lo está embistiendo.
Es duro, pero dulce. Y puede escuchar su voz detrás suyo, llamando su nombre, diciendo cosas que normalmente no diría.
—Kacchan...Kacchan, estás tan apretado. Se siente muy bien. Eres increíble. Te amo, ¿lo hago más rápido o más lento? ¿te duele?
Quiere gritarle a esa persona que no pregunté esas tonterías y que solamente se siga moviendo. Pero, entonces, le da la vuelta bruscamente en la cama y lo tiene cerca de su rostro, sus piernas se separan todavía más dejándole espacio a ese cuerpo que es más esbelto e igual de musculoso que el suyo y puede sentir esas manos ásperas y calientes recorriendo su pecho.
No puede respirar cuando se encuentra con esos hambrientos ojos esmeralda. Brillaban con intensidad y anhelo, mandando corrientes eléctricas a su corazón, haciendo que sus piernas temblaran y su boca jadeara.
—Deku...
La persona que lo estaba cogiendo era Izuku Midoriya.
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Katsuki se despertó agitado en su cama, con la camiseta mojada y un gran problema dentro de su bóxer. Se tiro de espaldas en el colchón y maldijo de una y mil formas distintas a Izuku, que desde que descubrió que le gustaba y tuvo un jodido cambio físico —digno de una pubertad injusta— le atormentaba con aquellos sueños de vez en cuando. No sabía porqué mierda siempre era él quien estaba abajo, pero no podía negar que le gustaba.
Mierda, le encantaba la idea de tenerlo encima de él, con sus manos llenas de callos y ásperas por el trabajo que hacia todos los días en los talleres de Soporte Técnico que tocaran por dónde les diera la maldita gana su cuerpo, con el cabello rizado pegado a su frente por el esfuerzo y sus ojos esmeralda fijos en él, haciendo que fuera lo único que le importaba.
El cenizo gruño de frustración, después se levantó de su cama y fue hasta el baño. Se ducho con agua fría para que su problema se fuera al carajo y después salió para cambiarse. Hoy era sábado, es decir, el día en que acepto ir al refugio de los Kirishima. Porque por mucho que intento negarse, el pelirrojo era capaz de realmente llorar si no iba y él no era tan maldito como para hacerlo llegar a eso.
Pero el haber tenido uno de esos jodidos sueños ese día debía ser alguna especie de mala señal, ¿no?
Posiblemente no, solo era otro idiota enamorado del montón. Con la única diferencia que sería el futuro héroe número uno. Y esperaba que para entonces ya no fuera perturbado por ese tipo de sueños.
—Katsuki, buenos días, ¿quieres desayunar?
Masaru lo saludo desde la cocina cuando lo vio bajar las escaleras, secándose el cabello y en una simple remera negra junto con una bermuda de jean. Los días de descanso su padre usaba remeras más informarles y andaba en pantalones sueltos, aparte de que usaba sandalias. Su madre prefería usar vestidos, frescos y cortos, que hacían que estuviera cómoda. En ese momento, traía uno color naranja y se encontraba sentada en la isla de la mesa, tomando café y manejando su portátil. Por la expresión que puso al verlo, debió haberse desvelado trabajando. O quizás ni siquiera durmió.