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Brian O'Conner

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Brian O'Conner

Y de pronto estoy frente a la mujer con la que compartiré mi vida. Mi esposa. La veo caminar sobre el pasillo de flores hasta llegar a mí. Su rostro resalta con ese vestido de seda y encaje. Tuve una buena elección al elegirlo. Ella es tan... hermosa. No hay manera de que pueda escapar de mí.

La tomo entre mis brazos al decir los votos, con los ojos vueltos hacia mí. Me mira asustada y por primera vez me fijo en el color café radiante de sus ojos, que se iluminan más a la luz del suave naranja del atardecer. Sus pupilas se dilatan. ¿Podría perderme en su mirada?

No reconozco mi propia voz cuando juro amarla sobre todas las cosas, todo es un engaño, pero, ¿por qué me siento bien al decirlo? ¿por qué todo el caos en mi cabeza se detiene cuando ella jura amarme durante el resto de nuestras vidas? Mis dedos recorren su rostro antes de besarla. Tiene una piel suave y delicada, de marfil. Contengo la respiración cuando la sujeto de la cintura y pego su cuerpo al mío; sentir sus pechos y su calor a través del traje me pone a cien. Una sensación desconocida me atraviesa el cuerpo.

Desprende una fragancia fresca y natural, exquisita, como las rosas. Cierro los ojos y la beso. Por fin la pruebo. Su sabor es todo lo delicioso como su aspecto. Oh, dios, no podía desear a esta mujer, no podía... y sin embargo aquí, justo ahora la deseo. Le cojo la barbilla, le meto la lengua y me pierdo en la maravillosa sensación mientras ella responde al beso. Que maravilla... Concéntrate O'Conner, nada de sentimientos. Me aparto de ella y me mantengo fuera de su alcance, tomando nuevamente el control durante el resto de la tarde y la gran celebración.

La deseo, deseo hacerla mía. Deseo quitarle ese vestido yo mismo y hacerla mi mujer. No me importa nada más, la tendré esta noche. Necesito una distracción, solo eso. Necesito follármela.

Pierdo el control cuando la llevo a la mansión y comienzo a desnudarla. Esta chica me atrae muchísimo. No es como todas las demás, es magnífica. Me mira con inocencia. La polla se me endurece más al verla en la fina lencería de seda blanca. Oh, nena, quiero hundirme en ti. Joder, que bien huele y que bien sabe. No puedo parar, quiero penetrarla. Está desnuda en mi cama, el pelo negro lacio y largo le enmarca el rostro a la perfección, sus largas y morenas piernas están abiertas, ante mí.

Aurora me mira con temor y terror... ¿qué? Ninguna chica me había mirado de esa forma, bastaba con un par de caricias para que todas se entregaran a mí, sin importar si era un peligroso mafioso. Antes de entrar en ella, hunde su cabeza entre las almohadas y la sábana de seda, suelta sollozos ahogados en terror y me araña con fuerza la espalda, apartándome.

- Nunca he echo esto. Por favor, Brian, suéltame.

Por dios, no me digas esto. ¡Joder! No, no, no. ¡Mierda! Estuve a punto de hacerle daño. La he asustado. Estoy eufórico. ¿En que lío me he metido? Creí que ella sería como cualquier mujer, dispuesta a entregarse a mí y no dejar pasar la oportunidad. Me paso las manos por el pelo mientras trato de refrenar mi furia. Me disculpo, sin pensarlo. Aunque no debería hacerlo, pues ella es mi mujer ahora.

Me sorprenden mis propias palabras. Puedo volver a llevármela a la cama y follármela cuando quiera, pero no puedo hacerlo. Antes de que huya de mí, la beso una vez más, dejando una estela de remordimientos, el recuerdo de su bello cuerpo desnudo y sus labios. Y con lágrimas en los ojos, sale corriendo de la habitación...

Horas más tarde

Despierto en la cómoda silla de mi escritorio. La cabeza me da vueltas. Dios, ¿Cuánto bebí? Estoy bañado en sudor y todavía noto el hedor a cerveza y cigarrillos. Me incorporo en la silla, sujetando el escritorio y después me sujeto la cabeza entre las manos mientras trato de controlar los recuerdos de la noche. Después de que Aurora saliera de la habitación, volví a vestirme y decidí salir a la fiesta una vez más a beber con mis amigos. Ah, y disfruté de una buena noche de locura con Bethany, la rubia.

Observo mi despacho, hay ropa mía por doquier, y ropa interior de Bethany. Sonrío para mis adentros. Vaya despedida... esa chica si que sabe complacerme. Me levanto, me pongo los calzoncillos y sujeto el papel que está sobre el escritorio.

Conserva mi ropa interior, la necesitarás. Serás un gran esposo. Feliz matrimonio. Aquí no acaba todo, volveré. Espero te haya gustado mi regalo de bodas...

                                                        Bethany.

Oh, esa chica. La recuerdo enloquecida, gritando sobre mí mientras la hago mía, y como pronunciaba mi nombre con cada embestida. Eres un descarado, O'Conner.

Miro la hora: son las tres de la madrugada. Hoy me espera una reunión importante y necesito tener la cabeza despejada. Salgo a rastas de la silla, me pongo los calzoncillos y recorro la mansión en dirección a mi habitación. Antes de abrir mi puerta, me giro y veo la de Aurora. Siento un impulso incontrolable por verla, así que entro a su habitación.

Está echa un ovillo y se ve pequeña y vulnerable. Tiene una camiseta y unos pantalones de algodón. ¿Podría aprovecharme y hacerla mía ahora? No, O'Conner. Detente. La camiseta se le ha subido y deja al descubierto el vientre y el hombligo.

La tapo con el edredón y le acaricio el pelo. Veo el anillo de bodas en su dedo y sonrío involuntariamente. Es mía. Ahora es mía, me pertenece. Tiene los labios entreabiertos. Lo único que me permito es un contacto más, y le acaricio la mejilla con el dedo índice, mientras recuerdo cada parte de su cuerpo desnudo. Esas imágenes se remueven por dentro una vez más.

- Algún día te entregarás a mí, Walker. Algún día serás mi mujer.

No te quedes ahí comiéndotela con los ojos, O'Conner. No podrás parar. Tengo que irme antes de hacer algo de lo que luego me arrepienta.

- Dulces sueños, esposa - murmuro.

Tras mirar una última vez a Aurora Walker, salgo corriendo antes de hacerla mía.

𝐋𝐚 𝐨𝐬𝐜𝐮𝐫𝐚 𝐩𝐚𝐬𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐁𝐫𝐢𝐚𝐧 𝐎'𝐂𝐨𝐧𝐧𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora