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Aurora Walker

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Aurora Walker

Los Ángeles, California.
10 de Abril.

Cuatro horas de vuelo, habían sido insoportables. El viaje se me hizo eterno. Odiaba tener que estar aquí, como una prisionera, obedeciendo a Brian O'Conner. Cuando me miraba, lo hacía con rabia e indiferencia, no entendía porqué. Solo me había usado para acostarse conmigo, eso hacía que volviera a odiarlo como el día en que lo conocí. Pero ahora que estaríamos en los Ángeles, encontraría la manera de escapar. Como estaba tan enfadada iba con la vista clavada en la ventana, observando el paisaje, aunque he de confesar que a veces miraba de reojo a Brian sin que el se percatara. Estaba segura de que los siguientes días en los Ángeles serían un infierno, iba a sentirme muy incómoda cada vez que estuviera en su compañía.

El sol aún no había desaparecido cuando el Jet aterrizó en el aeropuerto Los Angeles International Airport. Esperamos en la sala de espera de primera clase, esperando a que  nos recogieran. Cuando Brian recibió una llamada, salimos del aeropuerto y varias camionetas lujosas nos esperaban afuera.  Recuerdos de mi, de pequeña, estando en los Ángeles atormentaban mi mente. Las imágenes son borrosas. ¿Estuve aquí antes? ¿Con quién? Qué raro.

- Noah, yo conduciré esta vez. Sube en alguna otra camioneta.
- Entendido, señor O'Conner.

Noah y los demás hombres sujetaron las maletas y las colocaron en la cajuela de las demás camionetas. Delante de las camionetas hay un hermoso Mitsubishi Eclipse verde. Lo miro detalladamente con la boca abierta.

- ¿Es tuyo? - susurro.
- Sube - dijo Brian, con sequedad, ignorando mi pregunta. Espera sujetando la puerta hasta que entro en la puerta a lado del conductor y me siento en el asiento delantero del auto con una mueca. Va rápidamente al otro lado, al asiento del conductor.

Intenté ignorar lo nerviosa que me sentía por estar a solas con él después de la Isla. Cuando se sentó en su lugar, empezó a manipular algunos mandos del coche y arregló el espejo del retrovisor.

- Por favor, mantente callada. Iremos a casa, ahí estarán Letty y Dom - me dice en voz baja. Su boca se ha convertido en una fina línea furiosa - no intentes algo estúpido - anuncia.

Arranca el motor del Mitsubishi con un rugido y acto seguido salimos hacia la carretera. Pronto el olor de su colonia inundó el coche por completo y la oscura atracción que sentía por él salió de las sombras y se hizo presente una vez más. Sentí que todo mi cuerpo entraba en calor al ver los movimientos de su mano en la palanca de cambios. Miro por el retrovisor y puedo ver las camionetas detrás nuestro siguiéndonos. Me retorcí inquieta sobre el asiento cuando vi que me miró por el rabillo del ojo las piernas desnudas.

- ¿Por qué me has traído contigo? Parece que cada vez más me das la oportunidad de escapar.

Una risa amarga salió de entre sus labios.

- Nunca permitiría eso. Te he traído porque sé que nadie más que yo podría detenerte si intentas hacerlo.
- ¿Por qué quieres hacerme daño, Brian? Por un segundo creí que podrías agradarme a pesar de lo que habías hecho y luego tú sigues siendo un imbécil.
- ¿Hacerte daño? Tu padre provocó todo esto. Deberías de sentirte agradecida de que te haya sacado de esas estúpidas personas a la cuales consideras familia. Además, Aurora, no fui un imbécil cuando te acostaste conmigo y me suplicaste que te hiciera mía.

Me quedé callada. Sin explicación sus palabras dolían como si me hubieran dado una puñalada. Siento que las lágrimas amenazan con salir, pero me froto los ojos disimuladamente. Mientras nos mantenemos en silencio, observo las hermosas y cálidas calles de los Ángeles. Brian conduce hasta llegar a un vecindario, por la calle Kensington. Entra en el pequeño estacionamiento de la casa y coloca sin dificultad el auto en el lugar asignado. Salgo echa una furia del coche sin esperarlo.

La casa blanca es hermosa, de dos pisos, con porche en la zona delantera. Es enorme. Este lugar era precioso. Estaba rodeada por vallas de madera blanca. Dom y Letty salen de la casa y ella viene corriendo a mi encuentro. Nos envolvimos en un abrazo totalmente tierno.

- ¡Aurora! Que alegría verte - dice Letty con una radiante sonrisa, mientras me suelta.
- Igualmente Letty, me alegra saber que tendré compañía estando aquí - volteo a mirar a Brian y él me lanza una mirada furiosa.
- Hola, Aurora - Dom me abraza tiernamente.
- Hola, Dom. Me alegra verte de nuevo.
- Bienvenida a casa, te encantará este lugar - dice Dom sonriendo, sujeta a Letty de la cintura y se encaminan a la casa nuevamente.
- Noah, pídele a los demás hombres que vigilen el vecindario, y después necesito que instales las maletas en mi habitación - dice Brian con voz ronca.
- Entendido, Señor. Compermiso, señora O'Conner - me sonríe y se va.

Miro a Brian con los ojos entonados y comienzo a caminar por el jardín, pero él rápidamente me sujeta la cintura, pegándome a él.

- No tenemos que fingir, Brian. Letty y Dom lo saben todo - digo entre dientes.
- Eres mi mujer. Puedo besarte ahora mismo si así lo deseo - suspira fuertemente y me aparto de él.
- No volverás a tocarme - gruño y comienzo a subir los escalones hasta llegar al porche.

Entré a la casa y me sorprendí de lo bella que era. En el centro había un juego de sofás en círculo al rededor de una chimenea. Una cocina sencilla y hermosa ocupada otro espacio, era también enorme, contaba con una grande mesa para el desayuno. Por los grandes ventanales pude ver que una puerta situada ahí daba al inmenso y colorido jardín que había detrás y a unos metros, había un garaje. Y una gran escalera que subía a la segunda planta estaba a un par de metros de la puerta principal.

- Brian, deberías mostrarle la casa a Aurora. Nosotros saldremos pero regresarémos más tarde para que puedan instalarse - dijo Letty. Se acercó a mí, besó mi mejilla y salió de la casa. Dom me miró, asintió ligeramente y siguió a Letty, dejándonos de nuevo a solas a Brian y a mi en aquella casa hermosa.
- Ven, te mostraré la habitación.

Dijo y a regañadientes lo seguí, subiendo las escaleras y mirando cada detalle de la casa. Entramos en una habitación que daba vista hacia la calle y al patio delantero. Era hermosa, de color blanco y solo la parte en donde estaba la enorme cama era color café.

- Dormirás conmigo. Noah traerá las maletas en un momento.
- ¿Crees que dormiré contigo? - dije con incredulidad.
- ¡Dormirás conmigo, carajo! - me gritó entonces, llevándose la mano al pelo rubio - No tienes opción. Dormiremos aquí. Lo quieras o no, Aurora.
- ¿En esta cama? ¿Quieres que duerma en esta cama sabiendo que te has metido con quién sabe cuántas mujeres? ¿Quiéres que duerma contigo sabiendo que eres un maldito imbécil? - dije en un arrebato de rabia y ¿celos?

No, ni loca volvería a dormir con Brian. No después de que me utilizara para acostarse conmigo y se comportara como un imbécil.

- Dormirás aquí, conmigo - gruñó - acostúmbrate, niña rica, porque aunque te resistas, volverás a suplicarme que te haga mía.

Observé por el rabillo del ojo como se encaminaba hacia la puerta de la habitación. Oigo el eco de sus pasos por el suelo de madera. El portazo que da al salir me sobresalta de nuevo. Estoy sola, en silencio. Me siento en la cama y me abrazo las rodillas. Supe ahora más que nunca que Brian y yo nos enfrentaríamos, y estaba más preparada que nunca para hacerlo pagar. 

𝐋𝐚 𝐨𝐬𝐜𝐮𝐫𝐚 𝐩𝐚𝐬𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐁𝐫𝐢𝐚𝐧 𝐎'𝐂𝐨𝐧𝐧𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora